En México, los temas de participación social y ciudadana han sido recurrentes en los discursos políticos de las últimas décadas y, pese a las propuestas gubernamentales y mecanismos legales creados para su ejercicio, siguen existiendo grandes huecos para su consolidación.
Se requiere abrir espacios a la participación, para dar paso a un cambio cualitativo en la forma de gobernar, lo cual permitirá un mayor involucramiento del ciudadano, principalmente de las y los jóvenes quienes como nuevas generaciones tienen la voluntad y el compromiso de un mejor actuar en la sociedad.
Esta tarea, nada sencilla, exige un trabajo en dos sentidos, tanto desde el gobierno como desde la ciudadanía. Por parte del gobierno, es necesaria la consolidación de un marco institucional que garantice los derechos, y que refuerce las capacidades de respuesta a las demandas sociales, favorezca el debate plural y permita una activa incorporación de los actores sociales en los procesos de decisión, la asignación de recursos, así como la formulación e implementación corresponsable de soluciones a los problemas públicos.
Por lo que hace a la ciudadanía, es indispensable asumir una actitud proactiva que parta de la conciencia social sobre los problemas comunes y acepte el compromiso de inmiscuirse en su eventual solución. Por supuesto, en ambos sentidos deben valorarse las capacidades y/o potencialidades actuales tanto en el aparato público como en la ciudadanía.
En Morelos, como en el resto del país, necesitamos más espacios de participación social donde todos sean escuchados para buscar soluciones que favorezcan el aprendizaje; donde la comunidad trabaje para que las y los jóvenes se sientan parte importante del día a día y puedan hablar sobre lo que consideran relevante para su formación personal, académica y ciudadana; donde los padres de familia se involucren en los procesos de aprendizaje; y donde el diálogo sea la base para la toma de decisiones.
Es posible que un espacio así sea lo que los estudiantes, los jóvenes buscan para permanecer allí y lograr trayectorias completas y exitosas.
Toda sociedad se caracteriza por ser plural en su composición y diversa en sus opiniones, por lo que es indispensable proporcionar garantías e instrumentos que respeten la heterogeneidad y singularidad de sus integrantes.
En la actualidad, la participación social juega un papel trascendental para los gobiernos locales, en tanto gobiernos de proximidad, pues son los que tienen el pulso de los problemas cotidianos, de las necesidades en las diferentes comunidades.
El contexto actual de nuestro estado, parece poco favorable para impulsar varios de los cambios que en muchas ocasiones se han sugerido. Aun así, recordemos que, en muchas ocasiones, las situaciones críticas obligan a la búsqueda de alternativas innovadoras. Quizá los cambios requeridos eventualmente surjan de la suma de experiencias locales o podrían aparecer ventanas de oportunidad para políticas disruptivas ante la agudización de ciertas crisis.
De cualquier forma, hay que aspirar a consolidar una ciudadanía comprometida, que reclame una democracia plural e incluyente, que además esté dispuesta a asumir un rol protagónico en la construcción de un sistema resiliente, capaz de fortalecer sus capacidades. Esto nos exigirá pensar mucho más en la suma que en las divisiones y también demandará colocar la mirada en un futuro que exige con urgencia respuestas proactivas para los problemas públicos.
No basta con plasmar en la legislación mecanismos de participación si no se tiene claro para qué sirven. La participación debe ser entendida como un derecho de todos los actores involucrados: familias, estudiantes, maestros, directivos, comunidad.
Recordemos que la democracia no se enseña en una clase; se vive en la cotidianidad y cuando se tienen espacios abiertos al diálogo y a la búsqueda conjunta de soluciones, y que en equipo, poniendo el ejemplo es como se crea un mejor Morelos y una mejor sociedad.