La Universidad Autónoma del Estado de Morelos vive una crisis que, pese a los esfuerzos de la actual administración, se ha convertido en una catástrofe. Al desorden financiero de hace años, se sumó la drástica caída del financiamiento a la educación superior como una tendencia sostenida desde el gobierno federal, y la muy escasa participación del estado en el presupuesto universitario. Bajo tal escenario, los esfuerzos que desde noviembre del 17 a la fecha para lograr comprensión de los dos sindicatos universitarios en las negociaciones salariales, y el estoicismo de los trabajadores académicos y administrativos para aguantar las precarias condiciones económicas de la institución, podría considerarse hace heroica (a la griega, es decir, más cercana a la tragedia que al melodrama de la mitología actual).
La huelga que podría estallar este mediodía (al momento de escribir esto todo apuntaba a que ocurriría), resulta entonces un episodio inevitable que rectoría y sindicatos retrasaron todo el tiempo que pudieron. Lo cierto es que la evidente falta de interés de los gobiernos federal y estatal respecto a las muy comprometidas finanzas universitarias (planteada desde el inicio de ambas administraciones), provocó que el destino alcanzara a la UAEM cuyas finanzas son insuficientes tanto para pagar el salario mínimo a 400 trabajadores y ofrecer incremento superior al 3.5% (muy inferior a la inflación), como para cubrir los adeudos que le impiden el uso de instalaciones.
Preocupa la situación de la universidad, pero también el silencio de los gobiernos que dejan a la rectoría sola con un problema que es de todos. Porque la universidad es autónoma, pero la responsabilidad de su financiamiento corresponde al Estado, que incluye a los gobiernos en todos sus niveles. Cierto que lo mismo en los ejecutivos federal y estatal que entre los diputados hay reiteradas declaraciones de apoyo a la UAEM, pero a la hora de entrarle al financiamiento la respuesta es siempre la misma: “no hay dinero”.
Poco ayuda que la atención de los políticos esté puesta en tres temas que les parecen muy lejanos de la educación: el pleito por el poder en las instituciones del estado, la seguridad pública y la pandemia (sí, probablemente en ese orden); lo que ha marginado, por lo menos dos años la atención al financiamiento de la educación en general, lo que afectó especialmente a la universidad. En resumen, lo que todo mundo sabía que pasaría ocurrió sin que nadie tratara siquiera de evitarlo. La atención a la crisis de la universidad, anunciada incluso antes de que Cuauhtémoc Blanco llegara al gobierno estatal, no pasó de simbólicas palmadas en la espalda de la rectoría. El respaldo de los políticos quedó sólo en declaraciones y hoy la gravedad de la crisis parece insalvable.
La catástrofe universitaria llega en mal momento político; el conflicto entre los diputados ha atrasado cualquier posibilidad de acuerdos; el distanciamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo parece insalvable; y la disponibilidad de recursos es casi inexistente. Si la huelga estalla este mediodía como está programada, todo indica que será muy larga. Las omisiones hacen parecer que hay quien tiene esa intención.
dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx