/ jueves 26 de noviembre de 2020

Cubrebocas electoral

Usar cubrebocas en tiempos de pandemia no debería ser un debate. Los beneficios probados y probables del artilugio han resultado mucho más que evidentes. No previene del todo los contagios, pero reduce enormemente el riesgo especialmente cuando se combina con el lavado frecuente de manos, el distanciamiento social y todas esas cosas que ya sabe todo mundo pero pocos cumplen por motivos que van de la idiosincrasia hasta la irresponsabilidad, y algunas veces la combinación de ambas.

El discutir sobre la obligatoriedad del uso del cubrebocas tampoco tendría que significar un trastorno mayor. Si es necesario para salvar vidas ajenas y la propia, el uso obligatorio, por lo menos hasta que pase la pandemia es indiscutible. Aunque no nos agrade igual que muchas cosas a las que estamos obligados no nos satisfacen del todo, como pagar impuestos, por ejemplo.

Usar cubrebocas es una responsabilidad social, y en tal sentido reviste aristas económicas, culturales y políticas. Mientras más se cuiden las personas, más rápido podremos regresar a una normalidad más o menos habitable, en donde las actividades económicas puedan desarrollarse sin mayores peligros sanitarios; el sector productivo podrá recuperarse más fácilmente y con ello el impacto sobre el empleo y el ingreso familiar promedio no será tan profundo y la recuperación podría venir más pronto.

Los diputados tardaron de febrero que se advirtió sobre los riesgos que el Covid-19 representaba para la salud y la economía, o marzo en que se reportó el primer caso en Morelos, hasta el 26 de noviembre para aprobar una ley que obliga a usar cubrebocas en el estado, y establece sanciones de alrededor de dos mil pesos a quienes omitan cumplir con ese mandato. Pero finalmente lo hicieron, probablemente los haya arengado la experiencia de Cuernavaca, donde el cabildo determinó primero la obligatoriedad del cubrebocas y luego el establecer sanciones por incumplirla desde hace un par de meses, aunque aún discute ahora cuáles serían los castigos idóneos. El desgaste mayor en imagen lo habría sufrido el alcalde de Cuernavaca, Antonio Villalobos, que fue el primero en atreverse a diseñar una estrategia mucho más rígida y punitiva. No fue tanto, lo cierto es que gran parte de la población en la ciudad respaldó la medida, aunque algunos titulares de dependencias la criticaron desde una perspectiva sumamente estrecha de los derechos humanos.

Es necesario el castigo a quienes no usen cubrebocas. Siendo muy estrictos, podríamos decir que la dilación de la autoridad ha costado vidas.

Faltará ver si la ley vendrá acompañada de una política para facilitar el acceso de todos al utensilio, que para muchos resulta inasequible por las condiciones de pobreza agravada por la pandemia. También habrá que revisar si las autoridades electorales locales y federales están preparadas para evitar se convierta en un instrumento de compra de voto o hasta de propaganda electoral. Sería terrible que cualquier aspirante pusiera en 10 mil cubrebocas su rostro y la leyenda Vota por X; o que usara los útiles de emergencia sanitaria para comprar el voto.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx