Buscando temas sobre qué escribir este martes, intenté rastrear la genealogía de un termino que me enseñó una amiga feminista: Xoch Guzmán, quien ha tenido una trayectoria importante en el estado de Morelos en materia de visibilizar el acoso en los espacios públicos desde la colectiva a la que pertenece, “Calle sin Acoso”, en esos años nos dimos a la tarea de escribir una diccionaria feminista a la que le denominamos “Vocabularia”, idea hecha papel a dos corazones, el de la Dra. Alma K. Sandoval, y la que esto escribe, en ésta diccionaria participaron varias, escritoras, artistas, abogadas, feministas morelenses, con quienes pudimos imaginar, renombrar y reinventar términos que nos comparten formas nuevas de leer el mundo desde nuestra mirada. Así construimos un poco más de doscientos términos feministas.
El término que nos enseñó nuestra querida amiga, Xoch Guzmán, fue coñocimiento, que se puede definir como un planteamiento de autoconocimiento y autodeterminación feminista, en relación con el apropiamiento del cuerpo femenino y de su placer. El coñocimiento discute la importancia de la educación que las mujeres han recibido históricamente sobre la prohibición de conocer, explorar y disfrutar su cuerpo más allá de fines reproductivos. Qué hermoso termino ¿no lo cree?, partir de la palabra coño para suplir el cono-cimiento, pues lo que sabíamos de nuestras vulvas y su funcionamiento era tan ajeno y equivocado. Una especie de intuición de lo que Donna Harawey llama conocimiento situado, pero más íntimo, más húmedo, más revolucionario.
Lo anterior me llevó a pensar en las conocidas tecnologías de disciplina, concepto popularizado por el filósofo y sociólogo Michel Foucault en su obra "Vigilar y Castigar". Ahora bien, llevado al territorio feminista, podemos decir que se refiere a los mecanismos, prácticas y sistemas que la sociedad patriarcal ha utilizado para controlar, someter, regular y moldear el comportamiento, la apariencia, los sentimientos, deseos y la identidad de las mujeres, para ejercer un control sobre nuestra vida a través de los espacios más íntimos, como puede ser la relación con nuestras cuerpas, y sobre todo, con la potencia y la autonomía que nos brinda explorar nuestro placer. Estas tecnologías han sido establecidas desde la mirada masculina y las han instaurado a través de mecanismos sociales, culturales, institucionales y tecnológicos, y están enraizadas en normas de género y poder desiguales. Generando un auto exilio de nuestra cuerpa, no me dejará mentir durante décadas se creía que las mujeres no teníamos deseo sexual, que eramos una especie de incubadoras y que nuestras cuerpas solo tenían dos tareas fundamentales: la reproducción y el espacio para la satisfacción del otro.
Nos negaron por siglos la oportunidad de auto explorarnos, para conocernos, nos enseñaron que nuestra cuerpa no era nuestra, y que aquello que sentíamos y necesitábamos estaba mal, o teníamos alguna enfermedad, como usted recuerda en la época victoriana y antes, se creía que la histeria estaba relacionada con el útero y que las mujeres que la padecían necesitaban "tratamientos" para aliviar sus síntomas. Uno de estos tratamientos era el masaje pélvico, que consistía en estimular manualmente los genitales de las mujeres para inducir lo que hoy conocemos como orgasmo. Y sí es importante concluir satisfactoriamente una auto exploración, pero, eso no es lo único, el coñocimiento puede ser una herramienta poderosísima para las mujeres, pues en la medida que conocemos lo que nos gusta, cómo nos gusta, cuándo, porqué y con quién nos permite tejer relaciones más equitativas, placenteras, saludables.
Reconocer, descubrir y apropiarnos de nuestras necesidades y nuestro placer es un acto político, probablemente un camino que nos lleve lejos de la dependencia emocional, de; cómo reza el dicho, las mujeres tienen sexo para conseguir amor, los varones hablan de amor para conseguir sexo, un dicho que para mi gusto refleja muy bien las dinámicas, no del amor o del placer sino del poder y del control disfrazado de relaciones sexo-afectivas, que generan dinámicas violentas y perpetúan estereotipos y conductas que pueden terminar representadas en violencia psicológica, emocional, sexual y/o feminicida. El coñocimiento es una propuesta feminista que, aunque quizá para usted suene exagerado, puede salvar vidas, cuidar y restablecer la salud mental, física y sexual de las mujeres, en una era dónde se vuelve indispensable auto conocernos para auto salvarnos. Qué viva pues el coñocimiento como estrategia política, económica y emocional para derribar esas brechas de desigualdad que durante siglos se han disfrazado de amor románticoheteropatriarcal!