/ martes 18 de abril de 2023

Violencia ácida

Si eres guapa debes tener el doble de cuidado, porque los hombres rechazados se vuelven malos, decía mi abuela Lydia. Años después entendí que no necesariamente debes ser hegemónicamente guapa, lamentablemente solo basta que alguien ponga los ojos en ti para ser sujeta de agresiones, ya sea acoso, violencia sexual o que te arrojen ácido en la cara o que nos asesinen, nos descuarticen y nos metan en bolsas de basura.

La abuela contaba la historia de Marcela una señorita de casa de unos 16 años que con mucho trabajo convenció a sus padres de que le permitieran estudiar en la escuela militar la carrera de enfermería, Marcela no quería tener novio ni historia de amor, estaba entusiasmada de poder estudiar una carrera y quería ser la mejor de su clase para demostrarle a sus padres que no se equivocaban en apoyarla, tres meses después de iniciar la carrera Joaquín un soldado raso le declaró su amor, Marcela dijo que no, y Joaquin al día siguiente mientras estaban en la explanada le arrojó ácido en el rostro, y mientras lo arrojaba, contaba la abuela, Joaquin gritaba -a ver si después de esto, me sigues diciéndo que no!-

Qué pasa por la lógica emocional de estos hombres que son incapaces de lidiar con la fustración de que alguien les diga, no, no me interesa, ¿de verdad están tan acostumbrados como sujeto histórico a tomar lo que les plazca? tomar y destruir territorios, culturas, civilizaciones, personas, mujeres, tan poseedores del mundo se creen que cuando se les niega algo, lo destruyen. Vuelven su incapacidad de trabajar su fustración en una historia de terror para nosotras, pues siete de diez feminicidios son cometidos por hombres que fueron o son o querían ser pareja de esa mujer que asesinaron, desaparecerla es única manera de lidiar con el “desprecio”porque todo se trata de ellos, no de lo que las otras sueñan, o persiguen o desean. Hoy quiero hablar de todas las Marcelas que fueron castigadas cuando les destrozaron lo que nos permite entender y estruccturar nuestra identidad, osea, nuestro rostro, el color de nuestros ojos, la forma de nuestra nariz, ese lunar que le heredamos a la abuela, esa cartografía biológica que cuenta de dónde venimos, y ellos, los que han nombrado la historia en masculino, lo desfiguran, lo vuelven ceniza, por el simple hecho de que una mujer les dijo NO, una palabra tan pequeñita de apenas dos letras que puede generar el odio profundo de un hombre hacia una mujer, pues a los hombres verdaderos nadie, ninguna mujer les dice que no, tan así, que el 80 % de las víctimas de ataques con ácido son mujeres y sus atacantes en un 73% son hombres.

A estos ataques perpetrados predominantemente por hombres contra mujeres, se les considera un tipo de violencia feminicida, pues incluso aquí y ahora, después de que los diversos feminismos dejaron muy en claro en la agenda y narrativa pública la idea transgresora de que las mujeres y las niñas somos personas, y como tal, podemos decidir que queremos y qué no queremos, sin embargo la exigencia del sujeto histórico masculino entablado en su estrucctura machista aún espera desde una lógica casi medieval que las mujeres y las niñas obedezcan sin cuestionar las demandas domésticas y/o sexuales.

Rociar el rostro y el cuerpo de una mujer con ácido va más allá de un ataque espontáneo, tiene que ver con dejar visible la marca de su crimen, no es asesinarla, o desposeerla de su dignidad con un ataque sexual, no, es marcarla para que nunca olvide a su agresor, y a su vez contarle a la sociedad que esa mujer desobedeció una orden patriarcal directa, en América Latina, según cifras oficiales solo México y Colombia tiene casos de violencia ácida contra mujeres y niñas este tipo de “terrorismo” como lo han comenzado a llamar, pretende marcarnos de por vida, evidenciar su odio, su misoginia, -si no eres mía, no serás de nadie- y para asegurarse de ello, desfiguran el rostro, lo destruyen para que nadie nunca más vuelva a mirarlas con amor, o con deseo, o con ternura, sino con asco o lástima, incendian nuestra casa que es nuestra cuerpa, la mutilan, la deforman, nos la arrebatan, dejando a las sobrevivientes con una huella imborrable de un mundo feminicida que destroza aquello que dice amar.

Esta forma devastadora de violencia de género se puede ver en cualquier lugar del mundo, como el caso de Ameneh Bahrami mujer iraní de 23 años a quien un pretendiente despechado lanzó ácido y desfiguró hasta borrarle el rostro, o el caso de la joven camboyana Ponleu, atacada con un líquido corrosivo por su marido, o el caso de Katie Piper modelo de 24 años su exnovio contrató a un hombre para que la rociase con un líquido corrosivo, o el caso de Gina Potes un desconocido le arrojó ácido en el rostro en el centro de Bogotá, mientras le gritaba, ¡eso te pasa por ser tan bonita – a ver ahora qué tal, deforme!

En México no existe una base de datos oficial sobre este tipo de ataques, por lo que es muy difícil tener acceso a cifras reales de cuántos ataques suceden en nuestro país, aún así con la poca estrucctura y compromiso del Estado frente a este tipo de violencia, es la valentía, la resilencia de las sobrevivientes quiénes han impulsado cambios legislativos y la tipificación de dicho delito. Este tipo de ataques son premeditados y organizados con la intención clara de destruir y condenar al ostracismo a las mujeres que toman la libre decisión de decir, no, -no quiero, no me gustas, quiero terminar, ya no soy feliz, te dejo, me divorcio, etc, a esas mujeres sobrevivientes les dedicamos este artículo, a las que incanzablemente hacen temblar al Estado, a las que les debemos que la Cámara de Diputados aprobará sancionar de 7 a 15 años de prisión a quien infiera lesiones con ácido o sustancias similares. Gracias por su valentía y resilencia:

Carmen Sánchez, 2014 atacada por su expareja.

Leslie Moreno atacada con ácido en diciembre de 2015.

Martha Ávila, 2017, atacada con ácido a manos de su yerno.

Esmeralda Millán, 2018 atacada por su ex pareja.

Ana Saldaña 2018 atacada po una pareja de vendedores en la puerta de su casa 2018.

Mariana S 2019 atacada por su padrastro.

Sonia Castañeda 2017 atacada por su vecino.

Zoe atacada por desconocido 2021.

Y bueno si me permite oportunar me parece que de 7 a 15 años de prisión por violencia ácida o tentativa de feminicidio no es una pena que iguale todo una vida mirándose al espejo recordando a su agresor día a día cuando se duche, cuando compre ropa, cuando duerma, cuando reciba una burla o un maltrato por su rostro desfigurado, en cada reacción de las personas que la vean, en el juicio dónde no haya pruebas suficientes para girar órdenes de aprensión o condenas porque quemarnos el rostro es quemar nuestra casa, nuestra identidad, nuestra esperanza, y ese nivel de crueldad, no se compensa con nada.

Si eres guapa debes tener el doble de cuidado, porque los hombres rechazados se vuelven malos, decía mi abuela Lydia. Años después entendí que no necesariamente debes ser hegemónicamente guapa, lamentablemente solo basta que alguien ponga los ojos en ti para ser sujeta de agresiones, ya sea acoso, violencia sexual o que te arrojen ácido en la cara o que nos asesinen, nos descuarticen y nos metan en bolsas de basura.

La abuela contaba la historia de Marcela una señorita de casa de unos 16 años que con mucho trabajo convenció a sus padres de que le permitieran estudiar en la escuela militar la carrera de enfermería, Marcela no quería tener novio ni historia de amor, estaba entusiasmada de poder estudiar una carrera y quería ser la mejor de su clase para demostrarle a sus padres que no se equivocaban en apoyarla, tres meses después de iniciar la carrera Joaquín un soldado raso le declaró su amor, Marcela dijo que no, y Joaquin al día siguiente mientras estaban en la explanada le arrojó ácido en el rostro, y mientras lo arrojaba, contaba la abuela, Joaquin gritaba -a ver si después de esto, me sigues diciéndo que no!-

Qué pasa por la lógica emocional de estos hombres que son incapaces de lidiar con la fustración de que alguien les diga, no, no me interesa, ¿de verdad están tan acostumbrados como sujeto histórico a tomar lo que les plazca? tomar y destruir territorios, culturas, civilizaciones, personas, mujeres, tan poseedores del mundo se creen que cuando se les niega algo, lo destruyen. Vuelven su incapacidad de trabajar su fustración en una historia de terror para nosotras, pues siete de diez feminicidios son cometidos por hombres que fueron o son o querían ser pareja de esa mujer que asesinaron, desaparecerla es única manera de lidiar con el “desprecio”porque todo se trata de ellos, no de lo que las otras sueñan, o persiguen o desean. Hoy quiero hablar de todas las Marcelas que fueron castigadas cuando les destrozaron lo que nos permite entender y estruccturar nuestra identidad, osea, nuestro rostro, el color de nuestros ojos, la forma de nuestra nariz, ese lunar que le heredamos a la abuela, esa cartografía biológica que cuenta de dónde venimos, y ellos, los que han nombrado la historia en masculino, lo desfiguran, lo vuelven ceniza, por el simple hecho de que una mujer les dijo NO, una palabra tan pequeñita de apenas dos letras que puede generar el odio profundo de un hombre hacia una mujer, pues a los hombres verdaderos nadie, ninguna mujer les dice que no, tan así, que el 80 % de las víctimas de ataques con ácido son mujeres y sus atacantes en un 73% son hombres.

A estos ataques perpetrados predominantemente por hombres contra mujeres, se les considera un tipo de violencia feminicida, pues incluso aquí y ahora, después de que los diversos feminismos dejaron muy en claro en la agenda y narrativa pública la idea transgresora de que las mujeres y las niñas somos personas, y como tal, podemos decidir que queremos y qué no queremos, sin embargo la exigencia del sujeto histórico masculino entablado en su estrucctura machista aún espera desde una lógica casi medieval que las mujeres y las niñas obedezcan sin cuestionar las demandas domésticas y/o sexuales.

Rociar el rostro y el cuerpo de una mujer con ácido va más allá de un ataque espontáneo, tiene que ver con dejar visible la marca de su crimen, no es asesinarla, o desposeerla de su dignidad con un ataque sexual, no, es marcarla para que nunca olvide a su agresor, y a su vez contarle a la sociedad que esa mujer desobedeció una orden patriarcal directa, en América Latina, según cifras oficiales solo México y Colombia tiene casos de violencia ácida contra mujeres y niñas este tipo de “terrorismo” como lo han comenzado a llamar, pretende marcarnos de por vida, evidenciar su odio, su misoginia, -si no eres mía, no serás de nadie- y para asegurarse de ello, desfiguran el rostro, lo destruyen para que nadie nunca más vuelva a mirarlas con amor, o con deseo, o con ternura, sino con asco o lástima, incendian nuestra casa que es nuestra cuerpa, la mutilan, la deforman, nos la arrebatan, dejando a las sobrevivientes con una huella imborrable de un mundo feminicida que destroza aquello que dice amar.

Esta forma devastadora de violencia de género se puede ver en cualquier lugar del mundo, como el caso de Ameneh Bahrami mujer iraní de 23 años a quien un pretendiente despechado lanzó ácido y desfiguró hasta borrarle el rostro, o el caso de la joven camboyana Ponleu, atacada con un líquido corrosivo por su marido, o el caso de Katie Piper modelo de 24 años su exnovio contrató a un hombre para que la rociase con un líquido corrosivo, o el caso de Gina Potes un desconocido le arrojó ácido en el rostro en el centro de Bogotá, mientras le gritaba, ¡eso te pasa por ser tan bonita – a ver ahora qué tal, deforme!

En México no existe una base de datos oficial sobre este tipo de ataques, por lo que es muy difícil tener acceso a cifras reales de cuántos ataques suceden en nuestro país, aún así con la poca estrucctura y compromiso del Estado frente a este tipo de violencia, es la valentía, la resilencia de las sobrevivientes quiénes han impulsado cambios legislativos y la tipificación de dicho delito. Este tipo de ataques son premeditados y organizados con la intención clara de destruir y condenar al ostracismo a las mujeres que toman la libre decisión de decir, no, -no quiero, no me gustas, quiero terminar, ya no soy feliz, te dejo, me divorcio, etc, a esas mujeres sobrevivientes les dedicamos este artículo, a las que incanzablemente hacen temblar al Estado, a las que les debemos que la Cámara de Diputados aprobará sancionar de 7 a 15 años de prisión a quien infiera lesiones con ácido o sustancias similares. Gracias por su valentía y resilencia:

Carmen Sánchez, 2014 atacada por su expareja.

Leslie Moreno atacada con ácido en diciembre de 2015.

Martha Ávila, 2017, atacada con ácido a manos de su yerno.

Esmeralda Millán, 2018 atacada por su ex pareja.

Ana Saldaña 2018 atacada po una pareja de vendedores en la puerta de su casa 2018.

Mariana S 2019 atacada por su padrastro.

Sonia Castañeda 2017 atacada por su vecino.

Zoe atacada por desconocido 2021.

Y bueno si me permite oportunar me parece que de 7 a 15 años de prisión por violencia ácida o tentativa de feminicidio no es una pena que iguale todo una vida mirándose al espejo recordando a su agresor día a día cuando se duche, cuando compre ropa, cuando duerma, cuando reciba una burla o un maltrato por su rostro desfigurado, en cada reacción de las personas que la vean, en el juicio dónde no haya pruebas suficientes para girar órdenes de aprensión o condenas porque quemarnos el rostro es quemar nuestra casa, nuestra identidad, nuestra esperanza, y ese nivel de crueldad, no se compensa con nada.