/ jueves 13 de abril de 2023

Vulgarizando el idolismo

El aniversario luctuoso de Emiliano Zapata esta semana fue la oportunidad para que todos los que quisieron asomaran la cabeza. Se pusieron botas, hebilla y sombrero, se subieron a un caballo y salieron a… ¿festejar? ¿Conmemorar? ¿Aprovechar? Mis respetos a quienes acuden a la cabalgata todos los años por convicción, no por TikTok.

Los héroes de nuestra historia son las figuras más sagradas del país. Si alguien en la calle le mienta la madre a Morelos o Zapata duele tanto como si fuera a la propia madre. Sus caras salen en los billetes y el gobierno dedica años enteros de papeles con encabezado a su honor. Aquí en nuestro estado todavía tenemos un lugar especial de estacionamiento en el corazón para los hijos, nietos y bisnietos de Zapata. Es una especie de privilegio hereditario, solo tienen que dejarse el bigote y ellos se sienten con derecho a reclamar hasta la silla de gobierno.

¿Qué valor tiene para nuestra sociedad romantizar figuras del pasado que, en algunos casos, viven de una idea romantizada? Ahí está el ejemplo de Pancho Villa, para quien la Revolución fue una gran oportunidad para violar, robar y matar. Matón a quien este año Andrés le hace el honor de festejar el centenario de muerte. Hace tiempo leí a Andrés Oppenheimer en un libro llamado “Basta ya de historia” donde hace una crítica a los países como México que dan tanto tiempo y recurso a personajes como estos en la historia a la hora de fomentar el nacionalismo, en vez de mejor enfocar la atención en aspectos como la educación. Para él es un contrasentido que queramos salir adelante usando de enfoque el pasado.

Usar estas románticas ideas de hombres de carne y hueso que en el pasado participaron de la vida pública del país para explicar el presente o planificar el futuro es un grave anacronismo que embarga nuestro futuro. ¿Carranza va a regresar a erradicar la corrupción? ¿Le encargamos el problema de la informalidad en la economía a Madero? No niego haya importancia en conmemorar nuestra historia, pero entre eso y sucumbir a charros que usan los nombres de los héroes como cortina de humo para conseguir lo que quieren hay una gran diferencia. ¿Se acuerdan del monumento al bicentenario de la independencia? La famosa Estela de Luz que fue una pantalla del gobierno de Calderón para desviar dinero usando como excusa la celebración de las fiestas patrias.

Si no vemos más allá de los cuentos, los bigotes y las cabalgatas, estamos condenados a seguir cayendo en estafa. México no es Hidalgo, Morelos o Zapata. Somos los procesos sociales, culturales que los llevaron a ellos a brillar entre miles de personas que sacrificaron mucho más. En honor a ellos, que sacrificaron sus vidas por independencia, tierra y trabajo digno, demos el siguiente paso y usemos esas ganancias para conquistar los siguientes retos. Necesitamos lideres modernos, no imitadores de cuento.

Hoy, en la era de las redes sociales, tenemos que ser el doble de cuidadosos. Pues si bien antes el liderazgo se ganaba en el campo de batalla, hoy cualquier papanatas con tres pesos puede subir su foto en caballo. Si nos distraemos, cualquier futbolista se nos vuelve a colar. O peor aún, él al menos tiene el mérito de haber ido al mundial, sus cuates que nos quieren encajar para el 2024 ni eso traen. El reto como sociedad es ver más allá del cuento y apuntar el ojo a donde queramos llegar nosotros como generación y Zapata ya no está para ayudarnos.

El aniversario luctuoso de Emiliano Zapata esta semana fue la oportunidad para que todos los que quisieron asomaran la cabeza. Se pusieron botas, hebilla y sombrero, se subieron a un caballo y salieron a… ¿festejar? ¿Conmemorar? ¿Aprovechar? Mis respetos a quienes acuden a la cabalgata todos los años por convicción, no por TikTok.

Los héroes de nuestra historia son las figuras más sagradas del país. Si alguien en la calle le mienta la madre a Morelos o Zapata duele tanto como si fuera a la propia madre. Sus caras salen en los billetes y el gobierno dedica años enteros de papeles con encabezado a su honor. Aquí en nuestro estado todavía tenemos un lugar especial de estacionamiento en el corazón para los hijos, nietos y bisnietos de Zapata. Es una especie de privilegio hereditario, solo tienen que dejarse el bigote y ellos se sienten con derecho a reclamar hasta la silla de gobierno.

¿Qué valor tiene para nuestra sociedad romantizar figuras del pasado que, en algunos casos, viven de una idea romantizada? Ahí está el ejemplo de Pancho Villa, para quien la Revolución fue una gran oportunidad para violar, robar y matar. Matón a quien este año Andrés le hace el honor de festejar el centenario de muerte. Hace tiempo leí a Andrés Oppenheimer en un libro llamado “Basta ya de historia” donde hace una crítica a los países como México que dan tanto tiempo y recurso a personajes como estos en la historia a la hora de fomentar el nacionalismo, en vez de mejor enfocar la atención en aspectos como la educación. Para él es un contrasentido que queramos salir adelante usando de enfoque el pasado.

Usar estas románticas ideas de hombres de carne y hueso que en el pasado participaron de la vida pública del país para explicar el presente o planificar el futuro es un grave anacronismo que embarga nuestro futuro. ¿Carranza va a regresar a erradicar la corrupción? ¿Le encargamos el problema de la informalidad en la economía a Madero? No niego haya importancia en conmemorar nuestra historia, pero entre eso y sucumbir a charros que usan los nombres de los héroes como cortina de humo para conseguir lo que quieren hay una gran diferencia. ¿Se acuerdan del monumento al bicentenario de la independencia? La famosa Estela de Luz que fue una pantalla del gobierno de Calderón para desviar dinero usando como excusa la celebración de las fiestas patrias.

Si no vemos más allá de los cuentos, los bigotes y las cabalgatas, estamos condenados a seguir cayendo en estafa. México no es Hidalgo, Morelos o Zapata. Somos los procesos sociales, culturales que los llevaron a ellos a brillar entre miles de personas que sacrificaron mucho más. En honor a ellos, que sacrificaron sus vidas por independencia, tierra y trabajo digno, demos el siguiente paso y usemos esas ganancias para conquistar los siguientes retos. Necesitamos lideres modernos, no imitadores de cuento.

Hoy, en la era de las redes sociales, tenemos que ser el doble de cuidadosos. Pues si bien antes el liderazgo se ganaba en el campo de batalla, hoy cualquier papanatas con tres pesos puede subir su foto en caballo. Si nos distraemos, cualquier futbolista se nos vuelve a colar. O peor aún, él al menos tiene el mérito de haber ido al mundial, sus cuates que nos quieren encajar para el 2024 ni eso traen. El reto como sociedad es ver más allá del cuento y apuntar el ojo a donde queramos llegar nosotros como generación y Zapata ya no está para ayudarnos.