Roy Moreno
Escribo estas líneas con un sentimiento muy agridulce en la boca. La tragedia del desplome del puente en el Paseo Ribereño del Parque Porfirio Diaz, justo cuando las autoridades municipales lo cruzaban para “re-inaugurar” este parque en Cuernavaca, es una prueba más de que los grandes problemas que enfrentamos son complejos.
Las víctimas del desplome, fueron Servidores Públicos. Se pudo haber caído en cualquier otro momento, la probabilidad de que pasara cuando el Presidente Municipal y los Regidores estaban cruzando era muy baja. Pero así pasó. Fue como si la Línea 12 del metro de la CDMX se hubiera caído cuando la foto donde Ebrard y Mancera cortaban el listo, en vez de un par de años después cuando la gente regresaba a casa después de trabajar. Como si el socavón de la carretera en Cuernavaca se hubiera hundido cuando pasaba Ruiz Esparza en su coche, envés de una familia rumbo al trabajo en la madrugada. A nadie se le desea ese dolor. Gracias a Dios sobrevivieron. Les mando las mejores vibras y espero pronto puedan regresar a su oficina pública y considerar lo siguiente:
Las causas de accidentes como este son piezas en un rompecabezas complicado, piezas que se relacionan entre si de diferentes maneras generando muchas y diferentes consecuencias.
El puente del Paseo Ribereño no se cayó porque una persona brincara tres veces en él. Se cayó porque brincó sobre un pedazo de infraestructura que soportaba montones de irregularidades. Se cayó porque brincó cuando había un exceso de personas aunado a que los organizadores del evento y administradores del parque no tenían un protocolo de seguridad bien establecido, porque protección civil no estaba pendiente. Seguramente tampoco tendrán una relación del mantenimiento realizado al puente, los estudios de viabilidad de su construcción o siquiera conocimiento de los materiales que se usaron. Ya ni hablemos de la capacidad para determinar las causas y los culpables.
La experiencia de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa nos dice que podemos traer a los expertos más reconocidos para establecer con certeza lo que pasó, pero eso no asegura que el culpable pague. Por otro lado, La experiencia de la Línea 12 del Metro en la CDMX nos dice que los políticos van a usar el tema para cualquier cosa, menos para evitar que vuelva a pasar. Ya le están echando la culpa a administraciones pasadas, otros niveles de gobierno y hasta al pobre imprudente que le pareció buena idea dar tres brincos mientras los periodistas lo grababan. Podría ser que a ese pobre y ameno brincador alguien lo haya incentivado para saltar así, sabiendo que iba a tirar el puente, válgame la horrible idea. Pero cometeríamos un error si inclusive en ese escenario le echamos toda la culpa a él. Porque la realidad es que la causa de que se cayera el puente es mucho más profunda.
El sistema de reglas que confluyen a través del tiempo, el espacio y las relaciones hasta llegar a ese desafortunado brinco, tiene como característica más importante que es anticuado a tal nivel que no cumple con su objetivo y solo funciona para una pequeña élite que desde el dinero o el poder no tiene incentivos para cambiarlas.
Pienso en todo lo que tuvo que pasar: reglas a modo que permiten a algunos llegar al poder, para tomar decisiones sobre presupuesto, luego usarlo en proyectos que carecen de los mecanismos de evaluación antes, durante o después. Sociedades que ya perdieron las ganas de vigilar a las autoridades, lo que a la vez permite que la autoridad sea omisa de sus funciones en el mejor de los casos, abusivos de las mismas en los peores, incapaces en la mayoría. ¿Qué pasaba en el Congreso del Estado mientras el puente se caía,? ¿Alguien sabe a quién y cómo eligieron para vigilar la ESAF?
El puente de la Barranca de Amatlán se cayó porque llevamos como sociedad años de negligencia a la hora de escoger a nuestras autoridades, y votamos a cualquiera antes de organizarnos para exigir liderazgos con un plan real. “Primero el programa, después el candidato”, decía Reyes Heroles, a quien por cierto no dejaron ser candidato. Si nos duele la panza, vamos al doctor, pero cuando lo que duele es el gobierno le pedimos soluciones a un futbolista. Por qué somos tan poco responsables que votamos con el hígado. Para colmo, además nos olvidamos tres años. ¿Qué creen que pasa en ese lapso de 1,094 días que nos despreocupamos y le encargamos a cualquiera la administración de nuestros Ayuntamientos, espacios públicos, etc.? Yo contesto: pasan los socavones, los puentes caídos, los linchamientos enfrente de la policía, las desaparecidas.
En vez de echarle tierra al que brincó, empecemos a construir las soluciones complejas.