/ domingo 19 de septiembre de 2021

El derecho humano a la salud durante una pandemia

La industria farmacéutica es uno de los motores de la economía y, de acuerdo al reporte 2021 publicado por el Instituto WifOR, en 2017 contribuyó con el 1% del Producto Interno Bruto mundial equivalente a 500 mil millones de dólares, aproximadamente la mitad del PIB de México ese mismo año.

Esta actividad económica genera a nivel mundial 5 millones de empleos directos y 45 millones de empleos indirectos con un impacto adicional de 800 mil millones de dólares anuales. Los principales beneficiarios de esta derrama han sido los países asiáticos y la India que se han convertido en los principales productores de compuestos precursores.

En México, la industria farmacéutica genera 65 mil empleos directos e ingresos por 26 mil millones de dólares al año, equivalente al 1.2% del PIB nacional. De acuerdo al INEGI, hay registradas en nuestro país alrededor de 800 unidades económicas en esta actividad.

La industria farmacéutica no solamente es de las más importantes sino que también es de las más redituables, sin embargo, los altos niveles de inversión necesarios para la investigación, desarrollo, producción y comercialización de medicamentos han provocado que la mitad de los medicamentos en el mundo estén concentrado en solamente 15 empresas globales, de las cuales 14 tienen presencia en nuestro país.

Este desequilibrio ha generado un déficit comercial histórico en América Latina y el Caribe con valor de más de 20 mil millones de dólares anuales. La precariedad de la situación hizo crisis con la pandemia de COVID-19 cuando la capacidad mundial de producción de vacunas y otros medicamentos se vio completamente rebasada por la demanda. Con excepción de Cuba, ningún país latinoamericano produce todavía vacunas propias contra COVID-19 limitándose a la fabricación y envasado de algunas mediante acuerdos privados.

La urgencia de la situación ha llevado a la Organización Panamericana de la Salud a emitir un exhorto a los gobiernos nacionales para que lleven a cabo las acciones necesarias para aspirar a la autosuficiencia en materia de vacunas y otros medicamentos.

En respuesta, hace apenas un par de días la Comisión Económica para América Latina y el Caribe CEPAL dirigida por la mexicana Alicia Bárcena presento un plan de 6 líneas de acción para lograr la autosuficiencia sanitaria.

Entre las acciones se encuentran el fortalecimiento de los mecanismos de convergencia y reconocimiento regulatorio, la implementación de una plataforma regional de ensayos clínicos, la aceleración de los mecanismos regionales de compras de vacunas y medicamentos en el corto plazo, la creación de consorcios para el desarrollo y la producción de vacunas y medicamentos, el aprovechamiento de las flexibilidades de los acuerdos sobre propiedad intelectual, y la articulación de los sistemas de compras públicas nacionales para generar un mercado regional estable y de gran escala.

La industria farmacéutica tiene una virtud adicional, es intensiva en investigación científica, con lo que el fortalecimiento del sector impactará también el desarrollo de la ciencia nacional y de los investigadores, sobre todo de los más jóvenes, quienes están mejor preparados para la explotación de las tecnologías más novedosas como son las vacunas basadas en RNA mensajero.

Es momento de exigir que los gobiernos nacionales, incluyendo el de México, no solamente actúen con velocidad en este sentido sino que faciliten que otros actores como gobiernos subnacionales, empresarios y la comunidad científica puedan participar, porque no se trata solamente de dinero, la industria farmacéutica tiene un enorme valor social asegurando la salud de las personas, un derecho humano garantizado por nuestra Constitución.




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