El movimiento del 9 de marzo está removiendo conciencias. Muchas mujeres como yo misma que hemos tenido, por supervivencia, que minimizar o inclusive guardar en el olvido agravios, ofensas y hasta delitos cometidos hacia nuestras personas por el puro hecho de ser mujeres nos sentimos de repente esperanzadas.
La negligencia histórica de la sociedad hacia la violencia contra la mujeres ha despertado un legítimo deseo de justicia.
No es ninguna exageración decir que ninguna mujer está exenta de la violencia. Tampoco que cualquier entorno es potencialmente violento contra las mujeres: la casa, la escuela, el trabajo, el transporte público, la calle. No hay refugio seguro si le abrimos la puerta al agresor. Pretender trasladar la responsabilidad social hacia las víctimas es una forma más de esta violencia: vístete recatada, no salgas de noche, no tomes, no te expongas. La verdadera solución no es educar a las niñas para que no sean víctimas, es educar a los niños para que no sean victimarios.
Existen múltiples formas de expresión de la cultura del machismo que subyace a la violencia contra las mujeres y que buscan desesperadamente desacreditar el movimiento: prominentes personalidades que tratan de politizarlo en vano o que intentan desde los medios de comunicación desdibujarlo diciendo que también los hombres son víctimas de violencia. Igualmente buscan confundir a la opinión pública quienes lo mezclan con otros temas como la despenalización del aborto.
Por eso es muy importante dejar en claro qué cosa NO es el movimiento del 9 de marzo. No es una expresión contra la violencia, es contra la violencia ejercida hacia las mujeres por razones de género. No es contra alguna autoridad en particular, es contra todas las autoridades por su negligencia y connivencia por no perseguir y castigar a los autores de crímenes contra las mujeres por razones de género. No es contra las instituciones, es contra aquellas instituciones que se han resistido a implementar mecanismos de prevención, detección y respuesta ante la violencia contra las mujeres por razones de género.
No es contra los hombres, es contra aquellos hombres que ejercen violencia hacia las mujeres por razones de género, contra los violadores, contra los acosadores, contra los tratantes de personas con fines de explotación sexual, contra los lideres religiosos que abusan de su posición de poder para ejercer violencia sexual contra las mujeres, contra las parejas que abusan de la debilidad emocional y económica de las mujeres para someterlas y vejarlas, contra los jefes de familia que explotan a sus niñas y mujeres con fines económicos, contra todos aquellos que son testigos de abusos contra las mujeres y que prefieren guardar un silencio cómplice.
Es alentador ver cómo se suman cada día más empresas e instituciones. Algunas de manera solidaria e irrestricta como nuestra Universidad, otras poniendo condiciones y otras más, como lamentablemente se expresó el Gobernador de Morelos, dando un permiso que no estamos pidiendo. Muy desafortunada la postura de las mujeres del gabinete, tanto estatal como federal, que en lugar de sensibilizar a sus jefes y compañeros toman posturas de deslinde y hasta de hostilidad contra el movimiento. Vergonzosa también la actitud de líderes sociales incluyendo legisladores que en lo privado ejercen violencia contra las mujeres y que en público dicen apoyarlo, como si no los conociéramos.
No conozco ninguna mujer que no haya sido víctima de alguna forma de violencia por razones de género. Es por ellas, es por nosotras, que debemos participar el próximo 9 de marzo. Dejemos nuestros lugares vacíos para que los hombres hagan conciencia de lo que sería si un mal día ya no aparecemos, si no llegamos al trabajo, si no regresamos a casa. A ver si así reaccionan.
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