Por Lucero Sánchez Morales
La educación en México desde hace varias décadas ha sido punto de partida para distintos debates sobre la eficacia de esta misma y los planes y programas que se implementan en nuestro país. ¿Son estos funcionales para nuestro contexto? Es una de las principales interrogantes que se plantea constantemente sobre nuestro sistema educativo y su implementación en las aulas.
En los últimos años, México ha pasado por tres grandes reformas educativas que han movido todo el sistema y puesto en marcha programas muy ambiciosos con miras a ser el gran cambio educativo que tanto se espera para que se realce a la educación y se genere impulso para nuestra sociedad.
Pero ¿Qué pasa con esos modelos, reformas y programas? ¿Por qué no se han logrado observar los grandes cambios que prometen? ¿Qué es lo que está fallando? Estos son detonantes que rondan constantemente sobre lo que se observa como el mal funcionamiento o mala operatividad de estos, pero ¿cuál de las dos es? ¿Es una mala planeación, una mala propuesta? o ¿Es un mal manejo? Es aquí donde salen a flote más interrogantes sobre este tema.
Una de las más mencionadas podría ser el mal manejo de estos planes, pero ¿Esto a qué se debe? Tenemos entonces una figura central y en discordia en este tema: el docente. ¿Qué pasa con el docente? ¿Por qué no está alcanzando las metas que se le proponen? Debe existir algo que no lo esté motivando para ello.
¿Será una motivación, o la falta de ella? O más bien es que el docente no está capacitado y se encuentra estancado en las formas en las cuales aprendió y tenemos a una generación de docentes en operatividad que están repitiendo patrones de enseñanza y no están innovando en las aulas, no están actualizados para actuar ni poner en marcha los nuevos retos educativos que lograrán realzar la educación mexicana.
Un docente que no se actualiza, que no tiene una formación constante y esa hambre de aprendizaje resultará entonces un docente que estará estancado en lo tradicional, que no pueda enfrentar nuevos retos educativos y que constantemente afronte estrés y frustración al no saber manejar lo que se le está pidiendo.
¿Por qué tanta insistencia en estar actualizándose constantemente? ¿Qué no es suficiente con una formación académica que se obtiene en primera instancia? Muchos de los docentes de gran trayectoria se enfrentan a ese reto de no poder lidiar con la generación de alumnos que están atendiendo y constantemente se quejan de que los métodos de enseñanza que utilizan no están resultando, tachando al alumnado de esa generación como rebeldes e indisciplinados puesto que un método que han aplicado durante varias generaciones ahora resulta inservible.
Es de esperarse que los métodos que se habían estado implementado dejen de funcionar ya que las generaciones de alumnos han dado un gran cambio y las necesidades que enfrentan son distintas, es por ello que se debe reestructurar la forma de dirigirse a ellos e impartir conocimientos, una innovación y actualización es entonces lo que necesita el docente aplicar a su alumnado.
En este punto cabe resaltar que no es lo mismo los años de servicio que los años de experiencia. El servicio son los años que has estado frente a grupo y la experiencia son las innovaciones, métodos y cambios que se han implementado en la catedra que se imparte. Entonces un docente que ha repetido lo mismo por años solo tiene años de servicio, falta la experiencia.
Es esta la importancia de ahora, dejar por un momento de centrarnos en los alumnos y esa gran necesidad de darles nuevos y mejores conocimientos, ¿Cómo vamos a lograr eso sí tenemos docentes que no se han actualizado desde que salieron de sus escuelas formadoras? Es entonces esta ya una obligación del docente y una necesidad de los alumnos más que una simple propuesta o exigencia.
Un docente que se queda pasmado tras su escritorio, al frente del pizarrón dando la misma cátedra una y otra vez será ese que no logré sus metas establecidas por qué sus métodos y conocimientos ya no están acorde a las necesidades de estas nuevas generaciones ya que los intereses y gustos de estas han cambiado. Así mismo, la forma en la que se les imparten clases deben cambiarse para lograr captar su esencia y dar paso a una clase que sea llamativa y productiva con ellos.
Es momento de reflexionar si realmente los planes y programas no están siendo eficaces por su mal diseño o porque nuestros docentes no se están actualizando constantemente en lo que sería mejor para sus alumnos; hace falta crear esa conciencia docente de la importancia de la investigación, la innovación y la formación constante.
Recordemos esa frustración al dejar una investigación a los alumnos para dar paso a la siguiente clase comenzando con una lluvia de idas, opiniones y debates sobre el tema y nuestros alumnos no realizan la tarea. ¿Qué pasa cuando menos del 40% del grupo hizo la tarea? tu actividad planeada con delicadeza se viene abajo porque no se tiene el primer recurso, la investigación. Lo mismo sucede con los docentes que no investigan ni se actualizan.
Si un docente no se prepara día a día nutriéndose de nuevos conocimientos para sus alumnos no podrá exigir a ellos que lo hagan, si un docente está casado con una teoría, método o proyecto no puede exigir ese espíritu de innovación a sus alumnos.
Entonces maestros, ¿Qué es lo que queremos? Recuerda que tus alumnos son tu reflejo, ¿Quieres un salón de clases aburridos donde tú seas el único que habla o quieres esa clase donde todos, incluyéndote, se han informado y lo hacen constantemente y logran esas clases magistrales de constante participación? Es hora de entender que la formación docente ya no es un privilegio para quienes tienen el tiempo, es una obligación de todos los docentes que se encuentran actualmente en el servicio docente.
LUCERO SÁNCHEZ MORALES es doctorante en Educación, Maestra en Planeación, Evaluación y Gestión Educativa por el CUHE y Licenciada en Pedagogía por la UPN. También es docente frente a grupo en nivel primaria.