Por Salua Atifa Bulhusen Díaz
Tras el fin del dominio japonés sobre la península de Corea en 1945, la división del territorio entre la Unión Soviética, que ocupó la mitad norte, y Estados Unidos, que ocupó la mitad sur, marcó el inicio de una profunda división ideológica. Corea del Norte adoptó un enfoque comunista, mientras que Corea del Sur se alineó con las ideas capitalistas.
En junio de 1950, Corea del Norte, respaldada por la Unión Soviética y China, inició una invasión al Sur con el objetivo de unificar la península bajo un gobierno comunista. Durante los primeros meses casi logra su objetivo al conquistar la mayoría del territorio surcoreano, excepto la región alrededor de la ciudad de Busan. Sin embargo, Corea del Sur, apoyada por Estados Unidos y sus aliados contraatacó con éxito, recuperando la mayor parte del territorio y limitando a los comunistas a dos áreas en la frontera norte con China.
Un armisticio firmado en 1953 puso fin a los feroces combates en la península de Corea, dando como resultado la separación de ambos territorios por la Zona Desmilitarizada (DMZ, por sus siglas en inglés) al no existir un tratado de paz formal; desde entonces, las tensiones han persistido, dejando un legado de hostilidad y desconfianza entre los dos países.
El lunes 18 de marzo de 2024, las fuerzas armadas surcoreanas informaron que Corea del Norte había lanzado un misil balístico en dirección al mar cerca de las costas de Japón y Corea del Sur. Este lanzamiento ocurrió apenas cinco días después de la finalización de los ejercicios militares anuales entre Corea del Sur y Estados Unidos; según medios surcoreanos, este acto no fue bien recibido por el líder norcoreano, quien decidió iniciar sus propios ejercicios militares en respuesta.
A pesar de no ser la primera vez que un misil norcoreano impacta en el mar cercano a su vecino del sur, la tensión entre ambas naciones se ha intensificado en los últimos años, especialmente desde el inicio del mandato del presidente Yoon Suk Yeol. Durante la presidencia del expresidente Moon Jae In (2017-2022), se llevo a cabo una histórica reunión entre las dos Coreas, con el objetivo de promover la cultura, la paz y la desnuclearización de la península, sin embargo, aunque Moon logró mantener cierta estabilidad en la península, la influencia de las actividades militares estadounidenses llevó a Corea del Norte a ignorar los pactos militares intercoreanos y continuar desarrollando armas nucleares.
A pocos meses después de asumir el cargo, Yoon Suk Yeol, el presidente surcoreano, declaró que Corea del Norte era su “principal enemigo” y expresó su negativa a entablar conversaciones con el líder norcoreano a no ser que demuestre su interés en la desnuclearización. Sin embargo, derivado de los eventos entre Rusia y Ucrania en 2022, se ha demostrado el nulo interés de Kim Jong Un por dejar del lado sus armas nucleares, por lo que, Yoon se ha puesto en alerta y señaló que estaba listo para un ataque preventivo en caso de que Corea del Norte diera señales de querer atacar a su vecino del sur.
Entonces, ¿Cuáles serían las implicaciones globales de un conflicto entre las dos Coreas? La respuesta a esta pregunta es clara: Corea del Sur se vería afectada por su lugar prominente en el escenario mundial como proveedor de mercancías y cultura, con ejemplos destacados como el fenómeno K-pop y las series de televisión. Además, del impacto negativo de la guerra en el turismo a gran escala, también provocará un deterioro de la economía y una disminución de la calidad de vida de la población.
Los conflictos militares pasados han demostrado que las consecuencias pueden afectar el Producto Interno Bruto (PIB) mundial, las cadenas de suministro e, incluso, los precios del petróleo. En el caso de la península de Corea, la guerra puede interrumpir el flujo de mercancías a través del puerto de Busan, el quinto más transitado del mundo, provocando retrasos en el sistema just in time que normalmente utilizan los almacenes para mejorar la eficiencia en sus entregas.
No olvidemos que Corea del Sur es líder en la producción y distribución de automóviles y electrónica y, si estalla la guerra, la demanda de estos productos aumentará, pero la capacidad de producción se verá afectada. Además, en el escenario de reconstrucción de la nación surcoreana tras la guerra, también aumentaría la demanda de materiales como acero, aluminio y cemento, que tal vez deban importarse de China, uno de los aliados de Corea del Norte. Esta dependencia de suministros externos podría agregar complejidad a los esfuerzos de reconstrucción y prolongar el proceso de recuperación económica.
Otro efecto directo podrían ser los precios del petróleo, y es importante destacar que Corea del Sur no es un productor de petróleo, por lo que el impacto en la confianza podría hacer que los precios caigan en lugar de subir. En la situación actual, los inversores pueden buscar cosas seguras para invertir su dinero, lo que puede hacer que las monedas de los países en desarrollo se deprecien, y si hay pánico global, la Reserva Federal de Estados Unidos podría poner a disposición grandes cantidades de fondos para inyectar grandes cantidades de liquidez en el mercado, con el objetivo de minimizar los daños en la economía real.
En el caso particular de Corea del Norte, al ser una economía más cerrada, veríamos afectaciones directas en su población con escasez de alimentos y algunos recursos básicos, derivado de la interrupción de suministros y la movilización de recursos para la guerra. De forma política, el aislamiento y la presión diplomática y económica por parte de la comunidad internacional serían mayores; además, existiría el riesgo de que una guerra pueda desestabilizar aún más la región y provocar un conflicto más amplio con consecuencias impredecibles.
La posibilidad de una guerra entre Corea del Norte y Corea del Sur plantea serias preocupaciones y riesgos regionales y globales. Los efectos directos e indirectos del conflicto tendrían efectos devastadores en ambos países, desde la economía hasta la seguridad y el bienestar de los ciudadanos. Aunque se han hecho intentos de establecer un foro de paz en la península, se espera que, en el futuro, bajo el liderazgo de diferentes gobernantes, el rumbo de las relaciones intercoreanas cambie completamente a favor de ambos países.
SALUA ATIFA BULHUSEN DÍAZ es estudiante de la Licenciatura en Negocios Internacionales de la ESCA Santo Tomás del IPN.