Por: Axel Ariel Ibañez Yañez
“Zhong guo”, que significa “país del centro” es el nombre acuñado para uno de los Estados con mayor antigüedad y transformación a lo largo de 3500 años: La República Popular de China. Pasados dos siglos desde la Revolución Francesa y el Imperio napoleónico, aún quedan inmortalizadas las advertencias del entonces Emperador Napoleón: “Dejar dormir a China, porque cuando despierte, el mundo temblará”. Desde el inicio del siglo XXI el mundo ha visto renacer a una de las naciones que no figuraba en el escenario internacional después de la aparición del mundo unipolar liderado por Estados Unidos.
China ha sido uno de los Estados que más cambios ha tenido desde el nacimiento de los Estados-Nación, iniciando por descubrimientos tempranos como fue el caso de la pólvora; atravesando por guerras con vecinos cercanos (Guerra China-Japón) e incluso con Estados situados en el occidente (Guerras del Opio). Sin embargo, las últimas décadas el mundo ha visto cómo China experimenta un crecimiento económico y comercial sin precedentes, convirtiéndose en la segunda economía más grande en el 2023 (Con base en información occidental). Desde las reformas en la década de 1970 impulsadas por Deng Xiaoping, el país asiático ha sufrido un rápido crecimiento económico; ciertas reformas fueron impuestas en un país comunista a pesar de tener procedencia liberalista. Esta agenda nacional incluía propuestas como la apertura de China a la inversión extranjera, la privatización de las empresas estatales y la adopción de políticas de libre mercado. Además, el crecimiento poblacional y la inversión masiva en infraestructura fueron claves para dar el salto inicial para el dragón asiático.
Ahora, es importante establecer una teoría de las relaciones internacionales para estudiar el auge de esta super potencia, no obstante, las características que ha mostrado el actual gobierno combinan a múltiples doctrinas. Esto ha desatado diversos debates sobre cuál debería de utilizarse para analizar al país asiático o si debiera crearse una nueva teoría basada en la perspectiva oriental. Por ahora el neorrealismo y el liberalismo son enfoques precisos del comportamiento chino.
Con la crisis de 2008 los sistemas económicos y financieros se vieron afectados a nivel mundial principalmente por el dominio y el impacto generalizado por la hegemonía de Estados Unidos, la cual terminó perjudicando a todos los mercados internacionales. Para China, el inicio de un sistema anárquico nacía ante el escenario internacional y el desequilibrio de poder se acentuaba un poco más, por lo que, en búsqueda de la seguridad nacional y ante el riesgo de quedar rezagado en la comunidad internacional, China aplicó un ascenso pacífico con la finalidad de convertirse en un actor visible, decadente en armamento militar, pero con presencia fuerte en ámbitos de interés internacional. Fue una nación que, bajo sus intereses neorrealistas, no intervino firmemente en asuntos de debate internacional pero tampoco permitió la influencia de políticas occidentales durante su desarrollo y crecimiento.
Por otro lado, la teoría liberalista se basa en un sistema político, social y económico que le da importancia a las libertades individuales y el progreso de la sociedad. A pesar de considerarse un país comunista después del final de la guerra fría, China formó parte activa dentro de la ONU y otros organismos internacionales, tales como la Organización Mundial del Comercio, una instancia donde nadie creía que participaría activamente, aunque hoy en día es el país que más participación tiene en el comercio exterior.
Asimismo, los empresarios chinos han sido vitales en el proceso de expansión de la propiedad privada alrededor de todo el mundo, aunado al papel preponderante el propio gobierno. Un ejemplo de esto es la creación de la Nueva Ruta de la Seda, iniciativa lanzada por Pekín en 2013. Esta iniciativa busca crear cooperación entre diversos países del continente asiático y africano para incrementar el poderío chino en la geopolítica actual, reforzando su interés nacional de crecimiento y compartiendo las bases liberalistas del progreso económico.
A pesar de fomentar iniciativas liberalistas, este país se aleja del sistema internacional liberal, el cual está conformado por aquellos países que se comprometen con la cesión de poder a las instituciones internacionales y que también defienden los derechos humanos, hechos que China no ha demostrado en el contexto actual con su explotación industrial y la falta de intervención en conflictos generacionales de la región (Ejemplo, Taiwán).
Opuesto a lo anterior, ante el crecimiento del liberalismo económico, la creación de los BRICS ha generado nuevos paradigmas en el mundo actual, ya que las relaciones occidentales no son núcleo central de esta organización y las decisiones de sus países integrantes desafían a los organismos integrados hace décadas, generando nuevas instituciones como el Banco de Desarrollo de los BRICS. En el ámbito político, el auge de China ha incrementado su participación con el resto de los actores internacionales en áreas como el cambio climático, el terrorismo, el desarrollo sostenible y conciliación en conflictos internacionales, como la guerra.
En conclusión, el esplendor del dragón asiático puede ser analizado desde diversas teorías, sin embargo, es complicado encontrar una que se adecúe totalmente al comportamiento y a las acciones que el país ha tomado en el ámbito internacional. Las teorías neorrealista y liberalista forman parte del análisis de las políticas y del crecimiento exponencial que ha tenido el país pero que no terminan de convencer al sistema internacional sobre cuál es la verdadera postura que manifiesta con respecto a las actuales relaciones internacionales. Cabe destacar que no se puede descartar la creación de una nueva corriente que abarque los conceptos teóricamente innovadores y críticos sobre las prácticas chinas en el mundo, por lo que una teoría china puede descentralizar el conocimiento e impulsar a los analistas de las relaciones internacionales a examinar las tendencias preponderantes en los últimos años. La esperanza de desarrollar una teoría de las relaciones internacionales más universal queda en manifiesto y con ello se da la pauta a las siguientes generaciones de académicos para criticar a la hegemonía del poder contemporáneo y en consecuencia romper con el estatus quo de la ordenanza convencional.
AXEL ARIEL IBAÑEZ YAÑEZ es alumno de la Licenciatura en Negocios Internacionales de la ESCA Santo Tomás