/ jueves 11 de mayo de 2023

La revancha de Oriente

China, el segundo país más grande de Asia (después del euroasiático Rusia), ha estado tomando fuerza en los últimos años cambiando en gran manera comparado con lo que fue en el pasado. El país asiático ya no hace justicia a la frase “es chino” cuando hablamos de algún producto de mala calidad, pues si destaca hoy por hoy es, entre otras cosas, es por la alta calidad de los productos fabricados en ese país. Brevemente, se puede ver su cambio conociendo datos como que China ocupa la posición de mayor exportador e importador de bienes en el mundo, que es reconocida como una potencia industrial y, hablando económicamente, normalmente la encontramos en el segundo lugar como mayor economía del mundo después del gigante de la región americana, Estados Unidos.

El nivel como potencia que la nación tiene en la actualidad puede tomarse como el primer paso de una revancha a la situación humillante que ha vivido y que se ha ido alimentando con el tiempo, pues como recordaremos, China ha sido obligada a abrirse al comercio exterior en el pasado, tuvo que dejar de ser una economía cerrada y abrir cinco de sus puertos al exterior tras las Guerras del opio con Gran Bretaña. Fue también obligada a pagar indemnizaciones y firmar tratados que permitían a países como Estados Unidos, Rusia, Francia o Alemania tener influencia económica en la región, imponiendo sus intereses y repartiéndose los puertos y zonas frente al imperio chino, siendo finalmente invadidos y perseguidos, un poco del desagradable historial que sin duda ha generado algún tipo de resentimiento en el pueblo chino.

La rivalidad entre Estados Unidos y China se ha incrementado en las últimas décadas, y a pesar de que tras la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos llegó a apoyar abiertamente a China, eso no ha borrado el vivir opacado siempre por la potencia americana.

Al pensar en los antiguos ideales chinos que aún persisten en la actualidad, sobre ser el centro del mundo, donde el resto de los países solo están a su alrededor, cobra sentido que Xi Jinping, el Presidente de la República Popular China, aparezca en los medios de comunicación hablando sobre un enfoque global con el que todos los países puedan alinearse, un mismo marco de referencia bajo el qué regirse y con el que todo funcione como funciona China hoy en día. El actual presidente Xi Jinping es el ejemplo claro de la vida que llevaron muchos chinos y que ha propiciado que se forme una idea de invertir los papeles. Es el caso del país que tuvo que transformarse y sobresalir para poder tener una buena posición frente al resto del mundo.

Sus intenciones han sido expuestas abiertamente, el presidente chino ha reconocido su estrategia encaminada a la hegemonía que quiere para el mundo, comenzando con alianzas estrechas de cooperación con países como Rusia o incluso, aunque no públicamente, Corea del Norte. La idea que Xi Jinping tiene para el mundo es unificar naciones que adopten el modelo que impera en su país, un modelo donde la democracia y la libertad de expresión no figuran, dando lugar a un nuevo orden mundial donde occidente no pueda tener voz ni voto, y si es posible, donde no exista.

Estados Unidos ha sido por años el competidor directo de China en distintos aspectos y ha liderado occidente con su ideal capitalista que se opone al socialismo del país asiático; y no es absurdo pensar que el mundo puede o deba inclinarse totalmente en algún momento por alguna de las dos corrientes. Después de todo, tal como hace unas décadas atrás, Europa era la representación de estabilidad económica o el destino perfecto para viajar o estudiar por el prestigio que daba, sin embargo, lo cierto es que la región europea ya no es lo que alguna vez fue y ahora temas como el terrorismo o la migración, así como los recuerdos del colonialismo masivo, pesan, y si bien aún persisten esos estereotipos, lo cierto es que algunos hoy podrían pensar primero en China antes que otro país de Europa, a pesar de la dictadura.

Por otro lado, China ha estado ganando territorios que Estados Unidos ha dejado abandonados en un aspecto comercial, hecho que solo le dará más fuerza y expansión con el tiempo, y algunos países tal vez comiencen a preguntarse qué les conviene más. ¿Qué podría, por ejemplo, sacrificar un país latinoamericano por que China lo voltee a ver? Tal vez es tiempo de comenzar a preguntarse que si, como cierto país en el caribe con Estados Unidos, Latinoamérica permitiría que se interviniera políticamente en los gobiernos por mejorar económica y comercialmente, o en el peor de los casos, que no haya tiempo de preguntárselo y decidir, sino verse obligados a alinearse al sistema chino, pues no se puede pasar por alto el discurso en el que China reconoció que busca reunificarse con Taiwán pacíficamente, pero no descarta recurrir a otros medios, como lo hizo Rusia con Ucrania.

Con este contexto, es inevitable pensar que en cualquier momento uno de los bandos pueda actuar y poner en marcha el plan en busca del nuevo orden mundial, y más aún preguntarse qué países figurarán como aliados de cada parte, o las posiciones que tomarán de acuerdo con sus intereses, pues ambas potencias, Estados Unidos y China, tienen a su lado países que los apoyan, sea abiertamente o por debajo del agua. Los ideales de occidente y oriente son claros, pero no queda más que estar a la expectativa, pues el rumbo que tomará el mundo es totalmente incierto.

Diana Luz Esquivel Ceballos

Alumna de la Licenciatura en Negocios Internacionales de la ESCA Santo Tomás

China, el segundo país más grande de Asia (después del euroasiático Rusia), ha estado tomando fuerza en los últimos años cambiando en gran manera comparado con lo que fue en el pasado. El país asiático ya no hace justicia a la frase “es chino” cuando hablamos de algún producto de mala calidad, pues si destaca hoy por hoy es, entre otras cosas, es por la alta calidad de los productos fabricados en ese país. Brevemente, se puede ver su cambio conociendo datos como que China ocupa la posición de mayor exportador e importador de bienes en el mundo, que es reconocida como una potencia industrial y, hablando económicamente, normalmente la encontramos en el segundo lugar como mayor economía del mundo después del gigante de la región americana, Estados Unidos.

El nivel como potencia que la nación tiene en la actualidad puede tomarse como el primer paso de una revancha a la situación humillante que ha vivido y que se ha ido alimentando con el tiempo, pues como recordaremos, China ha sido obligada a abrirse al comercio exterior en el pasado, tuvo que dejar de ser una economía cerrada y abrir cinco de sus puertos al exterior tras las Guerras del opio con Gran Bretaña. Fue también obligada a pagar indemnizaciones y firmar tratados que permitían a países como Estados Unidos, Rusia, Francia o Alemania tener influencia económica en la región, imponiendo sus intereses y repartiéndose los puertos y zonas frente al imperio chino, siendo finalmente invadidos y perseguidos, un poco del desagradable historial que sin duda ha generado algún tipo de resentimiento en el pueblo chino.

La rivalidad entre Estados Unidos y China se ha incrementado en las últimas décadas, y a pesar de que tras la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos llegó a apoyar abiertamente a China, eso no ha borrado el vivir opacado siempre por la potencia americana.

Al pensar en los antiguos ideales chinos que aún persisten en la actualidad, sobre ser el centro del mundo, donde el resto de los países solo están a su alrededor, cobra sentido que Xi Jinping, el Presidente de la República Popular China, aparezca en los medios de comunicación hablando sobre un enfoque global con el que todos los países puedan alinearse, un mismo marco de referencia bajo el qué regirse y con el que todo funcione como funciona China hoy en día. El actual presidente Xi Jinping es el ejemplo claro de la vida que llevaron muchos chinos y que ha propiciado que se forme una idea de invertir los papeles. Es el caso del país que tuvo que transformarse y sobresalir para poder tener una buena posición frente al resto del mundo.

Sus intenciones han sido expuestas abiertamente, el presidente chino ha reconocido su estrategia encaminada a la hegemonía que quiere para el mundo, comenzando con alianzas estrechas de cooperación con países como Rusia o incluso, aunque no públicamente, Corea del Norte. La idea que Xi Jinping tiene para el mundo es unificar naciones que adopten el modelo que impera en su país, un modelo donde la democracia y la libertad de expresión no figuran, dando lugar a un nuevo orden mundial donde occidente no pueda tener voz ni voto, y si es posible, donde no exista.

Estados Unidos ha sido por años el competidor directo de China en distintos aspectos y ha liderado occidente con su ideal capitalista que se opone al socialismo del país asiático; y no es absurdo pensar que el mundo puede o deba inclinarse totalmente en algún momento por alguna de las dos corrientes. Después de todo, tal como hace unas décadas atrás, Europa era la representación de estabilidad económica o el destino perfecto para viajar o estudiar por el prestigio que daba, sin embargo, lo cierto es que la región europea ya no es lo que alguna vez fue y ahora temas como el terrorismo o la migración, así como los recuerdos del colonialismo masivo, pesan, y si bien aún persisten esos estereotipos, lo cierto es que algunos hoy podrían pensar primero en China antes que otro país de Europa, a pesar de la dictadura.

Por otro lado, China ha estado ganando territorios que Estados Unidos ha dejado abandonados en un aspecto comercial, hecho que solo le dará más fuerza y expansión con el tiempo, y algunos países tal vez comiencen a preguntarse qué les conviene más. ¿Qué podría, por ejemplo, sacrificar un país latinoamericano por que China lo voltee a ver? Tal vez es tiempo de comenzar a preguntarse que si, como cierto país en el caribe con Estados Unidos, Latinoamérica permitiría que se interviniera políticamente en los gobiernos por mejorar económica y comercialmente, o en el peor de los casos, que no haya tiempo de preguntárselo y decidir, sino verse obligados a alinearse al sistema chino, pues no se puede pasar por alto el discurso en el que China reconoció que busca reunificarse con Taiwán pacíficamente, pero no descarta recurrir a otros medios, como lo hizo Rusia con Ucrania.

Con este contexto, es inevitable pensar que en cualquier momento uno de los bandos pueda actuar y poner en marcha el plan en busca del nuevo orden mundial, y más aún preguntarse qué países figurarán como aliados de cada parte, o las posiciones que tomarán de acuerdo con sus intereses, pues ambas potencias, Estados Unidos y China, tienen a su lado países que los apoyan, sea abiertamente o por debajo del agua. Los ideales de occidente y oriente son claros, pero no queda más que estar a la expectativa, pues el rumbo que tomará el mundo es totalmente incierto.

Diana Luz Esquivel Ceballos

Alumna de la Licenciatura en Negocios Internacionales de la ESCA Santo Tomás