Por Vanesa Janet Márquez Martínez
La globalización es un fenómeno que ha ido evolucionando a través de los años, pasando de entenderse como un conjunto de productos cuyo proceso de producción y suministro se lleva a cabo en diferentes países para comercializarse en todo el mundo, a referirse a un intercambio político, económico y social que traspasa fronteras ya no solo a través del comercio, sino mediante la inteligencia artificial y todas aquellas innovaciones que la acompañan como las redes sociales, medio comunicativo que se utiliza en su mayoría como publicitario y propagandístico; recordando que hay una clara diferencia entre estos dos términos y, tomando en cuenta lo que se dijo anteriormente respecto al nuevo concepto que ha ido adoptando la globalización, las redes sociales hoy en día cumplen una función más propagandística, inculcando diferentes ideologías a través de imágenes, situaciones (como lo que acaba de ocurrir en la embajada de México en Quito, Ecuador) e incluso, personas.
En la actualidad es posible que conozcas características importantes sobre alguna cultura de un país lejano y poco mencionado en los medios, como Nepal, debido a que eres un consumidor recurrente de deporte, música, arte o alguna otra ciencia interdisciplinaria que te orilla a indagar sobre el qué, cómo o cuándo de alguien o algo. En otras palabras, un tanto menos académicas, la globalización hoy en día se puede resumir en un chisme, un conjunto de palabras, imágenes, ropa, videos, opiniones, influencias, marcas, etc., que, pese a que no tengan el poder intelectual, político o social, tienen un poder económico cuya finalidad regularmente es algo mucho más grande e importante que termina por recaer en lo social o político y posee la habilidad de hacerte creer algo, cambiar tu ideología, opinión y forma de vida.
La regionalización es justamente esto último, un mundo regido por lo comercial y económico, un mundo que conocemos perfectamente porque es en el que vivimos. Por otro lado, en cuanto a regionalismo, en el presente artículo hacemos referencia a aquella forma de integración que responde a una forma de unión entre naciones, una unión utópica (idealista) en el sentido en que tiene que responder a temas sociales. El regionalismo pretende unificar la forma de ser de cada país, despojándolo de uno de los principios de derecho constitucional, la soberanía. ¿Será posible que un mexicano quiera dejar de serlo y arraigarse o adoptar el modo de vida estadounidense? ¿Tú lo harías? Muy probablemente sí, pero ¿Será posible que un estadounidense abandone todo por ser parte de las costumbres mexicanas? Lo dudo.
Con ayuda de estos tres conceptos, globalización, regionalización y regionalismo podemos dar una respuesta a la problemática ¿Regionalización o regionalismo?
Actualmente existen organismos internacionales, leyes, acuerdos y tratados que rigen la manera en cómo se relaciona el mundo, es curioso porque en el mundo de los negocios, depende de a qué grupo o alianza estratégica pertenezcas la forma en la que te perciben y tratan los demás. Pongamos un ejemplo cercano, ¿Qué sería de San Vicente y las Granadinas si no perteneciera a la CARICOM?, o incluso ¿Qué sería de México si no hubiese firmado el TLCAN ahora T-MEC? ¿Podría ser que hoy las negociaciones con China fueran más fáciles o tendríamos un tratado comercial directo con ellos? Nadie lo sabe, pero lo que sí se puede afirmar es que la entrada en vigor en aquel año 1994 de este Tratado puso los términos y condiciones de lo que México sería en un futuro y sus oportunidades de desarrollo.
Integraciones como el CARICOM y tratados comerciales como el T-MEC representan aquello que se denomina regionalización, aquella forma de “hacer equipo” y que responde únicamente a temas económicos y comerciales. ¿Es posible que China esté interesada en abrir rutas comerciales en África a pesar de que es el continente con los más altos índices de analfabetismo? Pues lo está haciendo. A la regionalización no le interesan temas como la educación, la migración, la demografía, entre otros, tal vez sí le preocupen y tenga que controlar ciertas cosas respecto a estos factores para el logro de sus objetivos, pero no le interesa cambiar/mejorar estos aspectos.
Toda gira siempre sobre un eje: ¿Quién tiene el poder y la facilidad económica para hacer las cosas? Así como en tu familia, con tus amigos o en cuestiones escolares, aquel que tiene el poder económico también tiene el poder de la palabra y las decisiones, bueno pues, esto mismo ocurre con los países.
Como pudimos ver a lo largo del texto hay una clara diferencia entre el regionalismo y la regionalización, es simple, la primera no se ha logrado ni por la Unión Europea (considerada un modelo de integración) y la segunda es la que nos conviene a todos. Pero, pese a todos los argumentos que aquí he redactado, el regionalismo es una forma de integración ideal en el sentido que vela por un mundo justo e igualitario, donde todos tengan oportunidades y derecho a expresarse, a recibir una educación, a la seguridad, a un territorio, derechos sociales indispensables para todos.
Desgraciadamente o afortunadamente para unos cuantos, hace ya mucho tiempo la globalización impuso una forma de vida, en donde el mundo se rigiera por los negocios y las ganancias. Muchos estudiosos del tema argumentan que, aunque se pretendiese lograr un regionalismo, primero habría que velar por lo económico y lo comercial y, dado la situación actual, muy probablemente sea eso cierto, pero ¿Qué pasaría si en lugar de eso, para lograr una regionalización primero fuese necesario pasar por el regionalismo y, de la mano, garantizar derechos sociales (lo mínimo indispensable) para todos los seres humanos? Posiblemente el mundo entonces sería un lugar mejor, o tal vez no y la validez de esto último sea nula por el hecho de que la misma historia indica que no es factible. Aun así, para quien me lee, propondría como línea de investigación esta última cuestión.
VANESA JANET MÁRQUEZ MARTÍNEZ es estudiante de la Licenciatura en Negocios Internacionales de la ESCA Santo Tomás del IPN.