/ lunes 15 de abril de 2019

Indolencia medica; indolencia legal

El 10 de julio del año pasado El Sol de México y prácticamente todos los medios informativos del país informaron: “Denuncian muerte de al menos diez bebés en un hospital de Cuernavaca”

El 10 de julio del año pasado El Sol de México y prácticamente todos los medios informativos del país informaron: “Denuncian muerte de al menos diez bebés en un hospital de Cuernavaca”.

La nota abundaba: “Patricia Aguirre, quien perdió a sus gemelos, una niña y un niño, que nacieron el 22 de mayo, destacó que cuando sus hijos empezaron a ponerse graves los doctores les informaron que se trató de una bacteria y comentó que ya estaban recibiendo un tratamiento con antibióticos”.

Lamentablemente no sólo fallecieron los recién nacidos debido a una infección producida por un brote epidemiológico en la Unidad de Cuidados Especiales Neonatales del Hospital General, José G. Parres de Cuernavaca, Morelos, sino presenciamos los morelenses la indolencia de los responsables, como la que tuvo la Secretaria de Salud del estado, en ese momento, Patricia Mora González, quien quiso atribuir la muerte de los bebés a una situación “multifactorial”: “Malformaciones incompatibles con la vida”, nacimientos “prematuros extremos”, justificó.

Al menos, hasta el momento se desconoce resultados de necropsia alguna, salvo la versión que dio a medios Mora González, quien tampoco dijo por qué coincidieron las muertes con las supuestas “malformaciones incompatibles con la vida” y si los “prematuros” murieron por un problema llamado, por ejemplo, “tetralogía de Fallot” que causa niveles bajos de oxígeno en la sangre, presentando cianosis (una coloración azulada y púrpura de la piel).

Lo lamentablemente también es que, a nueve meses de aquellas muertes de inocentes, la Fiscalía General del estado de Morelos, indolentemente, no ha resuelto las cinco carpetas de investigación que se abrieron ni ha fincado responsabilidades penales en contra de los probables responsables.

Se ha negado atender y desahogar una serie de periciales propuestas por los abogados de los padres de familia. Esta negativa, evidencia las graves omisiones en las que han incurrido los fiscales responsables de la investigación que sólo han generado sospechas fundadas de un claro encubrimiento en donde, desde luego, tiene gran responsabilidad la administración anterior.

Las investigaciones que no han sido desahogadas son: pericial en medicina neonatal, pericial en medicina gineco-obstetricia y perinatología, y la pericial en epidemiología, que son claves para definir las causas del fallecimiento de los nueve recién nacidos, y así poder deslindar responsabilidades entre el cuerpo médico de dicho hospital.

De acuerdo con los protocolos epidemiológicos de la Secretaría de Salud, en el momento en que se detectó el fallecimiento de uno o dos recién nacidos por bacterias, la Secretaría de Salud debió ordenar el cierre total de la Unidad de Cuidados Especiales Neonatales, para evitar que otros recién nacidos se infectaran de la bacteria, lo que no ocurrió.

La bacteria (Klebsiella Pneumoniae) que posiblemente provocó las muertes, fue estudiada por la Secretaría de Salud. Se analizaron 14 casos probables, cinco confirmados y tres bebés fallecidos, sin embargo, a la fecha, no se tiene más información, ni se conoce acción administrativa emprendida por parte de esta secretaría y menos de la fiscalía estatal.

La semana pasada me acompañaron a la sede del Senado de la República, padres de familia de los nueve bebés que fallecieron. Presentaré un punto de acuerdo para exhortar al gobierno del estado de Morelos, instruya a la Secretaría de Salud, informe de manera detallada las acciones administrativas emprendidas y los resultados en relación con los que fallecieron.

Es primordial, también, que la Fiscalía General estatal presente un informe concreto sobre las acciones legales emprendidas por las muertes, se asista y repare el daño, en la medida de lo posible a familiares.

El problema, insisto, es la indolencia de los responsables que no cumplieron con los “protocolos de higiene mínimos extremos”, pero, sobre todo, porque se pierde esa sensibilidad que debe tener toda aquella persona dedicada a la profesión médica, sea quien sea quienes están obligados a cumplir el “Juramento hipocrático” que, además del respeto a la vida, señala: “Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones”.

El 10 de julio del año pasado El Sol de México y prácticamente todos los medios informativos del país informaron: “Denuncian muerte de al menos diez bebés en un hospital de Cuernavaca”.

La nota abundaba: “Patricia Aguirre, quien perdió a sus gemelos, una niña y un niño, que nacieron el 22 de mayo, destacó que cuando sus hijos empezaron a ponerse graves los doctores les informaron que se trató de una bacteria y comentó que ya estaban recibiendo un tratamiento con antibióticos”.

Lamentablemente no sólo fallecieron los recién nacidos debido a una infección producida por un brote epidemiológico en la Unidad de Cuidados Especiales Neonatales del Hospital General, José G. Parres de Cuernavaca, Morelos, sino presenciamos los morelenses la indolencia de los responsables, como la que tuvo la Secretaria de Salud del estado, en ese momento, Patricia Mora González, quien quiso atribuir la muerte de los bebés a una situación “multifactorial”: “Malformaciones incompatibles con la vida”, nacimientos “prematuros extremos”, justificó.

Al menos, hasta el momento se desconoce resultados de necropsia alguna, salvo la versión que dio a medios Mora González, quien tampoco dijo por qué coincidieron las muertes con las supuestas “malformaciones incompatibles con la vida” y si los “prematuros” murieron por un problema llamado, por ejemplo, “tetralogía de Fallot” que causa niveles bajos de oxígeno en la sangre, presentando cianosis (una coloración azulada y púrpura de la piel).

Lo lamentablemente también es que, a nueve meses de aquellas muertes de inocentes, la Fiscalía General del estado de Morelos, indolentemente, no ha resuelto las cinco carpetas de investigación que se abrieron ni ha fincado responsabilidades penales en contra de los probables responsables.

Se ha negado atender y desahogar una serie de periciales propuestas por los abogados de los padres de familia. Esta negativa, evidencia las graves omisiones en las que han incurrido los fiscales responsables de la investigación que sólo han generado sospechas fundadas de un claro encubrimiento en donde, desde luego, tiene gran responsabilidad la administración anterior.

Las investigaciones que no han sido desahogadas son: pericial en medicina neonatal, pericial en medicina gineco-obstetricia y perinatología, y la pericial en epidemiología, que son claves para definir las causas del fallecimiento de los nueve recién nacidos, y así poder deslindar responsabilidades entre el cuerpo médico de dicho hospital.

De acuerdo con los protocolos epidemiológicos de la Secretaría de Salud, en el momento en que se detectó el fallecimiento de uno o dos recién nacidos por bacterias, la Secretaría de Salud debió ordenar el cierre total de la Unidad de Cuidados Especiales Neonatales, para evitar que otros recién nacidos se infectaran de la bacteria, lo que no ocurrió.

La bacteria (Klebsiella Pneumoniae) que posiblemente provocó las muertes, fue estudiada por la Secretaría de Salud. Se analizaron 14 casos probables, cinco confirmados y tres bebés fallecidos, sin embargo, a la fecha, no se tiene más información, ni se conoce acción administrativa emprendida por parte de esta secretaría y menos de la fiscalía estatal.

La semana pasada me acompañaron a la sede del Senado de la República, padres de familia de los nueve bebés que fallecieron. Presentaré un punto de acuerdo para exhortar al gobierno del estado de Morelos, instruya a la Secretaría de Salud, informe de manera detallada las acciones administrativas emprendidas y los resultados en relación con los que fallecieron.

Es primordial, también, que la Fiscalía General estatal presente un informe concreto sobre las acciones legales emprendidas por las muertes, se asista y repare el daño, en la medida de lo posible a familiares.

El problema, insisto, es la indolencia de los responsables que no cumplieron con los “protocolos de higiene mínimos extremos”, pero, sobre todo, porque se pierde esa sensibilidad que debe tener toda aquella persona dedicada a la profesión médica, sea quien sea quienes están obligados a cumplir el “Juramento hipocrático” que, además del respeto a la vida, señala: “Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones”.

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