/ martes 18 de octubre de 2022

Ay mis chichis

Isadora Escobedo


El día que cumplí 40 sabía que, inevitablemente, tendría que acudir a la cita. Sin embargo el encierro por Covid me dio pretexto para no acercarme a ningún médico durante los siguientes dos años. Ya con 43 era impostergable. Debía enfrentarme a eso que mi madre y mis amigas temían tanto… el mastógrafo.

En el último ultrasonido mamario supe que tenía fibrosis mamaria, así que estaba preocupada por haber interrumpido la revisión anual pues, aunque mi medica aclaró que no debía inquietarme, me recomendó una mayor atención en la autoexploración y regularidad en la realización de los estudios.

Acudí a la cita bastante apesadumbrada, pero decidida a no pensar en el dolor y la incomodidad que narraban otras mujeres. Sabía que me aplastarían mis queridas chichitas, que no había alternativa, ni marcha atrás.

En el consultorio fui tratada con delicadeza y respeto. Decidí confiar y dejarme llevar. Me quité la blusa, el top, los pircings y me preparé para el suplicio.

La enfermera accionó la máquina y la prensa empezó a moverse. Tuve terror, pero respiré hondo y me contuve preparándome para aguantar. Empecé a sentir la compresión que, en mis pesadillas, culminaría en una explosión solar…

Entonces, y antes de la catástrofe, la máquina se detuvo y la presión cedió.

Cambié la posición y se repitió la operación.

Salí de ahí con la sensación de haber librado una batalla, sintiéndome valiente, y al mismo tiempo, dramática y exagerada. Desde ese día he pensado constantemente en todas las vueltas que le di y en el gran desasosiego que me causó pensar en acudir a esa cita. Mis bubis no explotaron… ni siquiera me dolieron, es decir, no más que cualquier apretón durante una noche de placer…

Una semana después la doctora llamó pidiéndome que completara el estudio con un ultrasonido pues se detectó la presencia de 2 quistes e inflamación en ganglios.

Traté de no alarmarme, pero, ¿cómo no hacerlo?, ante mi estaba la posibilidad de un giro vital. Decidí hacer la cita inmediatamente, para abreviar el insomnio que se avecinaba. Pasaron 3 largos días con sus noches llenas de fantasías sobre decadencia y muerte… Me prometí hacer mi testamento y tomar las previsiones para preparar el momento fatal. Durante el día no podía evitar mirar a mi hija con esa nostalgia de aquello que no se ha vivido, la añoranza de perderme de su vida, los nietos, el futuro…

Finalmente llamaron. La voz dijo “la doctora le escribirá por mensaje”. Corrí al teléfono, me detuve y respiré preparándome para la terrible noticia. El texto decía: “no hay de qué preocuparse, los dos quistes son benignos. Nos vemos en un año”... ¡Ufff! ¡sentí que el alma regresaba a mi cuerpa! ¡mis chichis estaban bien, seguían siendo mis sensuales y adoradas chichis! ¡nada siniestro pasaría!

Desde entonces cuento con frecuencia mi experiencia animando a mis amigas a no postergar la mastografía, que por tranquilidad y responsabilidad, resulta la mejor alternativa para detectar a tiempo el cáncer de mama, la principal causa de muerte entre las mexicanas.


Isadora Escobedo Contreras

isadoraescobedo@gmail.com


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