La apropiación artística de los arquetipos sociales

Diócesis de Cuernavaca

Ramón Castro Castro

  · jueves 19 de diciembre de 2019

Obispo Ramón Castro Castro / Froylán Trujillo | El Sol de Cuernavaca

Respecto a la imagen del Zapata Gay así como la reciente serie de Netflix “La primera tentación de Cristo” donde presentan a Cristo como gay, es mi deber como pastor de la Iglesia argumentar respetuosamente nuestra inconformidad respecto a tal osadía desmesurada e imprudente, la cual hiere la susceptibilidad de quienes tenemos estos arquetipos fundacionales como base de nuestros valores sociales.

Definitivamente esto no tendrá más que un impacto mediático efímero pero no por ello nuestro silencio.

El deseo intempestivo de ostentar por necedad o intransigencia dolosa la apropiación de ciertos valores referenciales de identidad colectiva puede socavar los límites semióticos en pro de una sociabilidad respetuosa de las diferencias. La provocación intencionada o no de la producción artística es legítima en la medida de su interpelación argumentativamente crítica, no obstante azuzar las narrativas de arquetipos civilizatorios es un atrevimiento insensato al no ser empático ni respetuoso ante dichos imaginarios fundacionales de una sociedad.

Creo en la libertad de expresión y en la crítica fundamentada, pero no en la obstinada pretensión de apropiarse de otras creencias o valores para ironizar o tergiversar lo que no nos pertenece. No tenemos el derecho absoluto para incurrir en la fe que no creemos o enarbolar mis ideales particulares manipulando figuras históricas que pertenecen a un imaginario colectivo de identidad social. ¿Qué sucedería si también nosotros hiciéramos ironía o ridiculizáramos la preferencia sexual homosexual de manera pública y mediática? Sin duda se sentirían profundamente ofendidos y procederían legalmente.

El respeto al derecho ajeno es la paz, dice el Benemérito de las Américas, sin embargo pareciera que sólo los derechos de las minorías parecieran tener todo los derechos sobre los demás; peor aún, el transgredir irreverentemente el derecho de los demás sin menoscabo. Nuestros derechos deben ser ejercidos para el bien común y la pacificación no para la polarización y el encono social. La cordialidad mutua es un signo de madurez en medio de nuestras profundas diferencias. No podemos vulnerar tan banalmente la convivencia social con tales arrojos sin mayor trascendencia.

A mi parecer dicha liberta ideologizada está enmarañada de la invasión a los arquetipos sociales para tratar de visualizarse, quizá porque no encuentran otra manera de hacerlo mediáticamente. Quizás sus discursos no tienen tanta fuerza de convencimiento que necesitan de la apropiación tergiversada de otros arquetipos sociales ajenos a su ideología para lograr que su afán de ser tomados en cuenta tenga eco. Si es así, me parece un artilugio deleznable.

Como cristianos no necesitamos ironizar ni mucho menos ridiculizar a quienes piensan distinto, nuestros discursos aún son vigorosos, no han caducado y tenemos el ímpetu de estarlos revitalizándolos al paso del tiempo con la fe que profesamos, no requerimos enarbolar arquetipos sociales que no nos pertenecen, nuestra credibilidad no está en la mediatización desleal sino el testimonio milenario de tantas vidas y obras de caridad para el mundo y no en el hostigamiento sistemático hacia los que piensan diferente a nosotros. Yo los invito más bien, a reforzar desde sus principios sus ideales, sin violentar el de los demás.


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