“El político es un hacedor, un constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista, y pragmática, aún más allá de su propio país.”
Papa Francisco
Nos encontramos con el punto medular de la praxis de esta encíclica; este V capítulo versa sobre la reivindicación de la política como el mayor acto de la caridad social, pero también sin perder la agudeza crítica con la cual el Papa ha escrito su Fratelli Tutti, devela el uso inadecuado del populismo y del liberalismo del mercado, como esos imaginarios políticos que se han transfigurado en una demagogia mediática de totalitarismo que han usurpado los más nobles ideales de la política.
El obispo de Roma nos pide estar atentos a concebir la política no desde la polarización ideológica, porque esta división binaria de etiquetar a los políticos es una espada de doble filo “para desacreditarlo injustamente o para enaltecerlo en exceso”, ninguna de las dos nos favorecen. Por ello nuestra elección está más allá de un partido o persona sino de un destino común que él llama “un proyecto de transformación y crecimiento que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común” Hemos de evitar a toda costa la perpetuación del poder de los que lo han ostentado desde hace mucho tiempo atrás o desean hacerlo.
Para el Papa los populismos sanos deben estar abiertos a “nuevas síntesis incorporando al diferente (…) con la disposición a ser movilizado, cuestionado, ampliado, enriquecido por otros, y de ese modo puede evolucionar” y respecto a sus proyectos de asistencia menciona que “los planes asistencialistas, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras”, por ello propone la generación de oportunidades y potencialidades del trabajo “Esa es la mejor ayuda al pobre, el mejor camino hacia una existencia digna (…) ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias” “no existe mayor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajador.”
Respecto al neoliberalismo coincide con el filósofo Paul Ricoeur “no hay de hecho vida privada si no es protegida por un orden público (…) con la condición de un mínimo de bienestar asegurado por la división de trabajo, los intercambios comerciales, la justicia social y la ciudadanía política” en palabras del Papa “el mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más”
Estas visiones economicistas, de especulación financiera, competitividad desleal, acumulación de poder y riqueza en unos cuantos, la explotación de los recursos naturales, la exclusión y desigualdad social, han sido consecuencias de lo que él llama “recetas dogmáticas de la teoría económica imperante que han mostrado no ser infalibles” por eso hemos de parar estas visiones monocromáticas y más bien optar por “ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común” No más una política coptada por el poder económico.
Por tal motivo exhorta a una nueva normativa mundial de las finanzas, para que verdaderamente exista un “bien común realmente universal y la protección de los Estados más débiles” Para ello se requiere otro tipo de política “la política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia” “pienso en una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas” “la grandeza de la política se muestra cuando, en momentos difíciles se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo”.
Finalmente el Papa nos convoca a rehabilitar la política para un civilización del amor desde la caridad social, y por ende se atreve a citar Pío XI “el campo de la más amplia caridad, es la caridad política” Tenemos que resignificar la política desde un ejercicio permanente del amor social, sin confundirlo con un “pragmatismo sin alma” o estrategias que “conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos”. Para S.S Francisco “los políticos están llamados a preocuparse de la fragilidad de los pueblos y personas (…) hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad”
Es tiempo de impulsar a políticos que procedan del pueblo sufriente para que no traicionen el dolor que también les tocó vivir. Urgen políticos, personas que amen al pueblo, que sepan ejercer la caridad social y no usurpadores de la vocación política.