/ miércoles 27 de mayo de 2020

La normalidad Morena

Adelantados al final de la cuarentena, los grupos que pelean la dirigencia de Morena regresaron a la antigua normalidad que ha caracterizado al partido desde que era una corriente no institucional de la izquierda mexicana: el pleito eterno. No es para menos, Morena como marca sigue encabezando la mayoría de encuestas de preferencias electorales en el país y la pugna entre quienes se sienten izquierdistas de pura sangre, con quienes se convirtieron a partir del éxito electoral del lopezobradorismo, se suman a las que ya traían los de cepa, o cepas, porque hasta entre ellos hay categorías.

El pleito no es por el establecimiento de una ideología particular o de algún matiz ideológico, para todos parece estar claro que pertenecer a Morena es pensar como Andrés Manuel López Obrador, y defenderlo a él y a sus ideas y acciones sobre cualquier cosa (aunque las razones, argumentos y hasta filosofías particulares les resulten en extremo opuestas -aquí aplica aquella máxima de la peor tradición política mexicana: “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”). Porque a final de cuentas, las corrientes ideológicas que dieron forma al ente Morena, crecieron en lo peor de la política mexicana, en la disciplina, el autoritarismo, el carácter sacro que se da al líder, se combinan con una idea de compromiso con los pobres y censura previa a los empresarios y a la crítica, sin importar argumentos u origen.

Así que el pleito que sólo fue pausado momentáneamente dos veces (una para encumbrar a López Obrador y la otra por la pandemia que acaparó la agenda de todos), ha regresado en torno a quién o quiénes habrán de dirigir a Morena en el plano nacional y en los estados, bajo la lógica de que de ellos dependerá, en gran medida, el reparto de candidaturas para las elecciones intermedias del 2021. Sólo en Morelos se renovarán 36 ayuntamientos y el Congreso local, lo que significa alrededor de 300 candidaturas a repartirse y de las que surgirán (o repetirán), por lo menos una centena de posiciones para los militantes que sean palomeados por la dirigencia.

En Morelos, para muchos, el pleito es entre la corriente de Rabindranath Salazar Solorio, actual director del Banco del Bienestar, y el resto; pero el análisis no permite un reduccionismo tal, en todo caso, el pleito es entre los grupos que quieren el poder y los que lo detentan. La elección de unos dejará inconformes a los otros que continuarán el fraccionamiento del partido. Problema adicional es que a Morena le pasó en muy corto tiempo lo que al PRI le tomó muchos años: los lopezobradoristas olvidaron la formación de cuadros, así, los liderazgos del partido son escasos y limitados; si a ello se suma que crecen a la sombra del líder más carismático en el México actual, el efecto de empequeñecimiento es tremendo.

Renovar a Morena, igual que a cualquier partido, pasa por la construcción de liderazgos, los acuerdos entre sus cuadros, y la apuesta a lo que puede resultar efectivo en los procesos electorales. La idea de que la elección se ganará con cualquiera que se postule es absurda, eso debiera resolver cualquier pleito.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Adelantados al final de la cuarentena, los grupos que pelean la dirigencia de Morena regresaron a la antigua normalidad que ha caracterizado al partido desde que era una corriente no institucional de la izquierda mexicana: el pleito eterno. No es para menos, Morena como marca sigue encabezando la mayoría de encuestas de preferencias electorales en el país y la pugna entre quienes se sienten izquierdistas de pura sangre, con quienes se convirtieron a partir del éxito electoral del lopezobradorismo, se suman a las que ya traían los de cepa, o cepas, porque hasta entre ellos hay categorías.

El pleito no es por el establecimiento de una ideología particular o de algún matiz ideológico, para todos parece estar claro que pertenecer a Morena es pensar como Andrés Manuel López Obrador, y defenderlo a él y a sus ideas y acciones sobre cualquier cosa (aunque las razones, argumentos y hasta filosofías particulares les resulten en extremo opuestas -aquí aplica aquella máxima de la peor tradición política mexicana: “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”). Porque a final de cuentas, las corrientes ideológicas que dieron forma al ente Morena, crecieron en lo peor de la política mexicana, en la disciplina, el autoritarismo, el carácter sacro que se da al líder, se combinan con una idea de compromiso con los pobres y censura previa a los empresarios y a la crítica, sin importar argumentos u origen.

Así que el pleito que sólo fue pausado momentáneamente dos veces (una para encumbrar a López Obrador y la otra por la pandemia que acaparó la agenda de todos), ha regresado en torno a quién o quiénes habrán de dirigir a Morena en el plano nacional y en los estados, bajo la lógica de que de ellos dependerá, en gran medida, el reparto de candidaturas para las elecciones intermedias del 2021. Sólo en Morelos se renovarán 36 ayuntamientos y el Congreso local, lo que significa alrededor de 300 candidaturas a repartirse y de las que surgirán (o repetirán), por lo menos una centena de posiciones para los militantes que sean palomeados por la dirigencia.

En Morelos, para muchos, el pleito es entre la corriente de Rabindranath Salazar Solorio, actual director del Banco del Bienestar, y el resto; pero el análisis no permite un reduccionismo tal, en todo caso, el pleito es entre los grupos que quieren el poder y los que lo detentan. La elección de unos dejará inconformes a los otros que continuarán el fraccionamiento del partido. Problema adicional es que a Morena le pasó en muy corto tiempo lo que al PRI le tomó muchos años: los lopezobradoristas olvidaron la formación de cuadros, así, los liderazgos del partido son escasos y limitados; si a ello se suma que crecen a la sombra del líder más carismático en el México actual, el efecto de empequeñecimiento es tremendo.

Renovar a Morena, igual que a cualquier partido, pasa por la construcción de liderazgos, los acuerdos entre sus cuadros, y la apuesta a lo que puede resultar efectivo en los procesos electorales. La idea de que la elección se ganará con cualquiera que se postule es absurda, eso debiera resolver cualquier pleito.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx