A meses de que, en septiembre, inicie el proceso electoral intermedio en los planos federal y local, en Morelos la oposición parece dispuesta a abandonar la plaza. Las entre malas y pésimas evaluaciones de popularidad del invencible opositor Cuauhtémoc Blanco que ya convertido en gobierno ha sufrido enormemente para mantener la aprobación ciudadana, los problemas de desgaste de la autodenominada 4T, la insania del ambiente político local que ha enfrentado a los poderes públicos y a los niveles de gobierno llevando casi a la absoluta parálisis, no ha parecido tener el efecto obvio (la política electoral es una ecuación de suma cero) en el fortalecimiento de las opciones políticas que fueron marginadas por los arrolladores triunfos de la coalición, hoy en desgracia, Juntos Haremos Historia (Morena-PT-PES).
PRI, PAN, PRD y el resto de los convertidos en morelense morralla electoral luego de la elección de julio de 2018, han sido incapaces no sólo de aprovechar los espacios enormes que la crisis política ha dejado en el quehacer público estatal, sino también de mantener la cohesión suficiente como para estar en condiciones de consolidar un proyecto electoral y político en el corto plazo.
En el PRI las cosas son más evidentes porque se hablan golpeado. El tricolor ha claudicado a competir en Morelos con el nombramiento de Josué Cirino Valdés como dirigente estatal temporal después de la gestión de Alberto Martínez, que es reconocida como terrible por la mayoría de los priistas. A menos de diez meses del inicio del proceso electoral, nombrar un dirigente temporal es una obligación circunstancial más que una decisión política; si a ello sumamos el comportamiento tribal del priismo morelense tendría que ocurrir algo extraordinario para que el tricolor presente una alternativa política para la elección de julio del 2020.
En el PAN, el uso personalísimo de la familia Martínez Terrazas de los espacios de poder que difícilmente se plantean la construcción de un discurso congruente y honesto, como el que caracterizaba al PAN de oposición, sumado a las fugas de militantes a opciones políticas diferentes, como el aún no registrado México Nuevo, impiden al blanquiazul contender por un segmento importante del electorado morelense.
Y el PRD tampoco parece representar nada, no sabe siquiera si seguirá siendo partido o le prestará sus siglas y estructura al mosaico antilopezobradorista, Futuro 21.
De los otros partidos, Nueva Alianza se acerca a su liquidación en tanto aparece otro partido apoyado por la estructura del SNTE; Movimiento Ciudadano no parece encontrar el rumbo para consolidarse como una marca política; el Humanista y el PSD, a menor escala pero en aparente imitación del Verde, tratan de pepenar algún liderazgo muy regional que les reporte por lo menos una regiduría. Y las nuevas opciones políticas que podrían alcanzar registro, Redes Sociales Progresistas y México Nuevo, en el plano federal y uno o dos en el local, tampoco parecen ofrecer sino aparentes facciones de grupos ya conocidos.
Sin oposición es muy fácil que la política se ausente muchos días.
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