Una pensaría como feminista en proceso que ver a dos mujeres (por ahora) en la boleta por la presidencia de la República contaría como un logro histórico para el movimiento, y aunque en estricto sentido así es, no podemos dejar de verle los matices a los recientes acontecimientos. Por un lado, mientras enfrentamos lo que estoy segura es una de las épocas más violentas en razón de género, también comenzamos a ver a más mujeres incursionando en la toma de decisiones.
La historia contemporánea de nuestro país no puede definirse sin el movimiento feminista y por tanto sin las conquistas históricas que han impulsado mecanismos para el adelanto de las mujeres, particularmente aquellos que hoy nos ubican en espacios de poder; pero la realidad no siempre atiende al deber ser. Hoy que vemos a dos mujeres ya en la carrera por la presidencia de México surgen nuevas vertientes al análisis, pero el principal es si esas dos mujeres representan la agenda de la igualdad por la que lucha este movimiento.
Por un lado tenemos a Claudia Sheinbaum quien como jefa de gobierno tuvo momentos de confrontación con el movimiento, incluso reprobó la protesta feminista, reprimió las movilizaciones y tildó a las mujeres que marchaban de clasistas y racistas, y aunque no puede juzgarse sólo por eso (que a decir verdad no es poco), en el ámbito de su gestión como jefa de gobierno tampoco ha impulsado políticas contundentes a favor de la igualdad entre hombres y mujeres e incluso ha minimizado las violencias de género. La política pública de construcción de igualdad no ha sido su prioridad.
Del otro lado está Xóchitl Gálvez, senadora con licencia por Acción Nacional, mujer con una trayectoria aparentemente no partidista (ha caminado desde Vicente Fox con el PAN) que ha trabajado particularmente en temas de pueblos indígenas y que además fue jefa delegacional en la Miguel Hidalgo, pero que, más allá de eso, poco se ha sabido sobre su agenda individual sobre todo a favor de los derechos de las mujeres. Xóchitl afirma que no está en la postura de intervenir en lo público con lo moral cuando se le pregunta sobre agenda de igualdad y derechos de las mujeres, aunque como senadora apenas tiene 3 iniciativas sobre género y son, por decir lo menos, muy generales.
Hay un dicho muy cierto que por más que nos duela tiene que ver con la construcción patriarcal de la sociedad y por supuesto con el dominio patriarcal de la política: “cuerpo de mujer no garantiza agenda de mujer” y esto no debe entenderse como un reproche a quienes hoy se encuentran en la palestra presidencial pero sí como una alerta para quienes estamos permitiendo que la política que se dice paritaria e igualitaria siga siendo dominada por “los ellos”.
Cuando veo las fotografías de la “unción” de ambas aspirantes lo que sigo viendo es a muchos hombres decidiendo a qué mujer “mandar a competir” (o a uno sólo que mesiánicamente entrega el mando), es igual, el punto central es que la reflexión no puede centrarse sólo en lo bueno que es que estemos frente al hecho histórico de nuestra primera presidenta, porque aunque es claramente emocionante, relevante y por supuesto destacable, la realidad profunda está en una política que no termina de ser machista.
Van a llegar las mujeres a los cargos, lo estamos logrando, pero no podemos permitir que el costo de esos logros sea renunciar a la agenda por la que millones de mujeres hemos luchado y paradójicamente tampoco podemos darle la espalda a estas dos mujeres que hoy están haciendo historia. La reflexión debe profundizar sobre la política que nos toca hacer a las mujeres, pero también sobre la política que queremos darle las mujeres a otras mujeres.
Al tiempo, que hoy el paso es histórico pero el reto es titánico. Yo sí quiero una mujer gobernando, pero lo que quiero aún más es que a todas las mujeres mexicanas se nos cumplan el anhelo de vernos, sentirnos y asumirnos iguales en todo. Con justicia, sin violencia y con dignidad, y para lograrlo no sólo se necesita tener el cuerpo de mujer; ojalá ellas y las que vengan lo entiendan igual.
Pd: Tuvimos senador morelense y en un día hizo más de lo que muchos hacen en 6 años o una vida. Juan Pablo Adame Alemán hoy libra una dura batalla contra el cáncer que le ha servido de inspiración para plantear mucho mejores condiciones para las familias de quienes padecen esta grave enfermedad y para los pacientes que no tienen los alcances económicos para solventarla. Es de admirarse que nos dé este ejemplo de que un “drama familiar” puede ser la esperanza para miles de familias en México. A Juan le quedan miles de batallas de librar a favor de México.