Indudablemente queridos amigos, Cuernavaca tiene historia y mucha. Tan solo en el rubro del arte, a esta ciudad capital del estado de Morelos, han llegado vivir o a trabajar su arte, artistas tan famosos cuyos nombres le ha dado la vuelta al mundo. Unos, como Diego Rivera que contratado por el entonces Embajador de E.U. en México, Dwight Morrow pintó en 1930, en el antiquísimo Palacio de Cortés, hoy llamado oficialmente Museo Regional de los Pueblos de Morelos, visiones de la Conquista de México y de momentos emblemáticos de su historia desde tiempos prehispánicos hasta la Revolución zapatista. Otro famoso muralista David Alfaro Siqueiros, fundó su estudio en esta ciudad llamado La Tallera. Aquí, contratado por el empresario español Manuel Suárez y Suárez, propietario del Hotel Casino de la Selva, además de decorar su hotel, se disponía a crear en parte de sus jardines la Capilla Siqueiros.
Pero ese proyecto lo abortó el presidente Gustavo Díaz Ordaz diciéndoles a él y a Manuel Suárez, que era demasiado ambicioso para estar en provincia y les propuso que lo realizara el artista en la Cd. de México donde ahora se encuentra el Polyforum Siqueiros, a un lado del Hotel de México propiedad de Suárez, que nació para ser uno de los mal altos del país. Sin embargo, Siqueiros dejó en Cuernavaca su taller y parte de su arte.
Otros como el escultor y pintor Víctor Manuel Contreras, con una historia personal fascinante, al que la actual administración municipal se encargó de remozar su preciosa escultura que da la bienvenida a todos los visitantes que llegan por la autopista México-Cuernavaca llamada La Paloma de la Paz, eligió Cuernavaca para vivir y morir. Este jaliciense que luego de vivir con la familia del Príncipe Félix Yusúpov, noble ruso miembro de la familia imperial por matrimonio con la princesa Irina Alexandrovna que se exiliaron en París tras la caída de los Romanov, le brindó al mexicano su amistad hasta que Contreras decidió que era el momento de regresar a México, su país. Ya en Cuernavaca, dejó varias esculturas, entre ellas, el monumento a la Madre, frente al Calvario que alberga una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Así como la preciosa escultura a Quetzalcóatl que donó a Cuernavaca antes de morir. No olvido dos esculturas de Emiliano Zapata, una que está en la entrada norte de la ciudad y otra que se encuentra al final de la Av. Plan de Ayala.
Hay que reconocer que la administración municipal que está por terminar, destacó varias esculturas que administraciones anteriores habían olvidado, con lo que brindó a la ciudad, de nuevos monumentos, uno en la Av. Reforma donde colocó la pieza La Hermandad del actor y escultor Carlos Piñar, a la Diana la recolocó justo donde inicia la calle con el mismo nombre y en el cruce de las calles Río Mayo y Teopanzolco, se encuentra la Fuente de la Eterna Primavera y sus cinco musas del inolvidable maestro Gabriel Ponzanelli a las que les dio nueva presencia.
Pero hace unos días, que bajé de noche por la Av. Emiliano Zapata, vi a lo lejos el nuevo monumento que recién instaló el Ayuntamiento de Cuernavaca en la Glorieta Tlaltenango, ahora llamada Glorieta de la Identidad ya que destaca no solo el toponimio de la ciudad sino que alrededor se encuentran los emblemas de los doce pueblos de Cuauhnáhuac, lo que vino a incentivar la identidad y sentido de pertenencia de quienes tenemos la fortuna de vivir en este lugar.
En la Av. Palmira, recién se colocó la escultura Plenitud donada a la ciudad por su autor el escultor Victor Hugo Castañeda Jaramillo. Otra de las esculturas es la denominada La Estampida, de la maestra Gogy Farías; Rescató Urióstegui El Carro del Sol de la escultura Miriam Pérez Gutiérrez al que habían abandonado y ahora luce espléndido en la esq. de Rio Balsas, Reforma y Hernán Cortés.
Tras permanecer cerrado un año, reabrió el “Parque Porfirio Díez que se encuentra en la parte histórica de la ciudad relacionada al general Díaz, junto al Puente que lleva su nombre. Rafael Cauduro, autor de los murales que lucen espléndidos en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, vivió y murió en esta ciudad. El gran pintor guerrerense Leonel Maciel es un habitual de Cuernavaca donde reside desde siempre. El gran pintor Jorge Cázares que legó parte de su arte a la ciudad, fue un gran paisajista cuyos cuadros son altamente disputados. Joy Laville, el gran Vlady, otro artista cuya vida personal podría ser argumento de una película, ya que fue hijo del ruso Víctor Serge, el último troskista de México. Y así, podría seguir mencionándoles a gran cantidad de artistas que afortunadamente, la administración de Urióstegui se ha encargado de rescatar. No dejo de mencionar al gran Rufino Tamayo, desde siempre residente de Cuernavaca y a Tamara de Lempicka que vivió aquí en mi ciudad. Y hasta pronto que ya les traeré nuevos nombres que presumir.