/ lunes 31 de octubre de 2022

“De tanto llorar, aprendí a reír”. Las ofrendas se repiten año tras año y nos enseñan a reír.

Sí, amigos. Como dice una frase del bello poema…“de tanto llorar…”, y es que siendo la muerte lo único seguro que tenemos en la vida, es increíble que nadie nos prepare para afrontar el vacío que dejan esas separaciones. Así que analicemos nuestro fantástico festejo.

Los preparativos son los de siempre y es que la importancia de preparar cada año un altar a los muertos estriba en ofrecer un espacio y un tiempo para recordarlos, para sentir cerca a quienes nos abandonaron ya. Y pese al inmenso y muy respetable dolor por esas pérdidas, año tras año desde épocas donde la memoria se pierde, el pueblo mexicano cumple a principios del mes de noviembre un ritual consagrado a los muertos. Bien sea desde lujosos altares o desde humildes ofrendas, la sociedad entera se hermana por el peso de una tradición única en el mundo, así aunque para el poeta Octavio Paz, "la fiesta en el mexicano, termina siempre en alarido o en desgarrador grito, la noche de fiesta es también noche de duelo”. Pero créanme queridos lectores, al celebrar esta tradición año tras año y así “ad infinitum”, ayuda a afrontar esos duelos.

Sonrientes calaveritas dulces, trenzas de papel china, calabaza en tacha, mole verde de pepita con tamales nejos prehispánicos, flor de cempasúchil, frutos, alimentos, trajes, danzas, ceremonias y rituales que varían de una región a otra del país, pero en esencia es el mismo insólito y salvaje rito, violento y poético a la vez, como nuestra hermosa raza, lo es. Y…¿por qué entonces hay que defender este festejo?, se preguntará alguno de ustedes. Verán por qué. Decía el cuautlense Carlos Barreto Mark (1937-2019), historiador, profesor e investigador del Centro INAH-Morelos, a manera de reflexión, “que el festejo por los muertos es de lo poco que nos va quedando dentro del patrimonio intangible mexicano porque en los últimos años, el famoso Halloween”, (ritual antiguo de origen celta para celebrar el fin del verano y con él las cosechas irlandesas), #nos ha invadido proveniente del vecino país del norte pero no forma parte de nuestro mundo ni de nuestra cultura. “Y lo grave”, finaliza Barreto Mark, es que se corre el riesgo de que con el tiempo se pierda el contexto de nuestra tradición”. Desde sus orígenes, nuestro festejo se conmemoraba en el noveno mes del calendario solar y la celebración se prolongaba todo el mes, así como la tradición de dejar objetos a los muertos para su trayecto.

Esta práctica se remonta a los entierros prehispánicos, aunque también era costumbre en otras culturas, como la egipcia, pero su supervivencia y desarrollo al paso de los siglos, es único en nuestro país. En México, el tránsito de los fallecidos al Mictlán (lugar de los Muertos) ha sido parte fundamental dentro de la cosmogonía azteca-mexica, es un nivel al cual todas las almas de las personas que han dejado este mundo deben ir por lo que estos días de muertos son tan importantes culturalmente hablando. Es una tradición que ni la conquista pudo acabar. Tanto valor tiene nuestro festejo, que actualmente el Altar de Muertos está ya protegido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Ahora bien, la tradición ha sufrido alteraciones.

Anteriormente los indígenas, previo a la llegada de los españoles, conservaban cráneos y los mostraban durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento. Y los animales relacionados con el Mictlán eran búhos, murciélagos y ciempiés los cuales estaban al servicio de Mictlantecuhtli (ese enigmático dios azteca-mexica de la muerte) que en lengua náhuatl, zapoteca y mixteca significa el dios del inframundo y de los muertos, pero no todos, solo llegaban al inframundo llamado Mictlán, aquellos muertos que no eran elegidos por los poderosos dioses Tonatiuh, Huitzilopochtli o por Tláloc. Estos días, por favor den una vuelta por plazas y mercados. Es allí donde podrán constatar la fuerza de la herencia cultural más antigua.

Qué curioso: mientras que en la CDMX en mercados donde abundan los festejos extranjerizantes celebrando al Halloween, aquí, en Morelos es mucho mayor la influencia del culto tradicional. Familias enteras se dedican a preparar y difundir los elementos que adornarán los altares, desde las calaveritas y motivos fúnebres de dulce, a los guisos tradicionales.

Y casi todos, ya sea en panteones o en sus casas, celebramos la muerte, pero a una muerte que no espanta a nadie, sino que de tanto repetirse, nos prepara a reír y a burlarnos de y con ella. Esa se llama, queridos amigos, aceptación.

Dediquemos en cada casa, un altar a nuestros difuntos sin que falte la flor color de sol o roja como la grana, una calaverita sonriente, una veladora, el o los retratos de quienes honraremos y nos honrarán con su simbólica visita, un poco de sal y lo que guste y quiera cada quien.

Y hasta el próximo lunes.