/ lunes 17 de octubre de 2022

Final del Manifiesto de Zapata a los mexicanos (III)

Seguimos con la segunda parte del Manifiesto de Zapata a los mexicanos, pero para los lectores que no leyeron la primera parte, les recomiendo que adquieran el periódico del lunes 10 de octubre o lo vean por línea a través de la página de El Sol de Cuernavaca para que tengan completo este manifiesto que es la Historia misma, porque si leen con atención alguno de los Manifiestos que emitió a lo largo de los 8 años que duró Emiliano Zapata en su lucha por reivindicar a las poblaciones y sectores más desprotegidos, podrán comprender a la parte derrotada en la lucha armada que siguió a la caída de Porfirio Díaz. Ahora sí, seguimos con las palabras de Zapata:

“En esa junta, por lo tanto, se dejará oír la voz nacional, la voz del pueblo representado de pronto por sus hijos levantados en armas, en tanto que, establecido el gobierno provisional revolucionario, puede el Congreso de la Unión, como órgano auténtico y genuino de la voluntad general, resolver concienzudamente los problemas nacionales. Los jefes que asistan a la junta, expresarán los puntos o principios que cada cual quiera ver convertidos en leyes o elevados al rango de preceptos constitucionales, una vez constituido el gobierno emanado de la Revolución. Allí también, por acuerdo de todos y (no por la voluntad de un solo hombre o de un solo grupo, como ha pretendido el carrancismo), se formará el gobierno provisional, compuesto de nombres conscientes y honrados que satisfagan las aspiraciones revolucionarias, y al frente de los cuales deberá funcionar como Jefe del Estado, un civil, designado y apoyado sinceramente por todos los elementos militares.

“Reforma agraria, reivindicaciones obreras, purificación y mejoramiento de la administración de justicia, constitución de las libertades municipales, implantación del parlamentarismo como sistema salvador de gobierno, abolición del caudillaje en todas sus formas, perfeccionamiento de los diversos ramos de la legislación para que responda a las necesidades de la época y a las exigencias crecientes del proletariado de la ciudad y del campo; todo esto seriamente meditado, y discutido amplia y libremente por todos, formará la médula y el alma del programa revolucionario, la base y el punto de partida para la reconstrucción nacional. A esta obra de patriotismo y de concordia, de fraternidad y de progreso, sólo los ambiciosos podrán eximirse de colaborar, solo podrán negarse los que pretendan imponer su voluntad sobre la de los demás, los que quieran valerse de la Revolución para satisfacer miras personales, o para realizar propósitos de medro, de lucro o de venganza. Pero los que vemos por encima de nuestras pasiones el bien de la causa, y más alto que cualquiera ambición el interés supremo de la República, comprendemos muy bien que ya es tiempo de unirnos y de entendemos. Ha llegado la hora de que surja la paz de la victoria, la paz que sigue al triunfo, ya hace falta que vuelva la tranquilidad a los hogares, se cultiven los campos, se trabajen las minas, abran sus puertas los talleres, renazca el crédito nacional y francamente se encarrilen las actividades del país por las vías del progreso.

“Estorba Carranza el ambicioso, y hay qué derribarlo. Perjudican los antiguos rencores, las torpes desconfianzas, las pasiones vulgares, y hay que suprimirlas hay que borrarlas. Sobre la unión de todos los revolucionarios, militares ó civiles (siempre que unos y otros sean honrados), sobre el cordial acercamiento de todas las voluntades, sobre el mutuo y libre acuerdo de todas las inteligencias, debemos basar el triunfo de nuestros ideales y la reconstrucción de la patria mexicana. Al emprender esta obra unificadora, no podemos ni debemos olvidar a los compañeros descarados, a los que, victimas del engaño de Carranza, permanecen aún a su lado, defendiendo tendencias que no son las suyas y sosteniendo a una personalidad que los vende y los traiciona. Invitamos, pues, a la concordia y a la unión a todos los luchadores de buena fe, que desengañados ya de Carranza y convencidos de su falsía, estén dispuestos a volver al campo de la lucha y a unirse a los que combatimos por que sean una verdad la promesas de redención hechas al pueblo y que es preciso cumplir, aunque sea a costa de nuestra vida. Y para que haya un documento en que conste nuestro solemne compromiso de cumplir y hacer cumplir las bases anteriores, estamparemos al pié del presente nuestras firmas, con las que empeñamos nuestra dignidad de hombres y nuestro honor de revolucionarios.

Reforma, Libertad, Justicia y Ley

Firmado en Tlaltizapan. Mor. el 25 de abril de 1918,

El Gral. del Ejército Libertador, Emiliano Zapata”.

Y queridos lectores, hasta el próximo lunes.