/ viernes 8 de noviembre de 2024

Marco Antonio Ramírez González / ¿Más vale malo por conocido?

Democracia: concepto de reflexión profunda y aspiración universal. En las entrañas de su etimología demos (pueblo) y kratos (poder) significan la promesa de un gobierno que emana de los ciudadanos y vela por sus intereses. Pero, en la realidad política, es mucho más que el voto colectivo; es un equilibrio precario entre poder y responsabilidad; entre las aspiraciones populares y las instituciones que las encauzan.

Con más de 72 millones votos y ganando 295 colegios electorales, Donald Trump es por segunda ocasión Presidente de los Estados Unidos, y nuevamente el centro de la escena política mundial. Para muchos, su triunfo constituye el retorno de planes de confrontación. Con su discurso desafía los límites de la retórica democrática, encarnando un populismo de tintes abrasivos.

Las políticas implementadas en su anterior mandato, desde la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (ahora T-MEC) hasta las duras implementaciones de inmigración, han dejado una huella indeleble con nuestra relación bilateral. La prospectiva de un segundo mandato sugiere un panorama de continuas contiendas y la necesidad de una estrategia robusta y meticulosamente adaptada a los tiempos que corren.

Con la predisposición a usar las tarifas comerciales como herramienta de presión política, debemos estar preparados para más de lo mismo: negociaciones difíciles y la posibilidad de enfrentar controles impuestos de manera unilateral, afectando sectores económicos vitales como la automotriz, la manufactura y la agricultura.

Otro de los temas más polémicos es la gestión migratoria. La construcción de un muro fronterizo fue un símbolo poderoso y divisivo en la primera presidencia de Trump, y su reelección podría significar esfuerzos renovados para completar proyectos existentes o implementar nuevos. México podría verse presionado, nuevamente, para actuar como un socio en el control migratorio del sur al norte, lo cual plantea dilemas éticos y políticos, especialmente en términos de Derechos Humanos y relaciones internacionales.

¿Se despierta un fantasma para México?, ¿estamos preparados para enfrentar nuevamente una política exterior que enfatice las diferencias en lugar de las alianzas?, ¿qué significa para nuestro país ver resurgir un liderazgo que busca endurecer las fronteras y renegociar constantemente los acuerdos comerciales que sustentan buena parte de nuestra economía? El regreso de Trump reactiva estas preguntas.

Nuestra relación con Estados Unidos es multifacética y va mucho más allá de la figura de Trump. No obstante, su presencia en la Casa Blanca exige una método que combine la prudencia con la proactividad. Ante la incertidumbre, no sólo debemos defender nuestra posición; sino también anticiparnos a los cambios, protegiendo a nuestros compatriotas e intereses económicos en una era de renovados problemas globales.

La narrativa de Trump ha tendido a ser divisiva; y su efecto en las relaciones bilaterales ha sido palpable. Por tanto, es menester fortalecer la diplomacia y prepararse para una era donde el diálogo y la negociación serán fundamentales para salvaguardar los intereses máximos.

La capacidad para navegar por el intrincado laberinto de la geopolítica global es deseable y esencial para salvaguardar y promover los intereses nacionales con determinación y perspicacia. Además, fortalecer las instituciones dentro de nuestra Nación es necesario en tiempos de incertidumbre. La proeza exigirá una fórmula que reaccione a las tensiones del momento y anticipe futuros escenarios, articulando respuestas coherentes y de largo alcance con la armonía del nacionalismo junto con la reconfiguración de las alianzas internacionales.

La historia de México con Estados Unidos es larga y compleja, y el futuro próximo será indudablemente un capítulo crítico en esta continua saga. No es tiempo para la complacencia o para respuestas reactivas; el ritmo acelerado del mundo no espera, y las acciones que tomemos hoy serán examinadas con la inexorable precisión del tiempo, y con los errores o aciertos que veremos en el futuro.

Profesor de Derecho Civil y Derecho Familiar de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México

Democracia: concepto de reflexión profunda y aspiración universal. En las entrañas de su etimología demos (pueblo) y kratos (poder) significan la promesa de un gobierno que emana de los ciudadanos y vela por sus intereses. Pero, en la realidad política, es mucho más que el voto colectivo; es un equilibrio precario entre poder y responsabilidad; entre las aspiraciones populares y las instituciones que las encauzan.

Con más de 72 millones votos y ganando 295 colegios electorales, Donald Trump es por segunda ocasión Presidente de los Estados Unidos, y nuevamente el centro de la escena política mundial. Para muchos, su triunfo constituye el retorno de planes de confrontación. Con su discurso desafía los límites de la retórica democrática, encarnando un populismo de tintes abrasivos.

Las políticas implementadas en su anterior mandato, desde la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (ahora T-MEC) hasta las duras implementaciones de inmigración, han dejado una huella indeleble con nuestra relación bilateral. La prospectiva de un segundo mandato sugiere un panorama de continuas contiendas y la necesidad de una estrategia robusta y meticulosamente adaptada a los tiempos que corren.

Con la predisposición a usar las tarifas comerciales como herramienta de presión política, debemos estar preparados para más de lo mismo: negociaciones difíciles y la posibilidad de enfrentar controles impuestos de manera unilateral, afectando sectores económicos vitales como la automotriz, la manufactura y la agricultura.

Otro de los temas más polémicos es la gestión migratoria. La construcción de un muro fronterizo fue un símbolo poderoso y divisivo en la primera presidencia de Trump, y su reelección podría significar esfuerzos renovados para completar proyectos existentes o implementar nuevos. México podría verse presionado, nuevamente, para actuar como un socio en el control migratorio del sur al norte, lo cual plantea dilemas éticos y políticos, especialmente en términos de Derechos Humanos y relaciones internacionales.

¿Se despierta un fantasma para México?, ¿estamos preparados para enfrentar nuevamente una política exterior que enfatice las diferencias en lugar de las alianzas?, ¿qué significa para nuestro país ver resurgir un liderazgo que busca endurecer las fronteras y renegociar constantemente los acuerdos comerciales que sustentan buena parte de nuestra economía? El regreso de Trump reactiva estas preguntas.

Nuestra relación con Estados Unidos es multifacética y va mucho más allá de la figura de Trump. No obstante, su presencia en la Casa Blanca exige una método que combine la prudencia con la proactividad. Ante la incertidumbre, no sólo debemos defender nuestra posición; sino también anticiparnos a los cambios, protegiendo a nuestros compatriotas e intereses económicos en una era de renovados problemas globales.

La narrativa de Trump ha tendido a ser divisiva; y su efecto en las relaciones bilaterales ha sido palpable. Por tanto, es menester fortalecer la diplomacia y prepararse para una era donde el diálogo y la negociación serán fundamentales para salvaguardar los intereses máximos.

La capacidad para navegar por el intrincado laberinto de la geopolítica global es deseable y esencial para salvaguardar y promover los intereses nacionales con determinación y perspicacia. Además, fortalecer las instituciones dentro de nuestra Nación es necesario en tiempos de incertidumbre. La proeza exigirá una fórmula que reaccione a las tensiones del momento y anticipe futuros escenarios, articulando respuestas coherentes y de largo alcance con la armonía del nacionalismo junto con la reconfiguración de las alianzas internacionales.

La historia de México con Estados Unidos es larga y compleja, y el futuro próximo será indudablemente un capítulo crítico en esta continua saga. No es tiempo para la complacencia o para respuestas reactivas; el ritmo acelerado del mundo no espera, y las acciones que tomemos hoy serán examinadas con la inexorable precisión del tiempo, y con los errores o aciertos que veremos en el futuro.

Profesor de Derecho Civil y Derecho Familiar de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México