El presidente López Obrador, sabemos, ha hecho de su lucha contra la corrupción quizás la bandera más importante de la Cuarta Transformación. Sin embargo, frecuentemente observamos que en la práctica no es así. El pasado 4 de agosto, un periodista le preguntó sobre un posible caso de corrupción dentro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. El periodista acusó: “Señor presidente, todo indica que concurre la corrupción al interior del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Existen acusaciones explícitas de una señora uruguaya de nombre Helena Sanguinetti. Es quien maneja por encima del secretario de Administración y Finanzas, el profesor José García Mora, de forma arbitraria y en beneficio personal los recursos del sindicato de maestros. Dentro del SNTE es sabido por muchos que dicha persona ha comprado inmuebles de lujo, autos blindados, joyas, ha hecho viajes y se mueve por todos lados con escoltas al amparo del dirigente Alfonso Cepeda […] ¿nos pudiera decir, por favor, por qué el dinero del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el sindicato más poderoso de América Latina, está en manos de una persona extranjera, quien ha puesto de rodillas a los maestros y presumiblemente ha saqueado el dinero con la venia y complicidad de Alfonso Cepeda? Y aquí tengo los documentos que dan prueba y sostienen esa información. Quisiera saber su opinión, presidente.”
En otras acusaciones, el presidente señala que se hable con el secretario de gobernación o alguien más, aunque visiblemente existen otros caminos, como la acusación en contra de algunos magistrados y funcionarios del poder judicial, porque al fin y al cabo existen instancias estatales y federales, como el Consejo de la Judicatura para investigar y perseguir esos posibles actos de corrupción.
Sin embargo, en esta acusación en contra del SNTE, el presidente se refugio, como lo ha hecho en otras ocasiones, en la buena relación política que sostiene con la dirigencia del SNTE y su dirigente, como lo ha hecho cuando visiblemente no tiene intenciones de intervenir y hacer algo al respecto. El presidente contestó: “Yo creo que eso puede responderlo el secretario general, el maestro Cepeda. Él es una gente seria, responsable, esa es mi apreciación. Respeto también otros puntos de vista, pero él ha sido muy colaborador para el fortalecimiento de la educación pública en nuestro país, nos hemos entendido bien […] Y no hemos tenido ningún conflicto, ni con la SNTE ni con el CNTE […] Entonces, por eso tenemos muy buena relación con el magisterio, con los dirigentes y yo creo que el caso que mencionas lo puede responder el maestro Cepeda.”
Esta manera de responder del presidente López Obrador, hacerse omiso ante posibles actos de corrupción, es una forma de corrupción. Se trata de una especie de tráfico de poder político porque le conviene hacerse el “omiso” y que no perseguirá nada porque el dirigente es “una persona seria y responsable” y porque no ha tenido conflictos políticos con el SNTE y la CNTE y no desea tenerlos, sino “mantener una buena relación con el magisterio, con los dirigentes”, que por cierto no es lo mismo, “el magisterio” que sus “dirigentes”. Este tráfico de poder político es de los que más ha generado corrupción en el país y de esta manera no se combate. Por eso es que muchos de los críticos del presidente han señalado con fundamento que su lucha contra la corrupción es simplemente retórica, que se escuda más en ser omiso y solapándola con lo que alimenta la corrupción y la impunidad, para conseguir adeptos sin realizar verdaderamente acciones.