/ viernes 7 de octubre de 2022

La Matanza de Tlatelolco: 2 de Octubre de 1968

Yo tenía 17 años de edad y vivía en Tlatelolco, en la segunda sección, posiblemente en el departamento más barato, sótano de dos recámaras en uno de los edificios más pequeños. Iba yo en primer año de la Escuela Superior de Comercio y Administración del “Poli”, allá en el Casco de Santo Tomás. Era 1968 y teníamos huelga por aquel conflicto estudiantil entre la Voca 2 y la Voca 5 de un lado del Reloj Chino de Bucareli y del otro, la prepa Isaac Ochotorena, aquella donde había estudiado el “Tibio Muñoz”, que ganaría su medalla de oro en natación. Yo había estudiado en la Voca 5.

El 2 de octubre habíamos acordado uno de mis “roommates”, éramos ocho pelados viviendo en ese departamento de dos recámaras, más los que se anotaban a vivir allí porque los habían corrido de su casa, cuando menos uno más y aquellos otros que estaban allí todos los días, que en alguna borrachera, que eran frecuentes, se quería suicidar ahogándose en la tasa del baño y que con esas ideas llegaría a ser líder sindical del SNTE. Los compas del 8, ese era el número de nuestro departamento del Batallón de San Patricio, ese era nuestro edificio, eran de: Sinaloa, San Luis Potosí, Acapulco y algunos más de Zacatepec, cañeros como yo y donde está enterrado mi ombligo. Dos de mis hermanos habían estudiado en la Voca 2 y yo en la 5. Mi hermano mayor, estudiaba arquitectura en la ESIA, pero era militar de la Base Aérea de Santa Lucía, ahora Aeropuerto Felipe Ángeles, y egresado del Colegio del Aire de Zapopán, fallecido ahora por el Covid19. Allá le llevé su material de arquitectura para trabajar porque los acuartelaron y me dijo: no te metas en nada la cosa está bien cabrona. Yo le dije, por supuesto que no. Nosotros los hermanos, dueños del departamento, bueno mi papá había dado el enganche y nosotros cobrábamos la renta a los otros cinco, renta que nunca pagaban nuestros roommates.

Habíamos estado allí todos, sin hacer nada, yendo a varias de las manifestaciones del 68. Aquel 2 de octubre decidimos, Chava, el acapulqueño estudiante de Ingeniería Civil de la UNAM, fósil; Ema, vecina, y yo que iríamos a la Plaza de las Tres Culturas, donde ocurriría la Matanza de Tlatelolco en ese 2 de octubre.

Llegamos temprano entre las 4:00 y las 5:00. No quisimos irnos al tercer piso del Edificio Chihuahua porque luego no se escuchaba bien. Así había pasado cuando menos en otra de las manifestaciones y de ese piso, que era como una terraza, apresarían a todos, porque allí estaba el comité de huelga. Nos quedamos en las gradas frente al Chihuahua. Allí estuvimos todo el tiempo escuchando las arengas del Comité de Huelga. Nos repartieron unos palos con una especie de estopa en la punta porque tan pronto se hiciera de noche íbamos a ir al Casco de Santo Tomás porque, si mal no recuerdo había sido tomado por el ejército. El montón de periodistas por ahí en la parte de enfrente, y desde luego los militares y policías disfrazados de civil, porque atrás la plaza estaba llena de jóvenes y familias, como las que estaban a un lado de mí. Recuérdese que atrás estaban los restos arqueológicos prehispánicos, a un costado la iglesia colonial y en el otro costado la Voca 7 ocupada también, creo, por policías. Por ahí de las 17:30 en pleno mitin pasó un helicóptero, vi una luz de bengala que no sé de dónde salió y comenzó la balacera, primero unos disparos y después fuerte, ininterrumpida. Corrimos, con mi amiga y mi amigo. Me caí y pedimos refugio en el edificio detrás del Chihuahua, como en el que yo vivía, era un departamento de una recámara habilitado como salón de belleza. Allí estuvimos durante la

balacera, tirados en el piso con un montón de jóvenes más, con el aviso de que algunos departamentos se estaban quemando y que iban a catear los departamentos para llevarse a los que no vivieran allí. Éramos muchos, bien asustados y algunos llorando. Ya que se hizo noche decidimos irnos, tirando nuestras credenciales de estudiantes en el tragaluz del baño. Caminamos hacia Peralvillo por un gran deshuesadero de automóviles y luego hacia Calzada Misterios y luego Calzada de Guadalupe. Tomamos un autobús a Bellas Artes y luego otro al Panteón de San Fernando. La gente echaba pestes contra nosotros que si habíamos atacado al ejército, imagínese con que, de salida yo volteé al Chihuahua y solo vi al ejército apuntándole a los compas de espaldas y con las manos recargadas en la pared. Caminamos de ahí por la avenida Guerrero hasta Nonoalco porque no había servicio, sólo muchos tranvías quemados sobre la avenida. Me acosté a dormir en el piso, tenía miedo y soñé con los soldados por varios días, claro habiendo llamado a mi papá para decirle que algo había ocurrido en Tlatelolco, pero que yo no había ido. Mi papá me dijo “qué chingados estás haciendo allá, si no tienen clases. Mañana te vienes a Zacatepec. Yo decía que van a decir los periódicos mañana, si no hicimos nada. Esto eran algunas de las portadas del 3 de octubre de la prensa: Excelsior: “Recio combate al dispersar el ejército un mitin de huelguistas… hay 20 pérdidas, 75 heridos y 400 detenidos”; El Universal, Tlatelolco campo de batalla; Novedades, Balacera entre francotiradores y el ejército en Ciudad Tlatelolco; La Prensa, Balacera del Ejército con estudiantes. El Sol de México “Manos extrañas se Empeñan en Desprestigiar a México. El Objetivo: Frustrar los XIX Juegos… Responden con Violencia el Cordial llamado del Estado… Que cada hogar cuide a sus hijos, Pide García Barragán”. Regresé al día siguiente para encontrar la Plaza de las Sepulturas (no de las Tres Culturas) rodeadas de tanques. El ejército nos atacó. Nunca supe como logramos salir en la noche.


Yo tenía 17 años de edad y vivía en Tlatelolco, en la segunda sección, posiblemente en el departamento más barato, sótano de dos recámaras en uno de los edificios más pequeños. Iba yo en primer año de la Escuela Superior de Comercio y Administración del “Poli”, allá en el Casco de Santo Tomás. Era 1968 y teníamos huelga por aquel conflicto estudiantil entre la Voca 2 y la Voca 5 de un lado del Reloj Chino de Bucareli y del otro, la prepa Isaac Ochotorena, aquella donde había estudiado el “Tibio Muñoz”, que ganaría su medalla de oro en natación. Yo había estudiado en la Voca 5.

El 2 de octubre habíamos acordado uno de mis “roommates”, éramos ocho pelados viviendo en ese departamento de dos recámaras, más los que se anotaban a vivir allí porque los habían corrido de su casa, cuando menos uno más y aquellos otros que estaban allí todos los días, que en alguna borrachera, que eran frecuentes, se quería suicidar ahogándose en la tasa del baño y que con esas ideas llegaría a ser líder sindical del SNTE. Los compas del 8, ese era el número de nuestro departamento del Batallón de San Patricio, ese era nuestro edificio, eran de: Sinaloa, San Luis Potosí, Acapulco y algunos más de Zacatepec, cañeros como yo y donde está enterrado mi ombligo. Dos de mis hermanos habían estudiado en la Voca 2 y yo en la 5. Mi hermano mayor, estudiaba arquitectura en la ESIA, pero era militar de la Base Aérea de Santa Lucía, ahora Aeropuerto Felipe Ángeles, y egresado del Colegio del Aire de Zapopán, fallecido ahora por el Covid19. Allá le llevé su material de arquitectura para trabajar porque los acuartelaron y me dijo: no te metas en nada la cosa está bien cabrona. Yo le dije, por supuesto que no. Nosotros los hermanos, dueños del departamento, bueno mi papá había dado el enganche y nosotros cobrábamos la renta a los otros cinco, renta que nunca pagaban nuestros roommates.

Habíamos estado allí todos, sin hacer nada, yendo a varias de las manifestaciones del 68. Aquel 2 de octubre decidimos, Chava, el acapulqueño estudiante de Ingeniería Civil de la UNAM, fósil; Ema, vecina, y yo que iríamos a la Plaza de las Tres Culturas, donde ocurriría la Matanza de Tlatelolco en ese 2 de octubre.

Llegamos temprano entre las 4:00 y las 5:00. No quisimos irnos al tercer piso del Edificio Chihuahua porque luego no se escuchaba bien. Así había pasado cuando menos en otra de las manifestaciones y de ese piso, que era como una terraza, apresarían a todos, porque allí estaba el comité de huelga. Nos quedamos en las gradas frente al Chihuahua. Allí estuvimos todo el tiempo escuchando las arengas del Comité de Huelga. Nos repartieron unos palos con una especie de estopa en la punta porque tan pronto se hiciera de noche íbamos a ir al Casco de Santo Tomás porque, si mal no recuerdo había sido tomado por el ejército. El montón de periodistas por ahí en la parte de enfrente, y desde luego los militares y policías disfrazados de civil, porque atrás la plaza estaba llena de jóvenes y familias, como las que estaban a un lado de mí. Recuérdese que atrás estaban los restos arqueológicos prehispánicos, a un costado la iglesia colonial y en el otro costado la Voca 7 ocupada también, creo, por policías. Por ahí de las 17:30 en pleno mitin pasó un helicóptero, vi una luz de bengala que no sé de dónde salió y comenzó la balacera, primero unos disparos y después fuerte, ininterrumpida. Corrimos, con mi amiga y mi amigo. Me caí y pedimos refugio en el edificio detrás del Chihuahua, como en el que yo vivía, era un departamento de una recámara habilitado como salón de belleza. Allí estuvimos durante la

balacera, tirados en el piso con un montón de jóvenes más, con el aviso de que algunos departamentos se estaban quemando y que iban a catear los departamentos para llevarse a los que no vivieran allí. Éramos muchos, bien asustados y algunos llorando. Ya que se hizo noche decidimos irnos, tirando nuestras credenciales de estudiantes en el tragaluz del baño. Caminamos hacia Peralvillo por un gran deshuesadero de automóviles y luego hacia Calzada Misterios y luego Calzada de Guadalupe. Tomamos un autobús a Bellas Artes y luego otro al Panteón de San Fernando. La gente echaba pestes contra nosotros que si habíamos atacado al ejército, imagínese con que, de salida yo volteé al Chihuahua y solo vi al ejército apuntándole a los compas de espaldas y con las manos recargadas en la pared. Caminamos de ahí por la avenida Guerrero hasta Nonoalco porque no había servicio, sólo muchos tranvías quemados sobre la avenida. Me acosté a dormir en el piso, tenía miedo y soñé con los soldados por varios días, claro habiendo llamado a mi papá para decirle que algo había ocurrido en Tlatelolco, pero que yo no había ido. Mi papá me dijo “qué chingados estás haciendo allá, si no tienen clases. Mañana te vienes a Zacatepec. Yo decía que van a decir los periódicos mañana, si no hicimos nada. Esto eran algunas de las portadas del 3 de octubre de la prensa: Excelsior: “Recio combate al dispersar el ejército un mitin de huelguistas… hay 20 pérdidas, 75 heridos y 400 detenidos”; El Universal, Tlatelolco campo de batalla; Novedades, Balacera entre francotiradores y el ejército en Ciudad Tlatelolco; La Prensa, Balacera del Ejército con estudiantes. El Sol de México “Manos extrañas se Empeñan en Desprestigiar a México. El Objetivo: Frustrar los XIX Juegos… Responden con Violencia el Cordial llamado del Estado… Que cada hogar cuide a sus hijos, Pide García Barragán”. Regresé al día siguiente para encontrar la Plaza de las Sepulturas (no de las Tres Culturas) rodeadas de tanques. El ejército nos atacó. Nunca supe como logramos salir en la noche.