/ lunes 16 de diciembre de 2019

No defender lo indefendible

¿Qué pensaría el gran general Emiliano Zapata, si viera este cuadro?

En los últimos días he visto hasta el cansancio comentarios acerca de un cuadro cuyo máximo mérito es el escándalo que ha ocasionado al ridiculizar la imagen del Caudillo del Sur, del gran héroe Emiliano Zapata Salazar y conste que eso no tiene nada que ver con las distintas y respetables tendencias sexuales de nadie.

Me resulta inadmisible el que las autoridades de Bellas Artes hayan aceptado que en la exposición llamada Zapata después de Zapata, se exhiba un cuadro con el nombre de Revolución, que se contrapone con la imagen que se guardaba y guarda de una de las figuras emblemáticas de esa cruenta etapa que costó la vida a un millón de mexicanos. Sobre todo, que el personaje que retrata el pintor de esa manera, jamás dio pie a que se le ridiculizara. No me explico cómo entre los funcionarios culturales ninguno haya levantado la voz para cuestionarlo, sino que dan múltiples razones por las cuales aseguran la pintura es digna de presentarse en tan emblemático lugar destinado a exhibir pinturas que reflejen precisamente, eso, las Bellas Artes. Qué triste es para un artista el que para ser conocido entre a ese lugar ocasionando un escándalo y el sentimiento de miles, millones diría yo, de mexicanos que se sienten agraviados por su cuadro. Entiendo que hay diferentes maneras de interpretar el arte, en este caso popular, no de manera académica ni docta, pero hay de maneras a maneras. Tampoco mencionaré el nombre del autor del cuadro, para qué, si ya en todos los noticieros aparece de sobra. Desde aquí me solidarizo con las familias Zapata, Salazar, Espejo, con todo el pueblo de Anenecuilco, Chinameca, Cuautla, donde se encuentran sus restos, con historiadores y estudiosos que admiran y han dedicado su vida a preservar su nombre como Lucino Luna, los historiadores Barreto Mark, Zamudio y muchos más que para mencionarlos no me alcanzaría este espacio. El general Emiliano Zapata, es la figura emblemática de nuestra contienda nacional de la segunda década del siglo pasado, en el cual Zapata nunca se rindió ni se sometió ante ninguna autoridad por lo que con su proyecto de defensa de la tierra para los campesinos, proyecto que trascendió no solo su pueblo o estado sino el país mismo, pudo morir tranquilo su muerte cuando fue asesinado. Él ya había cumplido con lo suyo, con lo que les había prometido a los tatas de su pueblo de que él recuperaría los terrenos de la Hacienda El Hospital para su gente. Y no sólo eso, sino a más de 100 años de su muerte, su nombre, el del General Emiliano Zapata Salazar, sigue limpio, lo que no se puede decir de gran parte de quienes participaron en la Revolución Mexicana. Recuerdo, cuando entrevisté a su nieto, Jorge Zapata, hijo de Nicolás, el primogénito de Miliano, contar que cuando le preguntaron a su padre acerca del tema, Nicolás, ni se inmutó ni se enojó, por algo que sabía que no era tema, sino le contestó a quien le hizo el comentario: “Mira, de mi padre podrás decir lo que quieras, menos acusarlo de lo que tú estás mencionando”. Yo me quedo con este comentario, pero añado: al margen de si Zapata fue o tuvo tendencias homosexuales, que por otra parte, en este caso, no tienen valor alguno, lo verdaderamente importante de este gran héroe, el único que al alzarse en armas durante la Revolución Mexicana lo hizo, por segunda vez en un año, con el Plan de Ayala en la mano, como un proyecto de Nación, fue el legado que heredó al mundo, no sólo a México. ¿Qué pensaría el gran general Emiliano Zapata, si viera este cuadro?

En los últimos días he visto hasta el cansancio comentarios acerca de un cuadro cuyo máximo mérito es el escándalo que ha ocasionado al ridiculizar la imagen del Caudillo del Sur, del gran héroe Emiliano Zapata Salazar y conste que eso no tiene nada que ver con las distintas y respetables tendencias sexuales de nadie.

Me resulta inadmisible el que las autoridades de Bellas Artes hayan aceptado que en la exposición llamada Zapata después de Zapata, se exhiba un cuadro con el nombre de Revolución, que se contrapone con la imagen que se guardaba y guarda de una de las figuras emblemáticas de esa cruenta etapa que costó la vida a un millón de mexicanos. Sobre todo, que el personaje que retrata el pintor de esa manera, jamás dio pie a que se le ridiculizara. No me explico cómo entre los funcionarios culturales ninguno haya levantado la voz para cuestionarlo, sino que dan múltiples razones por las cuales aseguran la pintura es digna de presentarse en tan emblemático lugar destinado a exhibir pinturas que reflejen precisamente, eso, las Bellas Artes. Qué triste es para un artista el que para ser conocido entre a ese lugar ocasionando un escándalo y el sentimiento de miles, millones diría yo, de mexicanos que se sienten agraviados por su cuadro. Entiendo que hay diferentes maneras de interpretar el arte, en este caso popular, no de manera académica ni docta, pero hay de maneras a maneras. Tampoco mencionaré el nombre del autor del cuadro, para qué, si ya en todos los noticieros aparece de sobra. Desde aquí me solidarizo con las familias Zapata, Salazar, Espejo, con todo el pueblo de Anenecuilco, Chinameca, Cuautla, donde se encuentran sus restos, con historiadores y estudiosos que admiran y han dedicado su vida a preservar su nombre como Lucino Luna, los historiadores Barreto Mark, Zamudio y muchos más que para mencionarlos no me alcanzaría este espacio. El general Emiliano Zapata, es la figura emblemática de nuestra contienda nacional de la segunda década del siglo pasado, en el cual Zapata nunca se rindió ni se sometió ante ninguna autoridad por lo que con su proyecto de defensa de la tierra para los campesinos, proyecto que trascendió no solo su pueblo o estado sino el país mismo, pudo morir tranquilo su muerte cuando fue asesinado. Él ya había cumplido con lo suyo, con lo que les había prometido a los tatas de su pueblo de que él recuperaría los terrenos de la Hacienda El Hospital para su gente. Y no sólo eso, sino a más de 100 años de su muerte, su nombre, el del General Emiliano Zapata Salazar, sigue limpio, lo que no se puede decir de gran parte de quienes participaron en la Revolución Mexicana. Recuerdo, cuando entrevisté a su nieto, Jorge Zapata, hijo de Nicolás, el primogénito de Miliano, contar que cuando le preguntaron a su padre acerca del tema, Nicolás, ni se inmutó ni se enojó, por algo que sabía que no era tema, sino le contestó a quien le hizo el comentario: “Mira, de mi padre podrás decir lo que quieras, menos acusarlo de lo que tú estás mencionando”. Yo me quedo con este comentario, pero añado: al margen de si Zapata fue o tuvo tendencias homosexuales, que por otra parte, en este caso, no tienen valor alguno, lo verdaderamente importante de este gran héroe, el único que al alzarse en armas durante la Revolución Mexicana lo hizo, por segunda vez en un año, con el Plan de Ayala en la mano, como un proyecto de Nación, fue el legado que heredó al mundo, no sólo a México. ¿Qué pensaría el gran general Emiliano Zapata, si viera este cuadro?

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