/ martes 23 de mayo de 2023

El Popocatépetl en 2000 y en 2023

Sergio Estrada Cajigal rindió protesta como gobernador de Morelos en octubre del 2000, muy pronto viviría su primera amenaza de desastre con el aumento en la actividad del volcán Popocatépetl que tendría su clímax con la ligera erupción en diciembre de ese año. En aquél entonces, ocho mil habitantes de Ocuituco y Tetela del Volcán fueron evacuados, la mayoría se ubicó con familiares y sólo 3 mil 500 se ubicaron en los 21 albergues habilitados en Cuernavaca, Jiutepec y Temixco.

Muchas semanas antes la población de Morelos había sido advertida del peligro que representaba el volcán. Médicos, maestros y burócratas del gobierno estatal trabajaban largas jornadas en la inspección y habilitación de los albergues, en el diseño de planes. Millones de pesos se gastaron en la rehabilitación parcial de las vías de evacuación en caso de contingencia y otros tantos en señalética y materiales de difusión para mantener a la población informada sobre qué hacer frente al aumento de actividad del volcán.

El susto terminó a finales del 2000, la actividad del coloso se redujo significativamente y desde el 22 de diciembre se autorizó el regreso de la población a sus casas. Pero las estrategias de coordinación y de comunicación fueron suficientes para que durante muchas semanas previas, y varios meses posteriores al estallido del 2000 mantuviera a prácticamente todo Morelos atento a la actividad volcánica.

Han pasado 22 y medio años de aquél momento explosivo en el Popocatépetl. Don Goyo, como le dicen en las comunidades cercanas al cráter, no ha vuelto a estar inactivo, pero los episodios como el ocurrido el fin de semana resultan bastante aislados. Llama la atención, sin embargo, lo poco preparados que, a casi 23 años del sustazo aquél, parecen estar la sociedad y el gobierno estatal, y las complicaciones que se han sumado al escenario.

Porque en el 2000, la coordinación entre el gobierno estatal y los municipales era, salvo algunos casos, bastante eficiente. El tamaño de la población desplazada era bastante manejable, y las medidas de seguridad y protección resultaban claras para todos. Hoy, a pesar de la capacidad probada del Coordinador de Protección Civil del estado, Víctor Manuel Mercado Salcedo, nombrado apenas en septiembre del año pasado, la coordinación del Ejecutivo con las alcaldías es tan deficiente como podría ser, la cantidad de personas a evacuar de la zona de riesgo se ha casi duplicado, y el gobierno estatal parece mucho más ocupado en cosas (el gobernador, Cuauhtémoc Blanco anduvo el viernes en el partido de semifinal que perdió su equipo favorito en la Ciudad de México) bastante distintas a la actividad volcánica y el riesgo que la misma representa, no reducido, por cierto, a una aparentemente poco probable erupción de gran magnitud, sino a la caída de ceniza y las afectaciones que ello produce a la salud y la producción en el estado. Preocupa, porque siendo el Popocatépetl uno de los volcanes más vigilados del mundo, las autoridades habían detectado el aumento de actividad hace semanas, según reconoce el propio coordinador de Protección Civil del gobierno de Morelos, pero hasta este lunes se decidió salir a informar a la población y anunciar medidas para evitar el daño a la población cercana al cráter.

La conferencia de prensa del gobierno de Morelos se dio un día después de que la Coordinación Nacional de Protección Civil determinó mover el semáforo de alerta volcánica a amarillo fase tres, decisión tomada, por cierto, muchas horas después de que el gobierno de Puebla anunciara el reforzamiento de medidas para enfrentar la contingencia (a ellos les está yendo mucho peor que a Morelos, cierto, pero básicamente se ve lo mismo desde Morelos que desde Puebla, sobre todo contando con las cuatro cámaras de acceso libre que tienen la UNAM y el Centro Nacional de Prevención de Desastres en Tlamacas, Altzomoni, Tianguismanalco, San Nicolás de los Ranchos y Amecameca y que seguramente ya estarán viendo desde hace varios días los funcionarios de Morelos (queremos pensarlo así).

Afortunadamente, el suceso no ha sido tan rápida como para que el aletargado camino de las autoridades locales en la toma de decisiones pusiera en mayor peligro a nadie, pero pensar que, por ejemplo, las escuelas que suspendieron clases presenciales y retoman la modalidad virtual apenas iniciaran con la elaboración de las rutas pedagógicas y establecimiento de medios de comunicación para favorecer la enseñanza a distancia parece hasta insultante, sobre todo viniendo de dos años de pandemia en los que, se supone, se debió afinar todo aquello y dirigidos como estamos a modos híbridos de enseñanza (presencial-digital), por el avance de la tecnología. Así las cosas.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Sergio Estrada Cajigal rindió protesta como gobernador de Morelos en octubre del 2000, muy pronto viviría su primera amenaza de desastre con el aumento en la actividad del volcán Popocatépetl que tendría su clímax con la ligera erupción en diciembre de ese año. En aquél entonces, ocho mil habitantes de Ocuituco y Tetela del Volcán fueron evacuados, la mayoría se ubicó con familiares y sólo 3 mil 500 se ubicaron en los 21 albergues habilitados en Cuernavaca, Jiutepec y Temixco.

Muchas semanas antes la población de Morelos había sido advertida del peligro que representaba el volcán. Médicos, maestros y burócratas del gobierno estatal trabajaban largas jornadas en la inspección y habilitación de los albergues, en el diseño de planes. Millones de pesos se gastaron en la rehabilitación parcial de las vías de evacuación en caso de contingencia y otros tantos en señalética y materiales de difusión para mantener a la población informada sobre qué hacer frente al aumento de actividad del volcán.

El susto terminó a finales del 2000, la actividad del coloso se redujo significativamente y desde el 22 de diciembre se autorizó el regreso de la población a sus casas. Pero las estrategias de coordinación y de comunicación fueron suficientes para que durante muchas semanas previas, y varios meses posteriores al estallido del 2000 mantuviera a prácticamente todo Morelos atento a la actividad volcánica.

Han pasado 22 y medio años de aquél momento explosivo en el Popocatépetl. Don Goyo, como le dicen en las comunidades cercanas al cráter, no ha vuelto a estar inactivo, pero los episodios como el ocurrido el fin de semana resultan bastante aislados. Llama la atención, sin embargo, lo poco preparados que, a casi 23 años del sustazo aquél, parecen estar la sociedad y el gobierno estatal, y las complicaciones que se han sumado al escenario.

Porque en el 2000, la coordinación entre el gobierno estatal y los municipales era, salvo algunos casos, bastante eficiente. El tamaño de la población desplazada era bastante manejable, y las medidas de seguridad y protección resultaban claras para todos. Hoy, a pesar de la capacidad probada del Coordinador de Protección Civil del estado, Víctor Manuel Mercado Salcedo, nombrado apenas en septiembre del año pasado, la coordinación del Ejecutivo con las alcaldías es tan deficiente como podría ser, la cantidad de personas a evacuar de la zona de riesgo se ha casi duplicado, y el gobierno estatal parece mucho más ocupado en cosas (el gobernador, Cuauhtémoc Blanco anduvo el viernes en el partido de semifinal que perdió su equipo favorito en la Ciudad de México) bastante distintas a la actividad volcánica y el riesgo que la misma representa, no reducido, por cierto, a una aparentemente poco probable erupción de gran magnitud, sino a la caída de ceniza y las afectaciones que ello produce a la salud y la producción en el estado. Preocupa, porque siendo el Popocatépetl uno de los volcanes más vigilados del mundo, las autoridades habían detectado el aumento de actividad hace semanas, según reconoce el propio coordinador de Protección Civil del gobierno de Morelos, pero hasta este lunes se decidió salir a informar a la población y anunciar medidas para evitar el daño a la población cercana al cráter.

La conferencia de prensa del gobierno de Morelos se dio un día después de que la Coordinación Nacional de Protección Civil determinó mover el semáforo de alerta volcánica a amarillo fase tres, decisión tomada, por cierto, muchas horas después de que el gobierno de Puebla anunciara el reforzamiento de medidas para enfrentar la contingencia (a ellos les está yendo mucho peor que a Morelos, cierto, pero básicamente se ve lo mismo desde Morelos que desde Puebla, sobre todo contando con las cuatro cámaras de acceso libre que tienen la UNAM y el Centro Nacional de Prevención de Desastres en Tlamacas, Altzomoni, Tianguismanalco, San Nicolás de los Ranchos y Amecameca y que seguramente ya estarán viendo desde hace varios días los funcionarios de Morelos (queremos pensarlo así).

Afortunadamente, el suceso no ha sido tan rápida como para que el aletargado camino de las autoridades locales en la toma de decisiones pusiera en mayor peligro a nadie, pero pensar que, por ejemplo, las escuelas que suspendieron clases presenciales y retoman la modalidad virtual apenas iniciaran con la elaboración de las rutas pedagógicas y establecimiento de medios de comunicación para favorecer la enseñanza a distancia parece hasta insultante, sobre todo viniendo de dos años de pandemia en los que, se supone, se debió afinar todo aquello y dirigidos como estamos a modos híbridos de enseñanza (presencial-digital), por el avance de la tecnología. Así las cosas.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx