/ jueves 4 de mayo de 2023

Los profes activistas y la autoridad represora

Aunque algunos fueron revolucionarios, guerrilleros, líderes comunitarios, y más recientemente activistas, lo cierto es que el magisterio en México difícilmente ha tenido una posición reformadora o rupturista más allá de algunos momentos contestatarios. No es extraño, la escuela, por lo menos en sus niveles preescolar, primaria y secundaria, es en sí misma es un medio de conservación de la moral, las percepciones y las normas sociales; el asunto se relaja un poco en el bachillerato y la universidad, que se suponen los niveles liberadores; pero el profesorado se forma en escuelas llamadas normales, cuya esencia justamente es cuidar las normas sociales.

Por supuesto, hay normales que son especialmente conflictivas, particularmente las rurales, básicamente porque los problemas acarreados por la injusticia en las áreas no urbanizadas del país son mucho más profundos, y también porque su posición las hace muy vulnerables a la contaminación de grupos radicales que en ellas encuentran militancias convencidas.

Esto no obstaculiza que haya maestros erigidos en líderes comunitarios, defensores de los derechos de ciudadanos y de la niñez, denunciantes de las injusticias provocadas por disfunciones en la dinámica social. Pero ellos no son mayoría, seguramente no llegan ni al 10 por ciento de la población; el resto de los docentes están convencidos de hacer su contribución a la evolución social desde la privacía del aula, grupo por grupo.

Cada quien es libre de aportar para cambiar al mundo en la forma que desee. Algunos lo hacen desde casa, educando a sus hijos mejor de lo que ellos fueron instruidos; otros en su trabajo, cambiando las dinámicas y los procesos; y hay pocos que deciden cambiar al mundo por medio del activismo; en el mejor de los casos, ellos serán llamados algún día renovadores, creadores y hasta héroes; pero en su tiempo suelen ser tildados de alborotadores, rijosos, insurrectos, subversivos, agitadores (es destacable la cantidad de sinónimos para el epíteto).

Eliacín Salgado Salgado conoce de esto, él mismo fue de esos profes que marchaban por las calles y participaban activamente en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación cuando el movimiento de trabajadores homologados. Pero ahora, como director del IEBEM, Eliacín tiene que mostrar control sobre el magisterio pues de esa forma, asume, será considerado por su grupo como probable candidato a algún cargo de elección popular en el 2024.

No le ha salido, primero perdió el control del magisterio en la elección del 2021, cuando los votos de muchos docentes le dieron la espalda a los candidatos de la alianza en el gobierno. Luego vino la elección interna de Morena, en que los maestros tampoco abarrotaron las afiliaciones y las urnas. Tampoco le salió impulsar a una planilla para ganar la dirigencia del SNTE en Morelos. En cambio, relevó mandos del IEBEM para permitir una mayor operación política y busca frenar el trabajo de profesores activistas que, si bien siempre se han complicado a la autoridad educativa, sólo en algunas ocasiones habían sido amenazados con sanciones.

Cuando los profes activistas denuncian las amenazas de la autoridad educativa para quienes deciden hacer activismo contra proyectos y políticas gubernamentales, remiten al pasado de las grandes movilizaciones magisteriales cuando eran acalladas con sanciones administrativas, bajas y hasta cárcel. Un pasado que el director del IEBEM cuando era sindicalista, padeció con muchos de sus compañeros.

Llama la atención el que ahora no hay un movimiento que ponga en peligro real el servicio educativo, como ocurrió en los ochenta, los noventa y el 2008. El magisterio en general está agraviado por múltiples factores, pero en esencia tranquilo, no habría motivos para pensar que una sanción administrativa a los profes activistas es siquiera justificada. Mucho menos cuando se trata de personajes que llevan décadas defendiendo esas causas, mayormente ajenas al servicio educativo, con los mismos métodos.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


Aunque algunos fueron revolucionarios, guerrilleros, líderes comunitarios, y más recientemente activistas, lo cierto es que el magisterio en México difícilmente ha tenido una posición reformadora o rupturista más allá de algunos momentos contestatarios. No es extraño, la escuela, por lo menos en sus niveles preescolar, primaria y secundaria, es en sí misma es un medio de conservación de la moral, las percepciones y las normas sociales; el asunto se relaja un poco en el bachillerato y la universidad, que se suponen los niveles liberadores; pero el profesorado se forma en escuelas llamadas normales, cuya esencia justamente es cuidar las normas sociales.

Por supuesto, hay normales que son especialmente conflictivas, particularmente las rurales, básicamente porque los problemas acarreados por la injusticia en las áreas no urbanizadas del país son mucho más profundos, y también porque su posición las hace muy vulnerables a la contaminación de grupos radicales que en ellas encuentran militancias convencidas.

Esto no obstaculiza que haya maestros erigidos en líderes comunitarios, defensores de los derechos de ciudadanos y de la niñez, denunciantes de las injusticias provocadas por disfunciones en la dinámica social. Pero ellos no son mayoría, seguramente no llegan ni al 10 por ciento de la población; el resto de los docentes están convencidos de hacer su contribución a la evolución social desde la privacía del aula, grupo por grupo.

Cada quien es libre de aportar para cambiar al mundo en la forma que desee. Algunos lo hacen desde casa, educando a sus hijos mejor de lo que ellos fueron instruidos; otros en su trabajo, cambiando las dinámicas y los procesos; y hay pocos que deciden cambiar al mundo por medio del activismo; en el mejor de los casos, ellos serán llamados algún día renovadores, creadores y hasta héroes; pero en su tiempo suelen ser tildados de alborotadores, rijosos, insurrectos, subversivos, agitadores (es destacable la cantidad de sinónimos para el epíteto).

Eliacín Salgado Salgado conoce de esto, él mismo fue de esos profes que marchaban por las calles y participaban activamente en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación cuando el movimiento de trabajadores homologados. Pero ahora, como director del IEBEM, Eliacín tiene que mostrar control sobre el magisterio pues de esa forma, asume, será considerado por su grupo como probable candidato a algún cargo de elección popular en el 2024.

No le ha salido, primero perdió el control del magisterio en la elección del 2021, cuando los votos de muchos docentes le dieron la espalda a los candidatos de la alianza en el gobierno. Luego vino la elección interna de Morena, en que los maestros tampoco abarrotaron las afiliaciones y las urnas. Tampoco le salió impulsar a una planilla para ganar la dirigencia del SNTE en Morelos. En cambio, relevó mandos del IEBEM para permitir una mayor operación política y busca frenar el trabajo de profesores activistas que, si bien siempre se han complicado a la autoridad educativa, sólo en algunas ocasiones habían sido amenazados con sanciones.

Cuando los profes activistas denuncian las amenazas de la autoridad educativa para quienes deciden hacer activismo contra proyectos y políticas gubernamentales, remiten al pasado de las grandes movilizaciones magisteriales cuando eran acalladas con sanciones administrativas, bajas y hasta cárcel. Un pasado que el director del IEBEM cuando era sindicalista, padeció con muchos de sus compañeros.

Llama la atención el que ahora no hay un movimiento que ponga en peligro real el servicio educativo, como ocurrió en los ochenta, los noventa y el 2008. El magisterio en general está agraviado por múltiples factores, pero en esencia tranquilo, no habría motivos para pensar que una sanción administrativa a los profes activistas es siquiera justificada. Mucho menos cuando se trata de personajes que llevan décadas defendiendo esas causas, mayormente ajenas al servicio educativo, con los mismos métodos.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx