/ lunes 22 de mayo de 2023

Chile, la constitución improbable

Mauricio Jaramillo Jassir

Gabriel Boric enfrenta una nueva derrota, y tal como sucedió en septiembre de 2022, la Constitución se vuelve a convertir en su dolor de cabeza. ¿Qué viene para Chile? ¿En qué queda el proyecto constitucional producto de las movilizaciones de 2019? ¿Qué iniciativas programáticas le restan a Boric?

De forma inesperada, Chile pasó de ser un modelo de centrismo construido sobre los acuerdos amplios post Pinochet, en el país de los consensos improbables. ¿Qué pasó en estos años? Aparentemente había un consenso sobre la necesidad de avanzar en una nueva constitución, sin embargo, hoy no parece posible avanzar en una carta magna que recoja las reivindicaciones de las movilizaciones sociales se transite hacia su refundación o la profundización de la democratización iniciada hace tres décadas por los gobiernos de la llamada Concertación.

Dos razones explican el degaste del proyecto inicial de cambiar la Constitución por una versión más progresista. Primero, las movilizaciones tuvieron éxito cuando el discurso anti establecimiento tenía a Sebastián Piñera en la presidencia, a quien se podía responsabilizar por la degradación de las condiciones de vida y el incremento de los precios en el transporte que activó las protestas. Mientras estuviera ese gobierno conservador, era relativamente sencillo mantener la unidad, pues se tenia una suerte de enemigo común al que se debía combatir. Por eso, en la consulta de 2020 para empezar con el proceso constituyente y de 2021 para conformar una Convención que redactara un borrador, la unidad de la izquierda prevaleció.

Sin embargo, cuando Boric ganó las elecciones y empezó a gobernar las fracturas se hicieron evidentes y la capacidad de convocatoria de la izquierda, así como los consensos se fueron extraviando. Para septiembre de 2022 cuando se debía aprobar la Constitución, el desencanto frente Boric era patente y la derecha sacando provecho del degaste del gobierno se impuso en las urnas con la lógica del “voto castigo”. Segundo, la derecha fue muy efectiva en transmitir la idea de la Constitución era radical, un salto al vacío que alejaba a Chile del liberalismo y sumergía el país en una suerte de progresismo radical. En ese panorama apocalíptico la inversión extranjera saldría despavorida, los riesgos de desintegración territorial aumentarían y se estimularía el aborto, la eutanasia y la forzada e infundada tesis de la propagación de la “ideología de género”. En una sociedad conservadora y, por ende, acostumbrada a los cambios paulatinos, tal refundación fue concebida como inviable.

Para rematar, en la antesala de la elección del pasado domingo Boric, sufrió el revés más significativo después de la derrota en el plebiscito constitucional, el hundimiento de su reforma fiscal o tributaria. Con esta buscaba inclinar el sistema de impuestos hacia el gran capital para lograr mejores niveles de redistribución, demanda recurrente de todos los sectores variopintos que participaron de las movilizaciones de 2019 y 2020.

Posteriormente, en la elección del Consejo Constitucional que tendrá a su cargo la redacción de un texto que deberá ser sometido nuevamente a las urnas, el Partido Republicano de José Antonio Kast, de extrema derecha, obtuvo una mayoría significativa con mas del 35% de los escaños (22) y por encima de Unidad de Chile de la izquierda y afín a Boric con 17 escaños. Sumando los escaños obtenidos por Chile Seguro (11), la derecha tendrá un 58% del total de los puestos. Esto da una idea del panorama tan complejo que enfrenta la izquierda progresista chilena partidaria de un cambio fundamental en la Constitución.

La paradoja de la derecha

Si bien la derecha obtuvo un triunfo significativo e inesperado, no tiene todo resuelto. Hace relativamente poco tiempo sufrió la derrota en segunda vuelta a manos de Boric, sin embargo, ha venido ganando espacios en oposición al gobierno cuyos reveses en materia de reformas, desempeño económico y seguridad son cada vez más evidentes. La derecha ha obtenido dos valiosos triunfos, pero siempre haciendo campaña contra, y como se dijo apelando al voto castigo, una fórmula que en gobiernos desgastados demuestra eficacia. Para la muestra: la elección de Donald Trump, el Brexit y el plebiscito por la paz en Colombia, todos en 2016.

Ahora bien, a partir del resultado de los comicios pasados, esta derecha deberá administrar la victoria en pro de redactar una nueva constitución, pues el mandato de 2020 -por medio del cual 80% de los chilenos dijo aspirar a una reforma constitucional- guarda vigencia. La derecha deberá superar la paradójica situación de tener a su cargo el nuevo texto, estando en desacuerdo con la reforma. Se trata no solo de una paradoja, sino incluso de un dilema, pues tendrá la tentación de confeccionar una carta magna según sus intereses ideológicos. Si cae en ella, correrá el riesgo de sufrir el mismo revés que la izquierda chilena en septiembre de 2022. Si aspira a que el texto que se someta a las urnas en diciembre de 2023 sea aprobado deberá acercarse el centro e incluso a la izquierda pues, aunque no los necesite en la aprobación en el Consejo Constitucional, tendrá que obtener su visto bueno para que el “sí” se imponga en la elección de final de año.

No parece fácil la ecuación, pero la derecha tiene algo a su favor: nada que perder. Entretanto Boric depende para terminar su gestión de manera decorosa de conseguir la aprobación de la reforma al sistema pensional y un nuevo esquema fiscal que siente las bases de un modelo más progresivo.

Mauricio Jaramillo Jassir es profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario en Bogotá. Sígalo en @mauricio181212