Por Erick Omar Ramírez Marañón
En la teoría de las relaciones internacionales, el dilema de seguridad es un concepto fundamental, especialmente en el paradigma neorrealista o realismo estructural. En 1950, el politólogo alemán John H. Herz desarrolló este dilema, describiendo una situación en la que las acciones de un estado por mejorar su seguridad y armamento causan inseguridad en otros estados, lo que los lleva a tomar medidas similares. Incluso si ninguno de los estados tenía inicialmente intenciones hostiles, este ciclo continuo de aumento de seguridad y armamento de los estados puede resultar en una escalada de tensiones y una carrera armamentista.
El dilema de seguridad en el realismo hace hincapié en la dificultad de trabajar juntos en un sistema internacional anárquico. Las medidas defensivas también pueden ser interpretadas como agresivas, lo que dificulta las relaciones y la construcción de confianza entre los estados y dificulta el establecimiento de relaciones diplomáticas. Del mismo modo puede interpretarse como un factor clave en varias guerras a lo largo de la historia, donde las acciones defensivas de un Estado han provocado reacciones en cadena que terminan en conflictos. Estos son ejemplos importantes:
La Guerra Fría
Durante la Guerra Fría, se presentó un problema de seguridad en la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El objetivo de ambas naciones era mejorar su seguridad mediante la acumulación de armamento nuclear y la creación de alianzas, lo que generó un ambiente de desconfianza. Cada medida defensiva era percibida como una amenaza potencial, lo que generaba más tensiones y la posibilidad de un conflicto nuclear, tal como se demostró en la crisis de los misiles en Cuba.
OTAN en el este
El dilema de seguridad sigue siendo relevante en conflictos contemporáneos, como se observa en las tensiones entre Rusia y la OTAN. La expansión de la OTAN hacia el este ha sido justificada por Rusia como una amenaza a su seguridad, lo que ha llevado a un aumento de la militarización y a una escalada de las tensiones en Europa del Este, especialmente en el contexto de la invasión de Ucrania en 2022.
El dilema de seguridad propuesto por J.H. Herz puede ser utilizado para analizar la situación geopolítica entre Rusia y la OTAN y cómo estos hechos contribuyeron al inicio de la guerra ruso-ucraniana. Este dilema ilustra cómo las acciones defensivas de un Estado pueden aumentar la inseguridad de otros, es decir como la expansión de la OTAN hacia el este ha sido una fuente importante de tensión en este conflicto. Rusia había visto las acciones de la OTAN como una amenaza importante a su seguridad nacional, lo que contribuyó a las tensiones que llevaron a la guerra en Ucrania. Desde que la Unión Soviética se desintegró, la expansión de la OTAN hacia el este ha sido un punto de conflicto constante. Esta expansión amenaza constantemente al territorio y poderío que ejerce Rusia en la región y su posición como potencia global.
Moscú vio la oferta de membresía a Ucrania en 2008 como un intento de acorralar a Rusia, lo que aumentó sus inquietudes sobre la seguridad en sus fronteras. La expansión ha sido vista por Rusia como una amenaza directa a su seguridad nacional, lo que ha provocado una serie de respuestas agresivas, una de las cuales fue la invasión de Ucrania en 2022.
Rusia ha considerado el concepto estratégico renovado de la OTAN, que incluye el despliegue de tropas y recursos en Europa del Este, como un acto de agresión. La idea de que la OTAN está tratando de debilitar a Rusia y limitar su capacidad de actuar en su esfera de influencia ha sido alimentada por la presencia militar en países cercanos a sus fronteras y el suministro de armas a Ucrania. Esto ha llevado a Moscú a adoptar un enfoque más agresivo, argumentando que sus acciones en Ucrania son necesarias para salvaguardar su seguridad nacional y su territorio.
Herz considera que estas acciones son el resultado de un ciclo de desconfianza: Rusia ha provocado una reacción cadena en respuesta a sus esfuerzos por proteger su propia frontera y mantener su influencia en la región, lo que ha aumentado la percepción de amenaza entre los países occidentales, quienes han reforzado su postura militar y política en respuesta.
El dilema radica en cómo cada actor interpreta las intenciones del otro. Rusia decide llevar a cabo una acción militar preventiva debido a su preocupación por la posibilidad de que Ucrania se una a la OTAN. Lejos de lograr estabilizar la situación, esta acción ha provocado un aumento de las tensiones y una mayor concentración militar en la zona. Al considerar la invasión como una agresión sin justificación, Occidente ha respondido mediante sanciones y un incremento en su apoyo militar a Ucrania, lo que fortalece la sensación de que Rusia está siendo acorralada.
Además, la historia y la identidad compartida entre Rusia y Ucrania complican el dilema de seguridad. La historia y la percepción de amenazas externas alimentan la inseguridad en un contexto donde la narrativa de Putin, que minimiza la soberanía ucraniana y presenta la intervención como una forma de proteger a los ruso hablantes, se enmarcan en un contexto donde la inseguridad se alimenta de la historia y de la percepción de amenazas externas.
Por lo tanto, la guerra en Ucrania no solo se trata de una disputa territorial, sino también de cómo un problema de seguridad puede provocar un aumento de la violencia, donde cada esfuerzo de un Estado por mantener su posición puede ser interpretado como una agresión por otro.
ERICK OMAR RAMÍREZ MARAÑÓN es alumno de la Carrera de Negocios Internacionales de la ESCA Unidad Santo Tomás del IPN.