/ miércoles 26 de junio de 2024

El salto al vacío de Emmanuel Macron

Por Emilio Ordoñez

En medio de una Eurocopa caracterizada por el buen juego y atravesada por rivalidades que, trascendiendo lo futbolístico, se enraízan en el más puro nacionalismo, se alzó la voz de Kylian Mbappé. La estrella de la selección francesa llamó a “no votar a los extremos”, un llamado que fue acompañado por Marcus Thuram, y que se coló en los entresijos de un evento que hace lo posible por contener cualquier demostración política. Estas declaraciones prueban el impacto del resultado del capítulo francés de las recientes elecciones al Parlamento Europeo, en las que la extrema derecha se ubicó primera, obligando al presidente Emmanuel Macron a adelantar los comicios de la Asamblea Nacional para fines de junio, con una segunda vuelta a principios de julio.

La victoria de Reagrupamiento Nacional (RN), la formación encabezada por Marine Le Pen, representó uno de los mayores éxitos para la ultraderecha y confirma una vez más el sostenido avance de este sector a nivel interno. RN se alzó con un 31,5% de los votos, duplicando el desempeño del macronista Renacimiento, con un pobre 14,3% de los sufragios. Estos resultados representaron uno de los puntos altos para la extrema derecha a nivel continental, a la vez que un nuevo retroceso para el oficialismo. En un contexto europeo en el que, a juzgar por las cifras finales, el centro político resistió los peores pronósticos augurados por las encuestas y liderará la política europea por el próximo quinquenio.

No obstante, ello, la extrema derecha crece a todos los niveles, como lo demuestra el excelente desempeño de sus partidos en Italia y Alemania, entre otros países. En este escenario, el triunfo del lepenismo en Francia es una muestra más del proceso de “normalización” de este sector, tras el lavado de cara político llevado adelante por Le Pen mediante la desconexión con el legado más ligado al neo-nazismo del antiguo Frente Nacional liderado por su padre. En este recorrido desde las márgenes hasta el mainstream de la política francesa, Marine Le Pen ha disputado ya dos balotajes contra el actual presidente, así como también aumentó su representación en las parlamentarias de 2023 hasta el tercer lugar.

Este crecimiento viene de la mano de varios factores. Al proceso de licuación política entre centroderechas y centroizquierdas presente en todo el continente europeo, se le suma un tradicional voto de protesta de sectores rurales. Estos sectores no se ven interpelados por el mensaje europeísta, globalizante y demasiado inclinado a cuestiones medioambientales impulsado por el Palacio Elíseo. Un fenómeno notable fue la creciente aceptación por otros sectores sociales tales como los pensionados o los sectores de ingresos medianos, saliendo de los clusters electorales de clase obrera, lo que explicaría que RN haya ganado en más del 90% de los municipios, perdiendo solamente en Isla de Francia y Martinica.

Está claro que Macron pagó el precio de un segundo mandato plagado de retrocesos, empezando por la pérdida de la mayoría absoluta en las parlamentarias del 2022, debiendo aliarse con la derecha gaullista de Los Republicanos (LR) para mantener el control de la agenda. A la polémica reforma de las pensiones aprobada por decreto en abril del año pasado tras semanas de protestas en las calles, se le sumó una reforma inmigratoria a principios de 2024. Esta última produjo un desgaste político innecesario por su extendido trámite parlamentario y cuyo formato final tuvo gran influencia del lepenismo, confirmando el clima de época imperante en Francia al consolidar la noción del inmigrante como sujeto a combatir.

Los retrocesos en lo interno también tuvieron su correlato en la agenda exterior. En efecto, las intenciones de Macron de convertir a Francia en el nuevo motor de Europa tras el fin de la era merkeliana, contrastaron con la realidad de la pérdida del margen de maniobra en sus áreas de influencia heredadas del tiempo colonial. Los diversos golpes de Estado en países de la Françafrique como Malí, Burkina Faso o Níger, entre otros, fueron acompañados por protestas en contra de la influencia política y militar de París en la región. Las ambiciones de centralidad europea de Macron parecen depender cada vez más del éxito de la OTAN en el apoyo a Ucrania en su guerra contra Rusia, y del cada vez más asertivo papel francés en este sentido.

El anuncio de la disolución de la Asamblea Nacional produjo un terremoto político que expuso tensiones y reacomodamientos a ambos lados del espectro político. De un lado, las divisiones tanto al interior de la centroderecha tradicional (en este caso, casi cismáticas) como de la extrema derecha radical expresada en Reconquista, el partido de Eric Zemmour. Ambas en torno a la prosecución de una alianza electoral con el lepenismo, muestran no sólo el predominio de RN –quien se beneficia en este río revuelto- sino que también da cuenta del principio del fin del “cordón sanitario” que prohibía este tipo de asociaciones. Un fenómeno que, con diferentes matices, ya ha sucedido en España, Italia o Suecia, por mencionar sólo algunos países.

Por otro lado, la rápida conformación de una nueva alianza entre socialistas, verdes, comunistas e insumisos aunada en el Nuevo Frente Popular (NFP), representó tanto un intento de contención del avance de la extrema derecha como una posibilidad de mostrarse como alternativa potable a un resurgir del macronismo. El potencial electoral de una unión de izquierdas fue probado tras la formación de la Nueva Unión Política, Ecológica y Social (NUPES), partido que obtuvo la segunda minoría en las parlamentarias dos años atrás, y que intentará replicarse. La principal envión está dado en la intención de aprovechar el buen desempeño del Partido Socialista en las recientes europeas, que con un 13% obtuvieron su mejor resultado en una década.

Este resultado prometía ser origen de tensiones al interior del novel armado, en la medida en que la centralidad de la iniciativa ha sido tradicionalmente propia de La Francia Insumisa (LFI) de Jean Luc Melenchon, partido que retrocedió en votos con respecto a 2022. A la rapidez en la formación de la alianza política y del núcleo programático, se le sumó el entendimiento de una “centralidad compartida” entre socialistas e insumisos y la promoción a la candidatura a primer ministro del expresidente François Hollande como figura de consenso. Esta candidatura puede considerarse un verdadero acto de resurrección política que persigue oponer la experiencia en el poder y el conocimiento general contra la juventud y del candidato de RN, Jordan Bardella.

Ante las primeras encuestas que dejan al macronismo detrás de RN y del NFP, el presidente ha vuelto a recurrir a su discurso de “extremo centro” contra izquierdas y derechas por igual. A pesar de que esta narrativa lo llevó a la presidencia, hoy carga con el peso del interrogante que comporta este verdadero salto al vacío político que supone el adelantamiento de elecciones, y que procura interpelar a una Francia tan diversa como su propia Selección Nacional.

EMILIO ORDOÑEZ es Investigador, analista internacional en el portal Fundamentar.com y columnista radial en diversas emisoras de Argentina y el extranjero. Sígalo en @eordon73

Por Emilio Ordoñez

En medio de una Eurocopa caracterizada por el buen juego y atravesada por rivalidades que, trascendiendo lo futbolístico, se enraízan en el más puro nacionalismo, se alzó la voz de Kylian Mbappé. La estrella de la selección francesa llamó a “no votar a los extremos”, un llamado que fue acompañado por Marcus Thuram, y que se coló en los entresijos de un evento que hace lo posible por contener cualquier demostración política. Estas declaraciones prueban el impacto del resultado del capítulo francés de las recientes elecciones al Parlamento Europeo, en las que la extrema derecha se ubicó primera, obligando al presidente Emmanuel Macron a adelantar los comicios de la Asamblea Nacional para fines de junio, con una segunda vuelta a principios de julio.

La victoria de Reagrupamiento Nacional (RN), la formación encabezada por Marine Le Pen, representó uno de los mayores éxitos para la ultraderecha y confirma una vez más el sostenido avance de este sector a nivel interno. RN se alzó con un 31,5% de los votos, duplicando el desempeño del macronista Renacimiento, con un pobre 14,3% de los sufragios. Estos resultados representaron uno de los puntos altos para la extrema derecha a nivel continental, a la vez que un nuevo retroceso para el oficialismo. En un contexto europeo en el que, a juzgar por las cifras finales, el centro político resistió los peores pronósticos augurados por las encuestas y liderará la política europea por el próximo quinquenio.

No obstante, ello, la extrema derecha crece a todos los niveles, como lo demuestra el excelente desempeño de sus partidos en Italia y Alemania, entre otros países. En este escenario, el triunfo del lepenismo en Francia es una muestra más del proceso de “normalización” de este sector, tras el lavado de cara político llevado adelante por Le Pen mediante la desconexión con el legado más ligado al neo-nazismo del antiguo Frente Nacional liderado por su padre. En este recorrido desde las márgenes hasta el mainstream de la política francesa, Marine Le Pen ha disputado ya dos balotajes contra el actual presidente, así como también aumentó su representación en las parlamentarias de 2023 hasta el tercer lugar.

Este crecimiento viene de la mano de varios factores. Al proceso de licuación política entre centroderechas y centroizquierdas presente en todo el continente europeo, se le suma un tradicional voto de protesta de sectores rurales. Estos sectores no se ven interpelados por el mensaje europeísta, globalizante y demasiado inclinado a cuestiones medioambientales impulsado por el Palacio Elíseo. Un fenómeno notable fue la creciente aceptación por otros sectores sociales tales como los pensionados o los sectores de ingresos medianos, saliendo de los clusters electorales de clase obrera, lo que explicaría que RN haya ganado en más del 90% de los municipios, perdiendo solamente en Isla de Francia y Martinica.

Está claro que Macron pagó el precio de un segundo mandato plagado de retrocesos, empezando por la pérdida de la mayoría absoluta en las parlamentarias del 2022, debiendo aliarse con la derecha gaullista de Los Republicanos (LR) para mantener el control de la agenda. A la polémica reforma de las pensiones aprobada por decreto en abril del año pasado tras semanas de protestas en las calles, se le sumó una reforma inmigratoria a principios de 2024. Esta última produjo un desgaste político innecesario por su extendido trámite parlamentario y cuyo formato final tuvo gran influencia del lepenismo, confirmando el clima de época imperante en Francia al consolidar la noción del inmigrante como sujeto a combatir.

Los retrocesos en lo interno también tuvieron su correlato en la agenda exterior. En efecto, las intenciones de Macron de convertir a Francia en el nuevo motor de Europa tras el fin de la era merkeliana, contrastaron con la realidad de la pérdida del margen de maniobra en sus áreas de influencia heredadas del tiempo colonial. Los diversos golpes de Estado en países de la Françafrique como Malí, Burkina Faso o Níger, entre otros, fueron acompañados por protestas en contra de la influencia política y militar de París en la región. Las ambiciones de centralidad europea de Macron parecen depender cada vez más del éxito de la OTAN en el apoyo a Ucrania en su guerra contra Rusia, y del cada vez más asertivo papel francés en este sentido.

El anuncio de la disolución de la Asamblea Nacional produjo un terremoto político que expuso tensiones y reacomodamientos a ambos lados del espectro político. De un lado, las divisiones tanto al interior de la centroderecha tradicional (en este caso, casi cismáticas) como de la extrema derecha radical expresada en Reconquista, el partido de Eric Zemmour. Ambas en torno a la prosecución de una alianza electoral con el lepenismo, muestran no sólo el predominio de RN –quien se beneficia en este río revuelto- sino que también da cuenta del principio del fin del “cordón sanitario” que prohibía este tipo de asociaciones. Un fenómeno que, con diferentes matices, ya ha sucedido en España, Italia o Suecia, por mencionar sólo algunos países.

Por otro lado, la rápida conformación de una nueva alianza entre socialistas, verdes, comunistas e insumisos aunada en el Nuevo Frente Popular (NFP), representó tanto un intento de contención del avance de la extrema derecha como una posibilidad de mostrarse como alternativa potable a un resurgir del macronismo. El potencial electoral de una unión de izquierdas fue probado tras la formación de la Nueva Unión Política, Ecológica y Social (NUPES), partido que obtuvo la segunda minoría en las parlamentarias dos años atrás, y que intentará replicarse. La principal envión está dado en la intención de aprovechar el buen desempeño del Partido Socialista en las recientes europeas, que con un 13% obtuvieron su mejor resultado en una década.

Este resultado prometía ser origen de tensiones al interior del novel armado, en la medida en que la centralidad de la iniciativa ha sido tradicionalmente propia de La Francia Insumisa (LFI) de Jean Luc Melenchon, partido que retrocedió en votos con respecto a 2022. A la rapidez en la formación de la alianza política y del núcleo programático, se le sumó el entendimiento de una “centralidad compartida” entre socialistas e insumisos y la promoción a la candidatura a primer ministro del expresidente François Hollande como figura de consenso. Esta candidatura puede considerarse un verdadero acto de resurrección política que persigue oponer la experiencia en el poder y el conocimiento general contra la juventud y del candidato de RN, Jordan Bardella.

Ante las primeras encuestas que dejan al macronismo detrás de RN y del NFP, el presidente ha vuelto a recurrir a su discurso de “extremo centro” contra izquierdas y derechas por igual. A pesar de que esta narrativa lo llevó a la presidencia, hoy carga con el peso del interrogante que comporta este verdadero salto al vacío político que supone el adelantamiento de elecciones, y que procura interpelar a una Francia tan diversa como su propia Selección Nacional.

EMILIO ORDOÑEZ es Investigador, analista internacional en el portal Fundamentar.com y columnista radial en diversas emisoras de Argentina y el extranjero. Sígalo en @eordon73