/ miércoles 6 de noviembre de 2024

Poliescenarios / ¿Qué desafíos tiene para una mujer ocupar puestos de alto mando?

Por Noemí Mirza Ramírez García

El pasado 1 de octubre se realizó el cambio de gobierno, por primera vez una mujer es presidenta en México; sin importar el partido político que representa o sus ideologías; Claudia Sheinbaum marca un hecho histórico en México, es la primera mujer en ocupar la silla presidencial de un total de 65 hombres que han tenido el mismo cargo, es la treceava en América Latina, y en el mundo aproximadamente es una de las 90 que han sido jefes de estado en comparación con los 2000 que hombres que también lo han sido considerando la historia moderna. La diferencia estadística a nivel mundial sobre los puestos de altos mando o de dirección, es marcada, solo el 35% de estos cargos es ocupado por mujeres el resto es ocupado por el sexo opuesto. Qué significan estos datos y cuál es el significado que tiene el que una mujer logre abrirse camino y se coloque como titular de espacios que históricamente han sido coordinados y liderados por hombres.

Los significados son diversos, el que mujeres y hombres tengan la misma oportunidad de acceder a puestos de alto mando, rompe la brecha de género socialmente establecida, pues son los hombres los que históricamente han estado al frente de estos espacios, lo que implica el reconocimiento, la admiración, la validación y la naturalización de la creencia de que “el puesto debe ser liderado por una figura masculina”. En contraste, las mujeres cuando ocupan estos cargos, un conjunto de roles, estereotipos y prejuicios sustentados en el género las acompaña en su travesía por su desarrollo profesional; son ellas las que más enfrentan desvalorización sobre sus habilidades o capacidades, discriminación, acoso y hostigamiento sexual en comparación con los hombres. Bajo esta visión el que una mujer tenga un puesto de alto mando significa abrir camino a otras para que sigan accediendo a dichos espacios.

Entonces es un reto y un desafío para las mujeres el poder desarrollarse profesionalmente; en su transitar hacia puestos laborales de gran responsabilidad, se enfrentan a desafíos que son propios del nuevo cargo y los vinculados con la violencia de género, los cuales van desde poner en tela de juicio sus capacidades y la forma en la que ascendió a dicho espacio, hasta amenazas e intimidaciones para que abandone o renuncie, pasando por diferencias salariales, según el CONAPRED (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación) los hombres reciben en promedio un ingreso laboral por hora trabajada de 34.2% mayor al de las mujeres.

Los desafíos vinculados a los roles de género en el desarrollo profesional de las mujeres no sólo son externos, es decir, no sólo son resultado de la violencia de género que pueden ejercer las personas hacia ellas, también, son internos, es decir emanan del sentir y pensar de ellas. Así, los “techos de cristal” barreras invisibles que limitan el crecimiento profesional de las mujeres, son una constante en su desarrollo profesional y personal, cuestionamientos internos sobre si están haciendo bien las cosas dentro de su vida personal y profesional es un ejemplo de las luchas internas que las mujeres viven para poder desprenderse de roles tradiciones de género; en este sentido, es común que algunas lleguen a sentir “culpabilidad porque creen que no están al pendiente de los hijos, la casa o la pareja”. Estas barreras invisibles hacen que muchas mujeres asuman dobles o triples jornadas laborales o sientan que deben cumplir con todas sus tareas y obligaciones “sentimiento de super mujer” esto sin importar el puesto que desempeñen.

Finalmente, uno de los desafíos que muchas mujeres se enfrentan al alcanzar un desarrollo profesional al momento de encontrar una pareja es la hipergamia inversa; se ha demostrado científicamente que la mujer mientras más crezca académica, laboral y económicamente menor probabilidad tendrá de que los hombres la prefieren como pareja. La causa, creencias tradicionales vinculadas con el género, donde los hombres prefieren a las mujeres con mayor dependencia económica y menor grado de estudios o desarrollo profesional, en contraste las mujeres con estas características van a preferir hombres con sus mismas características; bajo este escenario, es un desafío el poder atender proyectos de vida personales vinculados con la familia o la pareja.

El que una mujer esté al frente de la presidencia o que ocupe un puesto de alto mando o dirección no solo es una cuestión de igualdad, sino también de justicia social, es un logro que habrá que festejar, representa un simbolismo de inspiración para que otras mujeres busquen espacios de desarrollo profesional y liderazgo; sin embargo, el que una mujer se coloque o llegue a este tipo de puestos, trae consigo una serie de desafíos y de retos internos y externos dentro de su trayectoria profesional, pues más allá de los avances en materia de equidad de género, aún existen vestigios de lo que falta por trabajar como sociedad para poder lograr una igualdad en la forma en que se viven y ejercen los derechos. En este sentido, ninguna mujer tendría que enfrentarse a retos que son producto de los roles de género y no de los desafíos propios de su puesto o su profesión.

Es fundamental reconocer que una mujer en el poder no solo representa un avance individual, sino un logro colectivo que refleja la apertura de la sociedad hacia una participación equitativa. Su éxito no es solo personal, sino una victoria simbólica para millones de mujeres que buscan romper techos de cristal en diferentes campos, pero sin duda aún hay mucho que trabajar.

NOEMÍ MIRZA RAMÍREZ GARCÍA es licenciada en Psicología Social, Maestra en Psicología (2018), con residencia en Evaluación Educativa, Especialista en Género. En la Dirección de Formación e Innovación Educativa del Instituto Politécnico Nacional fue Coordinadora de la Red de género de la Unidad (2022-2023) y ocupó el puesto de jefa de Departamento de Evaluación y Seguimiento de las Prácticas Docentes (2018-2023).

Por Noemí Mirza Ramírez García

El pasado 1 de octubre se realizó el cambio de gobierno, por primera vez una mujer es presidenta en México; sin importar el partido político que representa o sus ideologías; Claudia Sheinbaum marca un hecho histórico en México, es la primera mujer en ocupar la silla presidencial de un total de 65 hombres que han tenido el mismo cargo, es la treceava en América Latina, y en el mundo aproximadamente es una de las 90 que han sido jefes de estado en comparación con los 2000 que hombres que también lo han sido considerando la historia moderna. La diferencia estadística a nivel mundial sobre los puestos de altos mando o de dirección, es marcada, solo el 35% de estos cargos es ocupado por mujeres el resto es ocupado por el sexo opuesto. Qué significan estos datos y cuál es el significado que tiene el que una mujer logre abrirse camino y se coloque como titular de espacios que históricamente han sido coordinados y liderados por hombres.

Los significados son diversos, el que mujeres y hombres tengan la misma oportunidad de acceder a puestos de alto mando, rompe la brecha de género socialmente establecida, pues son los hombres los que históricamente han estado al frente de estos espacios, lo que implica el reconocimiento, la admiración, la validación y la naturalización de la creencia de que “el puesto debe ser liderado por una figura masculina”. En contraste, las mujeres cuando ocupan estos cargos, un conjunto de roles, estereotipos y prejuicios sustentados en el género las acompaña en su travesía por su desarrollo profesional; son ellas las que más enfrentan desvalorización sobre sus habilidades o capacidades, discriminación, acoso y hostigamiento sexual en comparación con los hombres. Bajo esta visión el que una mujer tenga un puesto de alto mando significa abrir camino a otras para que sigan accediendo a dichos espacios.

Entonces es un reto y un desafío para las mujeres el poder desarrollarse profesionalmente; en su transitar hacia puestos laborales de gran responsabilidad, se enfrentan a desafíos que son propios del nuevo cargo y los vinculados con la violencia de género, los cuales van desde poner en tela de juicio sus capacidades y la forma en la que ascendió a dicho espacio, hasta amenazas e intimidaciones para que abandone o renuncie, pasando por diferencias salariales, según el CONAPRED (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación) los hombres reciben en promedio un ingreso laboral por hora trabajada de 34.2% mayor al de las mujeres.

Los desafíos vinculados a los roles de género en el desarrollo profesional de las mujeres no sólo son externos, es decir, no sólo son resultado de la violencia de género que pueden ejercer las personas hacia ellas, también, son internos, es decir emanan del sentir y pensar de ellas. Así, los “techos de cristal” barreras invisibles que limitan el crecimiento profesional de las mujeres, son una constante en su desarrollo profesional y personal, cuestionamientos internos sobre si están haciendo bien las cosas dentro de su vida personal y profesional es un ejemplo de las luchas internas que las mujeres viven para poder desprenderse de roles tradiciones de género; en este sentido, es común que algunas lleguen a sentir “culpabilidad porque creen que no están al pendiente de los hijos, la casa o la pareja”. Estas barreras invisibles hacen que muchas mujeres asuman dobles o triples jornadas laborales o sientan que deben cumplir con todas sus tareas y obligaciones “sentimiento de super mujer” esto sin importar el puesto que desempeñen.

Finalmente, uno de los desafíos que muchas mujeres se enfrentan al alcanzar un desarrollo profesional al momento de encontrar una pareja es la hipergamia inversa; se ha demostrado científicamente que la mujer mientras más crezca académica, laboral y económicamente menor probabilidad tendrá de que los hombres la prefieren como pareja. La causa, creencias tradicionales vinculadas con el género, donde los hombres prefieren a las mujeres con mayor dependencia económica y menor grado de estudios o desarrollo profesional, en contraste las mujeres con estas características van a preferir hombres con sus mismas características; bajo este escenario, es un desafío el poder atender proyectos de vida personales vinculados con la familia o la pareja.

El que una mujer esté al frente de la presidencia o que ocupe un puesto de alto mando o dirección no solo es una cuestión de igualdad, sino también de justicia social, es un logro que habrá que festejar, representa un simbolismo de inspiración para que otras mujeres busquen espacios de desarrollo profesional y liderazgo; sin embargo, el que una mujer se coloque o llegue a este tipo de puestos, trae consigo una serie de desafíos y de retos internos y externos dentro de su trayectoria profesional, pues más allá de los avances en materia de equidad de género, aún existen vestigios de lo que falta por trabajar como sociedad para poder lograr una igualdad en la forma en que se viven y ejercen los derechos. En este sentido, ninguna mujer tendría que enfrentarse a retos que son producto de los roles de género y no de los desafíos propios de su puesto o su profesión.

Es fundamental reconocer que una mujer en el poder no solo representa un avance individual, sino un logro colectivo que refleja la apertura de la sociedad hacia una participación equitativa. Su éxito no es solo personal, sino una victoria simbólica para millones de mujeres que buscan romper techos de cristal en diferentes campos, pero sin duda aún hay mucho que trabajar.

NOEMÍ MIRZA RAMÍREZ GARCÍA es licenciada en Psicología Social, Maestra en Psicología (2018), con residencia en Evaluación Educativa, Especialista en Género. En la Dirección de Formación e Innovación Educativa del Instituto Politécnico Nacional fue Coordinadora de la Red de género de la Unidad (2022-2023) y ocupó el puesto de jefa de Departamento de Evaluación y Seguimiento de las Prácticas Docentes (2018-2023).