/ miércoles 4 de septiembre de 2024

Política mundial / Río revuelto

Todavía no amanecía y yo ya estaba ahí. Era la víspera del último informe de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, ante el pueblo de México, su pueblo. Más por compromiso que por ganas nos tocó escuchar los logros que el presidente refería sobre lo hecho en este último sexenio, especialmente en este último año.

Por lo visto, o más bien escuchado, el presidente se encontraba de muy buen humor, tanto que se atrevió a romper con el protocolo del discurso para hacer un par de bromas y buscar la aprobación de sus comentarios entre aquellos privilegiados que se encontraban hasta adelante de la turba y que tenían un lugar reservado cerca del presidio. Luego, empezaron las mentiras. El presidente señaló que México se ha convertido en el primer socio comercial a nivel global de los Estados Unidos, incluso por encima de Canadá y China. Este hecho, según apuntó el propio AMLO, es uno de los grandes logros de su gobierno en este último año, sin embargo, suena un poco contrastante el hecho de qué celebre un acto como éste, cuando apenas hace unos días anunciaba una pausa a la relación diplomática con Estados Unidos y Canadá, luego de la intervención del embajador criticando la propuesta del ejecutivo federal mexicano para una reforma judicial.

Pero esto no paró ahí, el presidente reconoció que el sistema de salud, impulsado por su gobierno, no sólo alcanzó al de Dinamarca, sino que ahora es mejor que el de aquel país escandinavo, lo cual suena estúpidamente malo, pues los que en algún momento han visitado el sistema de salud público saben que hay un esfuerzo constante por parte de los médicos, pero que no es suficiente.

Luego, el presidente habló de la recaudación de impuestos de algunos grandes empresarios y de la importancia de que estos colaboren con las decisiones que tienen que ver con el pueblo, como el pago de impuestos. El problema fue que el presidente se atrevió a mencionar que desde su llegada la corrupción era nula en el poder ejecutivo, como si el único miembro del poder ejecutivo fuese él mismo. La situación empeoró no sólo por los rayos del sol, que ya quemaban en este primer domingo de septiembre, sino porque su seguidores no supieron comportarse en muchos momentos, e interrumpieron el discurso del informe presidencial con alabanzas y vítores para quien se despide luego de creer que ha hecho un gran trabajo.

Al menos yo no alcancé a escuchar nada relevante en materia de política exterior; no se mencionó una buena relación con ningún país y el presidente en su afán de decir que la mejor política exterior es la interior, descuidó, bajo mi perspectiva, un tema que es trascendental para el devenir socio económico y cultural de nuestra nación.

Y no se trata de desprestigiar o menoscabar los esfuerzos hechos en este último sexenio, pero tampoco podemos pasar por alto que el presidente ha tenido un pésimo manejo de la política exterior mexicana, pues sucedieron actos como los de España o Ecuador que solamente abrieron el camino por el cual el presidente mexicano nunca debió cruzar.

Resulta entonces que el informe no tuvo tantos elementos por mencionar o celebrar en temas de política exterior y se dedicó a presumir ciertos avances que son inobjetables, pero que no tienen un impacto internacional, salvo lo ya mencionado con los Estados Unidos, lo cual, bajo la perspectiva de quien escribe estas líneas, no debiera olvidarse, sobre todo porque México ocupa un lugar privilegiado en el mundo y somos el eje medular de naciones que nos siguen viendo para arriba como una nación ejemplar.

Es por todo ello que cuando el presidente comentó que ya no somos la economía número 15, sino la 12, lo cual muestra una dicotomía de su mensaje pues para llegar a esas cifras es necesario mantener la cooperación internacional donde México es protagonista debemos de tener en cuenta que el reto para la presidenta electa será mayúsculo cuando México participle de eventos y representaciones en Órganos e Instituciones Internacionales que necesiten de buenas prácticas de negociación y que, aunque duela, nuestro presidente saliente no ha tenido claras.

México debe estar preparado para quien venga (Harris o Trump) y, a partir de nuestra experiencia y posición global, salir adelante sin tener que estar preocupándonos por las ocurrencias de alguien que no entiende que no basta con ser la economía 12 del mundo, sino de la relación que llevemos con cada una de las otras 194 naciones del planeta. Veremos si Claudia puede encauzar el río que, hasta hoy, lleva el agua revuelta y apenas sirvió para refrescar el fuerte sol de un domingo a medio día.

FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor, investigador y analista en temas internacionales y educativos. Asociado COMEXI. Sígalo en x: @fabrecam

Todavía no amanecía y yo ya estaba ahí. Era la víspera del último informe de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, ante el pueblo de México, su pueblo. Más por compromiso que por ganas nos tocó escuchar los logros que el presidente refería sobre lo hecho en este último sexenio, especialmente en este último año.

Por lo visto, o más bien escuchado, el presidente se encontraba de muy buen humor, tanto que se atrevió a romper con el protocolo del discurso para hacer un par de bromas y buscar la aprobación de sus comentarios entre aquellos privilegiados que se encontraban hasta adelante de la turba y que tenían un lugar reservado cerca del presidio. Luego, empezaron las mentiras. El presidente señaló que México se ha convertido en el primer socio comercial a nivel global de los Estados Unidos, incluso por encima de Canadá y China. Este hecho, según apuntó el propio AMLO, es uno de los grandes logros de su gobierno en este último año, sin embargo, suena un poco contrastante el hecho de qué celebre un acto como éste, cuando apenas hace unos días anunciaba una pausa a la relación diplomática con Estados Unidos y Canadá, luego de la intervención del embajador criticando la propuesta del ejecutivo federal mexicano para una reforma judicial.

Pero esto no paró ahí, el presidente reconoció que el sistema de salud, impulsado por su gobierno, no sólo alcanzó al de Dinamarca, sino que ahora es mejor que el de aquel país escandinavo, lo cual suena estúpidamente malo, pues los que en algún momento han visitado el sistema de salud público saben que hay un esfuerzo constante por parte de los médicos, pero que no es suficiente.

Luego, el presidente habló de la recaudación de impuestos de algunos grandes empresarios y de la importancia de que estos colaboren con las decisiones que tienen que ver con el pueblo, como el pago de impuestos. El problema fue que el presidente se atrevió a mencionar que desde su llegada la corrupción era nula en el poder ejecutivo, como si el único miembro del poder ejecutivo fuese él mismo. La situación empeoró no sólo por los rayos del sol, que ya quemaban en este primer domingo de septiembre, sino porque su seguidores no supieron comportarse en muchos momentos, e interrumpieron el discurso del informe presidencial con alabanzas y vítores para quien se despide luego de creer que ha hecho un gran trabajo.

Al menos yo no alcancé a escuchar nada relevante en materia de política exterior; no se mencionó una buena relación con ningún país y el presidente en su afán de decir que la mejor política exterior es la interior, descuidó, bajo mi perspectiva, un tema que es trascendental para el devenir socio económico y cultural de nuestra nación.

Y no se trata de desprestigiar o menoscabar los esfuerzos hechos en este último sexenio, pero tampoco podemos pasar por alto que el presidente ha tenido un pésimo manejo de la política exterior mexicana, pues sucedieron actos como los de España o Ecuador que solamente abrieron el camino por el cual el presidente mexicano nunca debió cruzar.

Resulta entonces que el informe no tuvo tantos elementos por mencionar o celebrar en temas de política exterior y se dedicó a presumir ciertos avances que son inobjetables, pero que no tienen un impacto internacional, salvo lo ya mencionado con los Estados Unidos, lo cual, bajo la perspectiva de quien escribe estas líneas, no debiera olvidarse, sobre todo porque México ocupa un lugar privilegiado en el mundo y somos el eje medular de naciones que nos siguen viendo para arriba como una nación ejemplar.

Es por todo ello que cuando el presidente comentó que ya no somos la economía número 15, sino la 12, lo cual muestra una dicotomía de su mensaje pues para llegar a esas cifras es necesario mantener la cooperación internacional donde México es protagonista debemos de tener en cuenta que el reto para la presidenta electa será mayúsculo cuando México participle de eventos y representaciones en Órganos e Instituciones Internacionales que necesiten de buenas prácticas de negociación y que, aunque duela, nuestro presidente saliente no ha tenido claras.

México debe estar preparado para quien venga (Harris o Trump) y, a partir de nuestra experiencia y posición global, salir adelante sin tener que estar preocupándonos por las ocurrencias de alguien que no entiende que no basta con ser la economía 12 del mundo, sino de la relación que llevemos con cada una de las otras 194 naciones del planeta. Veremos si Claudia puede encauzar el río que, hasta hoy, lleva el agua revuelta y apenas sirvió para refrescar el fuerte sol de un domingo a medio día.

FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor, investigador y analista en temas internacionales y educativos. Asociado COMEXI. Sígalo en x: @fabrecam