Enclavada en uno de los poblados más tradicionales de Cuernavaca, la Pozolería Doña Yola ha resistido histórica través de dos siglos en Flores Magón.
La conocí de niño cuando en una de esas noches de búsqueda, mi papá fue a estacionar el auto sobre la calle Baja California, casi esquina con Tamaulipas, porque recordaba que ahí, preparaban unas gordas en aceite buenísimas.
El local apretado en forma de chorizo apenas admite unas cuatro mesas en las que apretujados, los comensales comparten los alimentos ante el ir y venir de platos y recipientes con lechuga, cebolla y rabanitos.
Afuera sobre la banqueta se preparan las gordas, quesadillas, tostadas y tacos dorados que acompañan al pozole, pero que por si solos, ya son estelares del lugar.
Ahí con Yola, es preciso que pruebes el chicharrón prensado o el chicharrón en chile, eso si, sobre una gorda bien dorada de frijol, cubierta de crema y queso en polvo -no rayado- y con una buena cucharada de la salsa verde, que aunque supuestamente es de la que no, pica y bien sabroso.
También vale la pena encargarle una quesadilla bien dorada de pollito con papa o la tradicional de queso Oaxaca, estas deben servirse además con lechuga que nunca está de sobra.
O ya de plano una orden de tacos dorados de longaniza preparados, acompañados de preferencia con un pozole chico, que de por si ya es grande y abundante, eso si, con una cocota o un refresco de manzana que se toma directo del envase de vidrio.
Debo reconocer que la apariencia del local refleja los años que ha entregado a satisfacer la glotonería de varias generaciones, pero el sabor resulta inversamente proporcional a cualquier carencia estética. Por cierto, los domingos hay pancita.
Con la dirección que apunté arriba, encuentras a Doña Yola en GoogleMaps y hasta puedes ver la foto de la fachada y el letrero de lo que vende.
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