La caída del PRI hegemónico comenzó el 2 de octubre de 1968 como una discreta grieta en el muro de su legitimidad. La generación que tomó ese año las calles y fue reprimida violentamente por el ejército disfrazado de pueblo, nació para quedarse.
Quienes no se conformaban a vivir en un país sin ellos tomaron control de los espacios alternativos, fuera de la televisión controlada por el estado a través de los noticieros a modo y los programas de variedades adoctrinantes.
La literatura de la onda se enriquece con René Avilés Fabila, José Agustín, Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña, Federico Arana, Héctor Manjarrez, Hugo Hiriart, Margarita Dalton, incluso Armando Ramírez. La nueva pintura mexicana con José Luis Cuevas, Lilia Carrillo, Fanny Rabel, Manuel Felguérez, Electa Arenal, Adolfo Mexiac, Gilberto Aceves Navarro y Vicente Rojo, entre otros. Grupos como La Revolución de Emiliano Zapata y Three Souls in My Mind fueron los primeros voceros musicales de la incipiente contracultura joven.
Lo mismo ocurrió con la política. Simpatizantes del movimiento dentro de los partidos de izquierda como Heberto Castillo y Eli de Gortari arroparon a algunos de los líderes estudiantiles, quienes llegaron a ser cuadros importantes con el tiempo. Entre ellos reconocemos a Pablo Gómez, Salvador Martínez della Roca y Eduardo Valle Espinoza. Gracias a ellos la grieta comenzó a extenderse por el muro.
Fue la generación del 68 quienes, veinte años más tarde, en respuesta al fraude electoral orquestado por Manuel Bartlett (actualmente director de la CFE), crearon el Partido de la Revolución Democrática (PRD) que conjuntaba al movimiento lidereado por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez con el Partido Mexicano Socialista (PMS), el cual había integrado otras fuerzas políticas de izquierda a nivel nacional.
Los mismos líderes impulsaron diez años después la transformación de las elecciones de carro completo en un sistema político equilibrado e incluyente, culminando con el primer triunfo de un candidato presidencial de oposición en el año 2000. La grieta había acabado por derrumbar el edificio de la dictadura perfecta.
Hoy, primero de septiembre de 2024, casi sesenta años después del 68, la historia se vuelve a repetir. Hemos cerrado un ciclo y regresado al país de un solo partido y al partido de un solo hombre. Tristemente, algunas de las figuras que promovieron en su momento la apertura democrática son quienes ahora celebran el retroceso político. Dejemos que la historia se encargue de ellos.
Pero el ciclo comienza también con una esperanza. Igual que en el 68, los estudiantes de Derecho de la UNAM han convocado a su generación a tomar las calles de nuevo y por las misma razones. La bandera de la multitudinaria manifestación con la que comienza este nuevo movimiento de resistencia es la protesta contra el atropello contra el Poder Judicial, la primera grieta, una pequeña todavía, en el nuevo edificio del autoritarismo y la exclusión.
Nos toca a nosotros, quienes ya transitamos ese camino, apoyarlos con todos los medios para que su travesía sea más corta, más segura y menos ingrata. Sirva este texto como el primero de muchos reconocimientos a su valentía, sensatez y congruencia. Como se decía en el movimiento del 68 ¡Que vivan los estudiantes, jardín de nuestra alegría!