El fin de semana pasado se llevó una consulta más como un esquema común de la 4ª transformación en Mexicali, Baja California: esto fue para que la gente decida la construcción (o no) de una planta de la cervecera Constellation Brands.
El gobierno federal considera a dicha consulta como un acto democrático. Participaron en el ejercicio 36 mil 781 personas, de las cuales 27 mil 973 (76.1 por ciento) votaron en contra y ocho mil 547 (23.2 por ciento) lo hicieron a favor.
Dicha inversión es de 1,500 millones de dólares y produciría 3,500 empleos. Las organizaciones empresariales como la Coparmex, se manifestaron con una protesta enérgica contra esta decisión y la califican como populista. Lo que también postulan es que fue mínima la proporción de participación que fue de menos del 5% de la población total de Mexicali. Indican además, que fue una fecha desafortunada porque, por un lado, el gobierno federal pregona las precauciones en contra del COVID-19 y por otra, se organiza una consulta ciudadana; se argumenta que mucha gente no asistió a la consulta por culpa de la Señorita Susana, de apellido Distancia.
Es indudable -para muchos de nosotros- que las consultas son una herramienta muy importante, especialmente cuando nos tenían acostumbrados a los ciudadanos a no tomarnos en cuenta para nada, más que para pedirnos nuestro voto cada 3 o 6 años. Sin embargo, las consultas deben establecerse con soporte técnico y no solo para algunos casos. Es decir, éstas no son consistentes.
Por otro lado, las protestas en contra de algunos desarrollos frecuentemente son solo eso, protestas sin sustento. No se presentan datos científicos que avalen sus planteamientos en contra. En muchos casos sí lo están, pero son estas reacciones, a través de consultas mal encausadas, que se pierde la seriedad y credibilidad de sus acciones. Osea que pagan justos por pecadores.
Su servidor siempre ha pensado que los datos científicos no se deben resolver por encuestas o por levantar la mano, sino por eso: datos pragmáticos. Pero también considero que la ciudadanía tiene -por supuesto- derecho a opinar, pero después del análisis técnico-científico, no antes ni al mismo tiempo. Porque entre otras repercusiones negativas se encuentra la posibilidad (muy común, por cierto) de que todas las supuestas grandes ideas de la gente que se opone nunca se cristalicen en algo concreto. Para mejor ejemplo, las múltiples “soluciones” que se propusieron para el problema de la basura en Cuernavaca. Después de 13 años, nada ha pasado: perdón, sí ha pasado, la contaminación por residuos sólidos está peor que antes.
Pero lo que nunca debe ocurrir es sustituir la legalidad a través de una consulta irregular, porque entonces para qué están las instituciones. Si las instituciones del sexenio pasado (como se argumenta) autorizaron los permisos de manera ilegal (por corrupción, como dice AMLO), entonces que se les demande para -una vez más- en el marco de la Ley se quiten dichos permisos. Al otro día de la consulta, el gobierno informó que la CONAGUA avisaría a los empresarios de la cervecera Constellation Brands que los permisos están automáticamente cancelados después de la consulta.
El mal sabor de boca que queda es que la decisión (a través de la consulta) más que técnica es política. Ojalá que esta cancelación no mande mensajes de incertidumbre a los inversionistas, especialmente en estas épocas de contingencia de grandes problemas mundiales, con todo y consultas.
Las consultas que nos deben interesar en estos momentos son las médicas, a pesar de la falta de infraestructura del sistema de salud mexicano; y también a pesar de que al gobierno no le guste mucho Susanita… Distancia.