“Pero el individualismo radical es el virus más difícil de vencer. Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común”
Papa Francisco
En este tercer capítulo de la encíclica sobre la fraternidad y amistad social, podríamos considerarlo como la pretensión más crítica del Papa respecto a la desmitificación de esos ideales civilizatorios de una Modernidad colapsada, por la voracidad descomunal de los bienes materiales y naturales, que se han administrado desde la una lógica financiera de competitividad desleal, desconociendo el rostro de las víctimas “En ese esquema queda excluida la posibilidad de volverse prójimo, y sólo es posible ser prójimo de quien permita asegurar los beneficios personales”
Devela críticamente la ineficacia de conceptos desencarnados como fraternidad, igualdad y libertad que tanto pregonaba el esplendoroso y prometaico renacimiento de la racionalidad instrumental. La cual más bien fue desmantelando nuestras instituciones poniéndolas al servicio ya no de los principios comunitarios sino del acaparamiento injusto de los bienes comunes. La centralidad del poder y la apropiación de bienes crearon derechos liberales que han puesto en estado de excepción los derechos primordiales de la mayoría, “Si el derecho de cada uno no está armónicamente ordenado al bien más grande, termina por concebirse sin limitaciones y, consecuentemente, se transforma en fuente de conflictos y de violencias”
Cuestiona la susodicha axiología de este neoliberalismo económico, y nos vuelve a replantear la solidaridad no como un concepto vacío de significado y praxis, sino como una categoría crítico-ética de interpelación política “Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre (…) Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos”, porque desde esta escala de valores financieros lo que no es redituable y competitivo queda descartado. La humanidad no debe ser tratada como un objeto de ganancias de lo que él llama el “imperio del dinero”, sino de ir entretejiendo fraternidad especialmente con los más necesitados “Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más”
Hace bien el Papa en recordarnos ciertos textos patrísticos respecto a la doctrina social, para no olvidar que la iglesia primitiva emana de principios universales en favor del cuidado del otro y del bien común, citando así a san Juan Crisóstomo al decir que «no compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos», también nos cita a san Gregorio Magno: «Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les damos nuestras cosas, sino que les devolvemos lo que es suyo»; estas disertaciones llevan al Papa a decir sin titubear: “Esto llevaba a pensar que si alguien no tiene lo suficiente para vivir con dignidad se debe a que otro se lo está quedando”
El llamado del Obispo de Roma es contundente, no vacila en denunciar e interpelarnos a tomar consciencia ética del compromiso social que esto implica. Sabe muy bien que no basta con desenmascarar la tiranía y la crisis civilizatoria que vivimos, esto es sólo el inicio interpelativo de movilizar a toda la humanidad en una praxis creativa para reinventarnos como sociedades, “Sin duda, se trata de otra lógica. Si no se intenta entrar en esa lógica, mis palabras sonarán a fantasía (….) es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad. Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Este es el verdadero camino de la paz, y no la estrategia carente de sentido” Creo que el Papa confía y tiene esperanza que la humanidad reaccionara, ahora que este ocaso de los ídolos económicos nos han mostrado su gran poder destructivo.