El reciente inicio de la fase productiva de la Refinería “Olmeca”, ubicada en el puerto de “Dos Bocas”, Tabasco, permite al país lograr la autosuficiencia en la producción de combustibles y otros petrolíferos, y por lo mismo garantizará la toma de decisiones soberanas relacionadas con la orientación general de la economía nacional.
Con este acto, el gobierno de la coalición de izquierda (Morena-PT-PVEM) puso punto final a la política energética del régimen neoliberal, que dominó en México durante los últimos 38 años –1980-2018— durante la cual los neoliberales saquearon la riqueza pública, principalmente las empresas energéticas.
En México no se había construido ninguna refinería desde el año de 1979, cuando José Lopez Portillo inauguró la planta “Antonio Dovalí Jaime”, ubicada en Salina Cruz, Oaxaca. Además, Carlos Salinas de Gortari había clausurado durante su mandato la refinería de Azcapotzalco, por razones de seguridad. Pemex redujo así un gran porcentaje de su capacidad de producción de energéticos.
La construcción de la planta refinadora de “Dos Bocas”, aunada a la adquisición de la refinería “Deer Park” en Texas, ha permitido aumentar a 8 el número de instalaciones de refinación de petróleo. El concepto estratégico que sirve de base para impulsar este programa, consiste en caminar hacia la autosuficiencia en materia de energéticos, para que el país avance en la consolidación de una vigorosa economía nacional que no dependa de la voluntad de ningún otro país, y por lo mismo asegure nuestra soberanía económica.
México necesita 1 millón 400 mil barriles de gasolina, diésel y otros productos para alimentar a diario su industria, su parque vehicular y de transporte de carga, los ferrocarriles y los aviones comerciales, así como sus fuerzas armadas. Al integrarse “Dos Bocas” al complejo petrolífero mexicano, con sus 150 mil barriles de producción diaria, junto con la planta de Deer Park y las 6 refinerías restantes rehabilitadas, prácticamente se ha logrado consolidar un complejo que tiene capacidad de satisfacer las necesidades nacionales.
Por un tiempo, el país continuará importando unos 50 mil barriles al día de petrolíferos del extranjero, los cuales son fácilmente sustituibles. Al respecto, Pemex está construyendo en Tula, Hidalgo, y en Salina Cruz, Oaxaca, sendas plantas coquizadoras, que al entrar en producción servirán para aumentar la producción nacional de gasolinas.
La política neoliberal de eliminar las refinerías (o dejarlas caer) y aumentar la importación de petrolíferos no solo fue suicida, sino una muestra de la ceguera de los regímenes prianistas. Por ejemplo: algunos países no petroleros de Europa (Italia, Francia, Alemania) tienen más refinerías que México. Resulta más que absurdo que un país petrolero como el nuestro haya sido destinado por los anteriores gobiernos neoliberales a depender de la importación de petrolíferos, mientras otros países (Corea del sur) importan petróleo crudo para refinarlo en su propio territorio.
Por otra parte, durante el periodo neoliberal las 6 refinerías del país se fueron deteriorando, además de que estaban sujetas a un intenso saqueo. Era la época del “huachicol”, cada año más intenso, fomentado o consentido por dirigentes de la propia empresa, el cual transcurrió desde esa época hasta 2018, cuando AMLO aplicó enérgicas medidas para combatirlo por todos los medios, hasta reducirlo a las proporciones actuales, no mayores al 2% de los combustibles circulantes en los ductos.
En los años 90´ del siglo pasado, a partir de la firma del TLC, la producción nacional de toda clase de mercancías –desde productos agropecuarios hasta artículos eléctricos-- aumentó, al igual que las importaciones que se realizaron para satisfacer las necesidades de una población en rápido crecimiento.
El parque vehicular mexicano creció de manera exponencial y se construyeron carreteras y vías férreas por la necesidad de transportar cada día cantidades mayores de mercaderías desde los centros de producción o de llegada de artículos importados, hasta los mercados de consumo. Es decir: el sistema nacional de transporte creció de manera vertiginosa, y por lo mismo aumentó la necesidad de petrolíferos, pero éstos en vez de aumentar, disminuyeron por el deterioro de la capacidad productiva de las refinerías de Pemex.
Ese desequilibrio energético fue cubierto mediante la importación masiva de gasolina, diésel, gas, etc. El argumento principal de los neoliberales fue que resultaba “más barato importar combustibles que producirlos en México” porque ya se habían agotado nuestros campos petroleros.
Los gobiernos de Fox y Calderón, a principios del presente siglo, tuvieron enormes ingresos por exportación de petróleo crudo, los cuales solo sirvieron para enriquecer a políticos y empresarios. En vez de construir una refinería, Calderón nos regaló una barda. El barril de petróleo crudo llegó a cotizarse hasta en 100 dólares, generando inmensas ganancias que fueron desviadas a manos de los oligarcas. Esos gobiernos no aprovecharon la oportunidad de invertir los enormes ingresos en exploración de nuevos campos de petróleo, ni mejoraron las instalaciones, ni fomentaron una petroquímica eficiente al servicio del país.
Cuando Peña Nieto llegó al poder, en 2012, remató lo que aún servía y finalmente declaró el fin de la etapa de prosperidad --basada en el rentismo de los viejos campos petroleros-- cuya culminación fue la tremenda sobreexplotación que hizo del yacimiento de Cantarell, en Campeche. Al final de su sexenio, Peña Nieto solo pudo lamentar en tono patético: “se nos murió la gallina de los huevos de oro”.
Con relación a los precios de los combustibles al público, debemos asentar que aumentaron 100% en la época de Calderón, pues la gasolina magna pasó de costar de 5 a 10 pesos por litro. En el gobierno de Peña Nieto, los aumentos fueron constantes, con sus agresivos “gasolinazos” que condujeron a una crisis nacional de energéticos y a grandes movilizaciones populares. En ese momento EPN formuló su lamentable pregunta: “Ustedes ¿qué hubieran hecho?”. El precio de la gasolina pasó de 10 a 21 pesos por litro.
Durante el presente sexenio, los precios se han mantenido estables, aunque la inflación acumulada ha sido en el periodo por lo menos de 20%. En general los precios han tenido ligeras variantes. No debemos entrar en especulaciones, pero de haber continuado la tendencia sexenal, los precios podrían haber aumentado otro 100%, hasta llegar a 40 pesos por litro, lo cual no ocurrió.