Cuando tenía apenas 15 años, Anna Carina Chumacero hacía activismo sin saber que lo hacía. Incluso desconocía el término feminismo. Aun así, a esa edad se inició en el acompañamiento de mujeres víctimas de violencia en asentamientos irregulares de Morelos.
Hoy en día es presidenta de la organización Huitzitzilin A.C. y directora nacional de la Red por los Derechos de las Mujeres, además integrante de Marea Verde Morelos.
El primer programa que impulsó junto a compañeras de luchas se llamó “Vecindades Seguras”, en el cual organizaban kermeses junto a mujeres que habitan en asentamientos irregulares.
Ahí preparaban comida y aguas para vender y recuerda que con un modesto estéreo organizaban un baile para recaudar fondos que empleaban para brindar un espacio donde dormir a la mujer que estuviera siendo víctima de violencia.
Acudían con los propietarios o administradores de vecindades para tener un cuarto donde albergar a la mujer, el cual se pintaba y acondicionaba con colchonetas y algunos trastes o utensilios de cocina.
Si estas mujeres tenían algún oficio o sabían cocinar se les compraba lo necesario para que ellas pudieran desarrollar una actividad y así solventar sus gastos.
El camino hacia la justicia
“En ese momento no sabía que hacía activismo y acompañamiento a víctimas; con el paso del tiempo conocí el feminismo, el cual me llevó a identificarme con otras mujeres, a ser lo que ahora soy: una mejor persona, una mejor mujer, un mejor ser humano. A caminar con otras mujeres, acompañarlas en su dolor y poder exigir justicia con ellas”, expresó.
Chumacero comentó que tuvo que estudiar mucho para contar con la preparación y herramientas necesarias para poder acompañar a víctimas mujeres que viven violencia de género.
Retos y satisfacciones
Estudió Comunicación Humana y cuenta con estudios técnicos en Administración, pero tras iniciar en el feminismo tomó otros estudios superiores.
El reto más grande con el que se ha topado es la negligencia y la omisión con personalidades políticas que piensan que en lo que trabajan no existe, “que esa violencia que vivimos, esta violencia estructural, social, familiar, económica, sexual, es porque queremos”.
Una de las mejores satisfacciones que ha tenido ha sido trabajar en materia de derechos sexuales y reproductivos con adolescentes indígenas, en la comunidad Ahuehuetzingo, perteneciente al municipio de Puente de Ixtla.
Llegó a la escuela secundaria de dicha comunidad encontrando que las adolescentes no concluían su ciclo escolar, pues por sus usos y costumbres las apartaban de sus estudios para casarlas.
Además de que si algunas estaban embarazadas socialmente ya no se les permitía seguir estudiando, por lo que en dos años acompañó a una generación en la que había más de 50 por ciento de ausentismo y cuando concluyó su labor ese porcentaje se redujo en dos.
La activista recuerda que tras finalizar su labor en Ahuehuetzingo, después de seis años, recibió la llamada de una de las adolescentes indígenas, quien la invitaba a su graduación de la universidad.
“Esa ha sido una las mayores cosas de satisfacción que yo he tenido, así como acompañar a otras mujeres y poderles salvar la vida en ese momento, poder intervenir a lo mejor en una pelea callejera de parejas, que eso pueda salvarles la vida y el que yo pueda entregarles mi número de teléfono y ellas puedan acceder a otro tipo de vida y acompañamiento, eso me da satisfacción”.
Actualmente, trabaja en las organizaciones y en los protocolos de atención a la violencia digital en los municipios creando políticas públicas efectivas de atención, además de la labor que hace en el Frente Nacional por la Sororidad, y el acompañamiento a mujeres que están viviendo violencia.
Y expresó: “Las mujeres no nacimos viéndonos como competencia, a nosotras nos hicieron vernos así, pero es hora de romper toda esa parte patriarcal, romperlo, vernos unas a otras como amigas, como hermanas, como personas de las que podemos formar grandes redes para apoyarnos”.