Entre las Relaciones Geográficas del Siglo XVI que se conservan, se encuentra una denominada como Cuatro Villas que incluye a los pueblos de Yecapixtla, Huaxtepec, Tepoztlan y Yautepec, realizada en el año de 1580. A la relación de Acapistla (Yecapixtla), se le anexó un espléndido mapa que registra la ubicación de las estancias sujetas económica y políticamente a la cabecera de Yecapixtla en ese momento. Arqueológicamente hemos podido identificar algunas de ellas.
Yecapixtla se encuentra localizado entre barrancas que derivan en un complejo sistema hídricos que descarga en la Cuenca del Río Cuautla. Los espacios entre barrancas forman alargados valles donde se asentaron sociedades en lo que sería el centro político que posteriormente, tras la invasión española, y a partir de 1565 con certeza, se conocería como “la Tlalnaguac”, desde Patzulco hasta Axochiapan en el extremo suroriental del actual Estado de Morelos (Maldonado 1990:94 y ss.).
Entre las estancias sujetas a Yecapixtla que se mencionan en el mapa adjunto a la Relación de Acapistla se encuentra a Pazulco (ubicado actualmente en el mismo lugar de entonces), Atlahuymulco, Ecatepeque, Zacatepeque, Calalpa, Tetliculuca, Tecocuzpa, Tecaxiqui (el actual Tecajec), Ylucan, Zahuatlan, Suchitlan (el actual Xochitlán), Atlitiqui, Texcala (el actual Texcala), Zuquiapa, Achichipico (ubicado actualmente en el mismo lugar de entonces) y Ayapanco. En el mapa se registró solamente a las comunidades más inmediatas al centro político y por ello reciben el nombre de estancias, por su relación espacial directa con Yecapixtla. Yecapixtla como cabecera de la Tlalnahuac, mantenía bajo su control político administrativo a muchos más pueblos, al menos 14 hacia el sur y sureste del estado de Morelos, los cuales formaron parte del Marquesado del Valle y de las constantes pugnas con la Corona por ellos. Sin embargo, esos pueblos más lejanos no están registrados en el mapa de 1580, pues solamente ahí se indicaron las estancias.
Tres de estas estancias vinculadas directamente con el espacio inmediato de Yecapixtla, aún se pueden identificar en los restos de sus monumentos religiosos centrales en los campos del actual municipio de Yecapixtla, se trata de Ecatepec, Zahuatlan Viejo y Calalpa. En todos los casos existen restos de aquellos templos virreinales inmediatamente identificados por su orden constructivo y orientación, la cual, por tradición canónica, tenían que mantener su fachada hacia el poniente, lugar desde donde habrá de arribar la Nueva Jerusalén.
Este tipo de templos pequeños y dispersos en las comunidades pequeñas del virreinato temprano han sido denominados de distintas maneras por los investigadores en los últimos cincuenta años, se les ha llamado “capillas de patio” (Ledesma et. al. 2003:62), “capillas abiertas” (McAndrews 1965), “aisladas” (Artigas 1982), “capillas de indios” (Gutiérrez 1992) o “visitas” (Kubler 1983), las cuales fueron desplantadas regularmente en las inmediaciones o sobre asentamientos indígenas preexistentes, en un primer intento por abarcar los espacios ocupados por las poblaciones locales y concentrar en esos puntos los distintos niveles espaciales de agregación de las comunidades agroartesanales, que eran el sustento del sistema productivo.
Se trata en los tres casos, de estancias dependientes políticamente de Yecapixtla hacia el siglo XVI. Maldonado (1990:97) localiza hacia el siglo XVI hasta diecinueve estancias, pues suma a las dieciséis del mapa, otras tres referidas en un documento de 1564, que son Tlacochcalco, Tezayuca, y Oyacatlan. Entre 1570 y 1580, diecisiete de las estancias están en la inmediatez del espacio físico, a menos de tres leguas según lo observa Gerhard, las cuales habrían sido congregadas en Yecapixtla entre 1603 y 1604 (Delgado 2003:83). Sin embargo, la historia particular de cada una es distinta, pues las comunidades desarrollaron estrategias de resistencia ante el poder hegemónico virreinal.
El primer pueblo que revisaremos es el de Ecatepec, en este sitio aún se conservan los restos de su capilla abierta de pequeñas dimensiones, asociada a un caserío aún perceptible a simple viste en el terreno inmediato, pues los cimientos de esas construcciones aún se mantienen en este espacio. La capilla fue desplantada sobre un asentamiento perteneciente al menos, al período Posclásico Medio y Tardío (1200-1521 n.e.), según los materiales cerámicos que pudimos recolectar y analizar.
Los materiales de construcción de la capilla son basalto, piedras de río y tezontle unido con cementante de cal y arena, el estado de conservación aproximado aún permite ver mucho de los muros laterales, el testero y el arco de la fachada que finalmente se colapsó lamentablemente durante el sismo de septiembre de 2017. Los muros internos aún conservan un buen porcentaje de enlucidos interiores, fundamentalmente en el testero.
Ecatepec, Escatepeque o Ecatepeque era un sujeto político o estancia directa de Yecapixtla, etnohistóricamente reconocida hacia 1564 y también para 1580 (Maldonado 1990:96); el asentamiento adquirió esta designación por su cercanía con una elevación con ese nombre, “cerro del viento” (Vázquez 2002:16). La estructura arquitectónica no muestra añadiduras, parece haber sido construida en un solo momento; además del cuerpo principal del templo, hacia el noreste se advierte el desplante de un pequeño cuarto de no más de 2 metros por lado, quizá se haya tratado de una sección de la sacristía.
Su fachada mostraba aún el alfiz logrado con piedras de tezontle antes del colapso por el terremoto, ligeramente sobresalido del nivel del arco, logrando así, un par de enjutas remetidas. El arco rebajado con vano apaisado y la ausencia de goznes para puertas nos ha dotado de la certeza de que se trata de una “capilla abierta” o “capilla de indios”, ya que su función era la de ábside solamente, mientras que, hacia el poniente, el plano inmediato serviría de espacio para uso de la feligresía, quizá hubiera alguna ramada, pero de eso no tenemos noticia arqueológica.
La estructura arquitectónica se puede fechar hacia el siglo XVI, quizá con mayor precisión hacia la mitad de este siglo, pues coinciden este tipo de proyectos con el primer momento del propósito de adoctrinamiento por parte del clero secular agustino, que se encargó de la población de esta región.
Vista de la fachada principal de la Capilla Abierta de Ecatepec.
El segundo pueblo que describiremos es el de Zahuatlán Viejo. Se trata de una pequeña capilla construida sobre una monumental plataforma de origen previo a la invasión española de al menos 50 x 45 metros en planta y una altura de entre 2.5 a 3 metros en promedio correspondiente muy probablemente al Posclásico Tardío (1438-1521 n.e.), según el análisis de los materiales arqueológicos que recuperamos de la superficie. A diferencia de Ecatepec, Zahuatlán no fue abandonado tras los intentos de congregación en la cabecera de Yecapixtla. Y el pueblo se desdobló por decirlo de alguna forma, pues algunas familias se trasladaron para fundar el barrio de Zahuatlán Nuevo en la cabecera, donde aún se encuentra, pero la capilla de Zahuatlán Viejo podría haber funcionado a contrapelo de las indicaciones de los funcionarios virreinales, hasta bien entrado el siglo XVIII, momento en que se congrega definitivamente a sus pobladores en la cabecera (García 2006).
Los materiales de construcción de la plataforma son rellenos de arcilla y piedras basálticas muy probablemente extraídas desde las barrancas que cercan al sitio. Muy probablemente los muros estuvieron estucados, pues aún conservan sectores pequeños del enlucido que eventualmente los cubrió. La capilla igualmente muestra los mismos materiales constructivos pétreos, solamente que en este caso si se encuentra presente cementante de cal y arena en las juntas. La capilla tenía hasta antes del terremoto de septiembre de 2017 un estado de conservación que incluía los muros laterales y el testero, todo sin cubierta. La fachada se había colapsado, pero aún conservaba un buen porcentaje de enlucidos interiores y parcialmente, en lo que quedaba de la fachada. Actualmente todo el espacio funciona como agostadero.
La fachada de este monumento seguramente tuvo un arco de medio punto, y el conjunto debió haber conseguido un templo cerrado, se trataba de una capilla de visita que no contó con presencia permanente de clérigos.
La estancia de Zahuatlan Viejo o Cahuatlan recibió este nombre aparentemente por el hallazgo de un “ídolo” pintado con sarna, por ello se le asignó el nombre de “pueblo sarna” (Vázquez 2002:16).
Zahuatlán Nuevo se funda en la cabecera de Yecapixtla como un barrio más entre los años 1580 y 1595. La reticencia a abandonar el antiguo asentamiento por algunas familias no solo estaba vinculada con el orden sígnico de los parajes locales, sino con una compleja red de procesos de trabajo y cooperación previos a la invasión española que estaba ordenada particularmente en las posibilidades del medio específico y de las estrategias que la comunidad había realizado para adaptar el medio a sus necesidades. De ello dependía su sobrevivencia no solamente institucional-sígnica, sino pulsional de vida, pues ahí tenían sus tierras y aguas. Por ello fundamentalmente, lucharon de frente y veladamente por la manutención del espacio en Zahuatlan Viejo. En todas las cabeceras de la Tlalnahuac, la administración española fomentaba la ordenación de procesos de trabajo enfocados en la grana cochinilla, en las nopaleras y en la cría de aves de corral. Recluidos finalmente en un barrio en Yecapixtla, las familias de Zahuatlán trasladaron finalmente la imagen de un santo que ahora se resguarda en su capilla barrial, quizá se trate de San Martín, pues este era el santo patrón de Saguatlan El Viejo. (García 2006:430-431, 434)
San Martín Zahuatlan El Viejo, permaneció por sobre la peste de 1590-1595, incluso sobre la congregación de 1606. Para 1739, un anciano de 90 años detalla que en su mocedad conoció el templo de este lugar techado y bien cuidado y que tiempo después se “sumió” (García 2006:438). Es posible que hasta la mitad del siglo XVII se hubiera mantenido en funciones el templo, y posteriormente solamente se hubiera utilizado todo el espacio entre cañadas para la producción agrícola y ganadera.
Finalmente, hacia bien entrado el siglo XVIII, frente a la intención de repoblar Zahuatlán por sus descendientes, gana el litigio el Convento de Santo Domingo y la hacienda cañera de Quaguistla y le son depredadas las tierras que otrora pertenecieran a la comunidad indígena (García 2006:473-474).8
El terreno donde se encuentra la capilla pertenece actualmente a ejidatarios, precisamente en este paraje se encuentra parte del límite entre el Núcleo Agrícola Zahuatlán y el de Yecapixtla.
Vista de la elevación natural del terreno donde se desplantó la plataforma y más tarde la Capilla de Visita, vista desde el noreste.
Vista general de la fachada principal donde se observa el colapso del arco.
El tercer monumento es el de la estancia de Calalpa, se trata de un asentamiento perteneciente al Posclásico Medio y Tardío (1200-1521 n.e.), según los materiales arqueológicos localizados en superficie que analizamos. Sobre ese asentamiento indígena previo a la invasión, se desplantó una capilla de indios, y espacios arquitectónicos anexos al sur, para el servicio litúrgico, conjunto del cual se cuenta con un registro arquitectónico (Gutiérrez 1992:30-31). Calalpa o Calalpan era también sujeto de Yecapixtla registrado tanto en 1564 como en 1580 (Maldonado 1990:96); indicaría su nombre “tierra de casas” debido a que los pobladores fundaron donde ya había un asentamiento pretérito (Vázquez 2002:16); en 1571, se registran como pueblos sujetos de Yecapixtla a Pazulco, Aclamamillca, Ocatepec, Tzacatepec, Calalpa, Tetlucuiluizca, Tecaxic, Toltlan, Quatituloc, Suchitlan, Tescala, Achuchilco y Ayacango con un total aparente de 3125 tributarios, sin embargo hacia 1639 ya algunos se habían anulado (Gutiérrez 2008:2-3).
La zona arqueológica ha sido transformada consuetudinariamente por actividades agrícolas, pero queda evidencia que el conjunto arquitectónico virreinal se desplantó sobre una gran plataforma de carácter rectangular.
Los materiales de construcción son andesitas y piedras de río, no muestra restos de enlucidos en las caras exteriores de los muros constituyentes. El conjunto arquitectónico se compone por el cuerpo general de una primitiva capilla abierta que creció hasta formar una capilla de visita, así como una serie de espacios arquitectónicos anexos al suroeste. La sección del ábside de la capilla aún conserva una bóveda de medio punto, así como lo que pudo haber sido la sacristía de la misma. Los demás espacios están desprovistos de cubiertas, aunque en el cuerpo del templo se ha colocado una estructura de lámina metálica. En la fachada se observa una pequeña porción del alfiz, moldurado en cantera análoga en color y textura a aquella que se ocupó en la fachada del convento de San Juan Bautista Yecapixtla, su acceso principal ha sido tapiado y se ha improvisado un pequeño acceso rectangular con puerta metálica y candado.
En general se notan múltiples procesos de transformación profunda de los órdenes arquitectónicos originales.
Al interior se conserva pintura mural en la bóveda del ábside con casetones serlianos polícromos.
Aspecto general de la estructura arquitectónica del templo y de lo que bien pudo haber sido la sacristía, nótese que tanto el ábside de la capilla como de la sacristía aún conservan las cubiertas con cañones de medio punto, mientras que por otro lado se ha elaborado una estructura de cemento que sostenía una cubierta ahora consumida por el fuego en parte de la sacristía que no cuenta ya con cubierta.
El estado de conservación arquitectónico de las tres estancias es malo pues han estado en el abandono por siglos. Sin embargo, son zonas arqueológicas con un alto grado de relevancia científica. La información etnohistórica con que contamos para estos casos nos permite circunscribir en el tiempo con mucha precisión, los períodos de ocupación de estos sitios. Nos permite saber que esos hombres y mujeres que vivieron en estos sitios sufrieron el proceso transicional de la invasión española, vieron trasformado su sistema político, económico y religioso de manera dramática, su religión fue abolida y sus prácticas rituales perseguidas, mientras que una plaga de ganado europeo y nuevos cultivos invadían sus tierras. En los elementos y artefactos arqueológicos podría leerse ese proceso de transformación en la cultura arqueológica de eventos cataclísmicos como la invasión española y la concomitante estrategia de resistencia y adaptación a un nuevo orden de vida, al nacimiento de la cultura virreinal.
Bibliografía
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Un eclipse lunar
La zona arqueológica de Xochicalco tuvo un final muy violento donde todo fue roto y arrojado fuera de su lugar, las personas fueron asesinadas y otra parte huyó despavorida, los grupos subversivos debieron llevarse en calidad de botín gran parte de los objetos y tesoros de sus habitantes.
Durante las exploraciones de 1993 en la Acrópolis, es decir en el edificio más alto de la Plaza Principal de la ciudad se encontró una pieza de piedra de grano fino que mide de largo 24 cm. y de ancho18 cm., en forma de gota y con una perforación para ser colgada, tirada en la plataforma 2 en el cuarto 2, junto con otros objetos como estrellas de mar de piedra y vasijas Fig. 1. Esta pieza está grabada con una cabeza de conejo y con un cráneo humano. Fig. 2. En la escritura prehispánica la presencia de un cráneo significa muerte. La presencia del conejo fue motivo de una búsqueda exhaustiva que nos llevó a las crónicas de Fray Bernardino de Sahagún en donde nos relata lo que a continuación se lera:
“Decían que antes que hubiese día en el mundo que se juntaron los dioses en aquel lugar que se llama Teotihuacan, que es el pueblo de San Juan, entre Chiconauhtlan y Otuma, dijeron los unos a los otros dioses:” ¿Quién tendrá cargo alumbrar al mundo?”
Luego a estas palabras respondió un dios que llamaban Tecuciztécatl, y dijo: “Yo tomo cargo de alumbrar al mundo”. Luego otra vez hablaron los dioses y dijeron: ¿Quién será otro?”
“Luego se miraron los unos a los otros, y conferían quién sería el otro, y ninguno de ellos osaba ofrecerse aquel oficio; todos temían y se excusaban”.
“Uno de los dioses que no hacia cuenta y era buboso, no hablaba sino oía lo que los otros decían y los otros habláronle y dijeronle: “Sé tú el que alumbres, bubosito. Y él de buena voluntad obedeció a lo que le mandaron y respondió: “En merced recibo lo que me habéis mandado, sea así”.
“Y luego los dos comenzaron a hacer penitencia cuatro días, y luego encendieron fuego en el hogar, el cual, hecho en una peña, que ahora llaman teotexcalli”.
El dios Tecuciztécatl, todo lo que ofrecía era precioso. En lugar de ramos ofrecía plumas ricas que se llaman quetzalli, y en lugar de pelotas de heno ofrecía pelotas de oro, y en lugar se espinas de maguey ofrecía espinas hechas de piedras preciosas, y en lugar de espinas ensangrentadas ofrecía espinas hechas de coral colorado; y el copal que ofrecía era muy bueno.
Y el buboso, que se llamaba Nanauatzin, en lugar de ramos ofrecía cañas verdes atadas de tres en tres, todas ellas llegaban a nueve; y ofrecía bolas de heno y espinas de maguey, y ensangrentábalas con su misma sangre; y en lugar de copal, ofrecía las postillas de las bubas”.
“A cada uno de éstos se les edificó una torre, como monte; en los mismos montes hicieron penitencia cuatro noches. Ahora se llaman estos montes tzaqualli, (y) están ambos cabe el pueblo de San Juan que se llama Teotihuacan”.
“Después que se acabaron las cuatro noches de su penitencia, luego echaron por allí los ramos y todo lo demás con que hicieron penitencia”.
“Estos se hizo al fin, o al remate de su penitencia, cuando la noche siguiente a la medianoche habían de comenzar a hacer sus oficios; antes un poco de la medianoche, dieronle sus aderezos al que se llamaba Tecuciztécatl; diéronle un plumaje llamando aztacomitl, y una jaqueta de lienzo; y al buboso que se llamaba Nanauatzin tocáronle la cabeza con papel, que se llama amazontli, y pusiéronle una estola-- papel y un maxtlli de papel; y llegada la medianoche, todos los dioses se pusieron en rededor del hogar que se llama teotexcalli; En este lugar ardió el fuego cuatro días”.
“Ordenáronse los dichos dioses en dos rencles, unos de la una parte del fuego y otros de la otra; y luego los dos sobre dichos se pusieron delante del fuego, las caras hacia el fuego, en medio de las dos rencles de los dioses”.
“Los cuales todos estaban levantados, y luego hablaron los dioses y dijeron a Tecuciztécatl: “¡ea pues, Tecuciztécatl entra tú en el fuego!” Y él luego acometió para echarse en el fuego; y como el fuego era grande y estaba muy encendido, como sintió el gran calor del fuego hubo miedo, y no osó echarse en el fuego y volvióse atrás”.
“Otra vez tornó para echarse en el fuego haciéndose fuerza, y llegado detúvose, no osó echarse en el fuego; cuatro veces probó, pero nunca se osó echarse. Estaba puesto mandamiento que no probase más de cuatro veces”.
“De que hubo probado cuatro veces los dioses luego hablaron a Nanauatzin y dijéronle: ¡Ea pues, Nanauatzin, prueba tú!”
“Y como le hubieron hablado los dioses, esforzóse y cerrando los ojos arremetió y echóse en el fuego, y luego comenzó a rechinar y reschinar y respendar en el fuego, como quien se asa; y como vió Tecuciztécatl que se había echado en el fuego, y ardía, arremetió y echóse en el fuego”.
“Y dicen que después de esto los dioses se hincaron … para esperar a dónde saldría Nanauatzin hecho sol … dicen que los que miraron hacia el oriente, fueron…”.
Sahagún. Tomo II, Libro Séptimo: 258-261.
Las piezas arqueológicas pueden representar toda una serie de características que la hacen aparecer ante nuestros ojos como piezas excepcionales, pero debemos remitirnos principalmente a las relaciones de las fuentes, de los cronistas y sus relatos, ya que ellos tuvieron la oportunidad de oír la versión de los indígenas, es también importante el análisis del contexto en que apareció para que con toda esta información nos indiquen o nos aclare el posible significado en que estaba, la esa pieza.
Cualquier interpretación actual sin ese complemento puede carecer de validez y no es más que una “pieza bonita”.
Bibliografía
- Sahagún, Fray Bernardino de 1956 Historia general de las cosas de Nueva España. Tomo II, Libro Séptimo: 258-261. Editorial Purrúa, S.A. México.
- Garza Tarazona, Silvia y Norberto González Crespo 2004 Homenaje a Jaime Litvak, Un marcador en Xochicalco, Morelos. Colección Científica, N° 153:195-203. INAH, México.