Culto a Cipactónal y Oxomoco en Tepoztlán

Las figuras fueron realizadas durante el periodo Posclásico Medio o Posclásico Tardío, entre los años 1150 a 1521 d.C.

Jaime F. Reséndiz Machón

  · sábado 12 de enero de 2019

Esculturas de Cipactónal y Oxomoco


Dos pequeñas esculturas procedentes del Barrio de Santo Domingo en Tepoztlán y que se encuentran en la colección del Ex Convento de la Natividad, son representaciones de las deidades Cipactónal y Oxomoco, la primera pareja creada por los dioses, considerados guardianes de los conocimientos, de la tinta negra y roja, creadores del calendario y de los ritos asociados a él, patronos de los adivinos, así como de las parteras y dadores de los mantenimientos.

En el museo del Ex convento de Tepoztlán, se encuentran dos pequeñas esculturas que fueron entregadas en 1985 por el C. Rafael Carrillo Campos, vecino del Barrio de Santo Domingo en Tepoztlán, Morelos. Si bien no se indicó el lugar del hallazgo de ambas piezas, por su calidad homogénea, así como al estar realizadas en el mismo tipo de piedra (basalto), se considera que formaron parte de un mismo contexto arqueológico del cual fueron removidas.

La primera de las esculturas tiene una altura de 21.6cm de alto, 13.6cm de ancho y 12.3cm de espesor, por lo que las proporciones de la escultura es casi 1:3, esto es, que el tamaño de la cabeza corresponde a casi la totalidad del tronco

Esculturas de Cipactónal y Oxomoco


La proporción de la cabeza de un adulto con respecto al resto del cuerpo suele ser de 1:8. Esta aparente deformación de las proporciones resulta ser muy común en las representaciones mesoamericanas, pues tanto en códices como en escultura se suele dar mucho mayor peso a la cabeza, ya que es en ésta donde se colocan la mayor parte de los atributos que permiten establecer el rango y la propia advocación del personaje.

Se puede observar las piernas dobladas


Esta escultura es una representación femenina, la cual está sentada con las piernas ligeramente hacia el frente y a su derecha. Se observa con claridad el pie derecho, mientras que el izquierdo debería estar debajo del cuerpo, la cadera ligeramente girada y el tronco recto. No se observa ningún elemento que nos indique sus vestiduras, por lo que muy probablemente se trate de un largo huipil que cubre la totalidad del cuerpo. Los brazos se encuentran sobre el abdomen. En el caso del brazo izquierdo está cargando un pequeño bebé el cual se presenta de perfil con las piernas ligeramente dobladas, los brazos sobre el torso sin que se observen las manos. La cabeza es muy sencilla, con una ligera protuberancia triangular a manera de nariz y una segunda al centro para representar una de sus orejas, y por último una tercera protuberancia rectangular, para representar el cabello. Casi a la altura de la boca del bebé se encuentra una protuberancia que corresponde al seno izquierdo del personaje, el derecho se encuentra a la misma altura y casi pegado a la axila. El rostro de esta primera escultura es casi redondo, los ojos dos protuberancias semiesféricas a cada lado de la cara, la nariz una tercera protuberancia oblonga entre los mismos, y la boca como una simple línea curva a manera de sonrisa. El cabello se encuentra sobre la frente y enrollado en una trenza. El resto de la cabeza está cubierto por una tela a manera de mantilla que cae sobre su espalda

Oxomoco, de espaldas; se observa la pieza de tela que cubre el cabello y parte de la espalda


La segunda escultura (Figura 1, Izquierda) es ligeramente más pequeña que la anterior con 16cm de altura, 10.4cm, de ancho y 7.8cm de espesor. Presenta las mismas proporciones cabeza - cuerpo, esto es 1:3. También se encuentra sentada, pero a diferencia de la primera en este caso se encuentras con las piernas recogidas y las plantas de los pies en el piso. Los brazos sobre las rodillas y cruzados. Desde el frente no es posible observar ninguna prenda de ropa, sin embargo, cuando se observa la espalda del personaje, se puede apreciar con claridad un máxtlatl o taparrabo que pasa sobre la cintura y baja. Así mismo, se puede apreciar dos largas plumas que caen por la nuca y la espalda hasta la altura de los hombros, y el nudo que le detiene.

Cipactónal, de espaldas. Se observa el máxtlatl y las dos largas plumas que caen a su espalda


La cabeza del personaje es muy simple, con una silueta de pera y grandes y prominentes mandíbulas. Los ojos son simples cuencas oblongas, la nariz recta y prominente, y la boca es una tercera perforación. Las orejas son rectangulares y largas, perforadas por otras dos grandes orejeras de forma rectangular y perpendicular al sentido de las orejas.

Las esculturas como parte del culto doméstico

Si bien este tipo de esculturas son relativamente comunes, es muy poca la bibliografía que hace referencia a ellas, sobre todo considerando cuán difícil es establecer la advocación de las esculturas magistrales, a pesar de la gran cantidad y complejidad de los signos debido a la gran cantidad de divinidades que conformaban el panteón mesoamericano. Así mismo, no se tienen datos del contexto en el cual fueron encontradas, aunque es muy probable que hayan sido parte de una ofrenda funeraria, razón por la cual ambas esculturas lograron mantenerse unidas a lo largo de los siglos. Y poco o nada sabemos de cómo se utilizaron las esculturas antes de que fueran depositadas en una tumba. Por ello, el objetivo de este artículo es proponer sobre la función de ambas esculturas en el culto doméstico de los antiguos habitantes de Tepoztlán.

Estela del Tepozteco, Museo Regional Cuauhnáhuac


Primeramente, consideraremos la manufactura de las esculturas. Si comparamos ambas esculturas con las grandes obras monumentales y portátiles asociadas al culto público del señorío de Tepoztlán durante el Posclásico Tardío, tal como se puede apreciar en la estela de Tepoztlán y el aro de juego de pelota, podemos darnos cuenta que la calidad de la representación es muy inferior y, por lo tanto, es mucho más probable que éstas fueron parte de un culto doméstico.

Aro del Juego de Pelota de Tlapexcalco. Museo Pellicer, en Tepoztlán


Ahora bien, es muy poco lo que se sabe sobre el culto al interior de las casas en Mesoamérica. Los frailes que realizaron las principales crónicas, tales como Sahagún, Durán, Motolinía y otros, registraron con celo la totalidad del calendario ritual del culto estatal mesoamericano haciendo una analogía, consiente o no, entre el culto cristiano que ellos tenían y la religión de los pueblos mesoamericanos. De tal manera, el conocimiento del año litúrgico permitiría establecer los principales dogmas y creencias de la religión oficial, tal como ocurre en el calendario litúrgico católico. Esta es la principal razón por la cual los monjes hacen exhaustivas relaciones de las diferentes ceremonias que se hacían tanto por trecena, como por veintena, así como las fechas más especiales del Tonalpohualli. Durán por su parte, que, si bien era menos metódico que Sahagún, muestra un profundo conocimiento de su grey, así logra mostrarnos muchos elementos “idólatras” del pueblo llano.

A pesar de esa escasez de datos, cuando se revisan las fuentes, podemos observar que el núcleo familiar participó de manera activa a lo largo de todo el calendario ritual y que la mayor parte de los procesos productivos para obtener lo necesario para cada una de las fiestas fue realizado por cada uno de los barrios de la ciudad. Podemos mencionar a manera de ejemplo como toda la población cazaba serpientes y aves que eran consumidas asadas durante la fiesta de Xihutecúhtli (Sahagún Tomo I, libro I, capítulo XIII), ponían espadañas a la entrada de todas las casas en honor al Dios Centéotl y colocaban mazorcas de maíz rojo como corazón del troje en honor de Chicomecóatl (Op. cit. Tomo I, Libro II, Capítulo IV), además de tocar tambores, cantar y bailar en las casas en honor a Huitzilopochtli en la veintena de Tlaxochimaco (ibídem. Tomo I, Libro II, Capítulo XXIV).

Sin embargo, sabemos que en cada casa había un adoratorio: “Después de haber compuesto estas imágenes (de los cerros con bledos y papeles manchados con hule), ponían las en orden en el oratorio de la casa” (ibídem Tomo I, Libro II, Capítulo XXXV). Así mismo, Sahagún menciona las obligaciones que se hacían todos los días tanto en los templos como en las casas:

Ofrecían incienso en los cúes los sátrapas de noche y de día a ciertas horas; incensaban con unos incensarios hechos de barro cocido que tenían... cogían con él brasas del fugón, y luego echaban copal sobre las brasas, y luego iban delante de la estatua del demonio y levantaban el incensario hacia las cuatro partes del mundo, como ofreciendo aquel incienso a las cuatro partes del mundo, y también incensaban a la estatua… Esto mismo hacían todos los del pueblo en sus casas una vez a la mañana y otra a la noche, incensando a las estatuas que tenían en sus oratorios o en los patios de sus casas; y los padres y las madres compelían a sus hijos que hiciesen lo mismo cada mañana y cada noche Ibídem. Tomo I, Libro II, Apéndice “Relación de los mexicanos de las cosas que se ofrecían en el templo

De tal manera, estas esculturas pudieron ser parte del altar doméstico de una familia tepozteca, en el cual recibieron las atenciones diarias de toda la familia. Ahora queda pendiente la identificación de esta pareja de personajes. El único elemento que permite establecer una posible relación de la escultura con alguno de los dioses del panteón mesoamericano es la pieza de tela que cubre al personaje femenino, lo que la asociaría con la diosa Chantico. Sin embargo, es una deidad más asociada a la acción y la guerra, por lo que es poco probable que se le representara con un niño en brazos. Otra deidad asociada al culto doméstico es Xochiquetzal, diosa de la familia y también de la lujuria. Su representación más común es en figurillas de barro y en todas ellas porta un pequeño bebé, pero se caracteriza por tener dos grandes penachos de plumas, así como un peinado diferente al que muestra la escultura femenina de Tepoztlán.

Las esculturas como Cipactónal y Oxomoco

Proponemos que debido a que los personajes son pareja es posible que se trate de una representación muy sencilla de la pareja primordial, la de Cipactónal y Oxomoco los que crearon a la humanidad y más importante, establecieron el calendario, los rituales y la adivinación. Herramientas fundamentales que tenían los mesoamericanos para resolver la incertidumbre de la vida.

Cipactónal y Oxomoco. Códice florentino


Son varias las representaciones que tenemos de esta pareja. La primera representación que debemos considerar es la del Códice Florentino, ya que es la más semejante a las esculturas que se tienen. En ésta se puede observar como Oxomoco, la mujer, es una anciana vestida con un huipil muy largo y en la misma postura que presenta la estatua de Tepoztlán. En ambas representaciones el personaje está peinado con trenzas, si bien la de la imagen muestra dos trenzas que rodean la cabeza y cuyas puntas terminan en la frente, mientras que, la de la estatua es una sola trenza que pasa frente a la cabeza. Así mismo Cipactónal, el hombre, está sentado en una posición muy similar a la representación del Florentino, si bien en el caso de la imagen se encuentra sobre un icpalli o trono de petate trenzado. Así mismo, lleva un simple máxtlatl y la tilma completamente echada hacia atrás, mostrando la desnudez del anciano. En el Códice ambos dioses llevan elementos adivinatorios; en el caso de Oxomoco una cuerda con nudos de papel, mientras que Cipactónal lleva granos de maíz.

Cipactónal y Oxomoco. Códice barbónico


Una segunda representación de Cipactónal y Oxomoco la tenemos en el Códice Borbónico, al centro de la primera serie de años. En esta representación se puede observar como la pareja se encuentra en una habitación roja con círculos amarillos. A la entrada de la habitación se encuentran los dos bastones de los personajes. Esta habitación toda de color rojo y delimitada en negro, hace referencia al lugar negro y rojo, el lugar de la sabiduría, donde se hacen los códices. De la casa brota un chorro de agua, el cual remata en cuentas de concha y caracoles. De tal manera, no sólo se encuentran en el lugar negro y rojo, también se encuentran en el lugar de donde brota el agua. Así como Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl son las primeras deidades del calendario y de las cuales nacerán todos los dioses, Cipactónal y Oxomoco son su reflejo en la tierra y, por lo tanto, están asociados a la fertilidad, al nacimiento y los mantenimientos; y Mictlantecúhtli y Micltancíhuatl son el reflejo del inframundo, asociados a la muerte, destrucción, putrefacción y olvido.

Cipactónal, a la izquierda de la imagen en el Borbónico, pareciera llevar un enredo. Sus cabellos están desordenados y sin arreglar, su rostro enjuto y se puede ver como carece de piezas dentales y, al igual que la estatua de Tepoztlán, lleva una gran orejera rectangular que atraviesa el lóbulo de la oreja. A la espalda lleva una olla donde se guardaba tabaco con cal, el cual se mascaba y ayudaba a entrar en un estado alternativo de conciencia. Detrás de la olla, se encuentra un colgante formado por papeles. En su mano derecha lleva un punzón de hueso, el cual sirve para el autosacrificio y una bolsa para el copal, elemento que lo asocia con el oficio sacerdotal. En su mano derecha porta un sahumador para hacer las ofrendas a los dioses, y sobre de él se encuentra el primer signo del calendario, cipáctli, el cual hace referencia tanto a su nombre, como su vejez, siendo el primer hombre y la primera mujer de la humanidad. Los padres de los hombres. Ambos se encuentran sentados en icpalli como los que llevan los dioses en el Tonalámatl, lo que los emparenta a su vez con estos. De tal manera Cipactónal se le presenta como principio del tiempo y quien se hace responsable de los principales deberes de los hombres con los dioses, la cuenta del tiempo, el sacrificio y el ritual.

Oxomoco se encuentra sentada frente a Cipactónal, al parecer lleva un huipil corto y un enredo, lo que le tapa por completo el cuerpo. Al igual que su compañero su cabello es hirsuto y sin arreglar, muestra profundas arrugas en el rostro y también le faltan piezas dentales. También lleva la olla de tabaco y cal y se le muestra en el acto de arrojar los granos de maíz para realizar la adivinación. Una glosa en español indica que es la señora de las parteras, lo que también marca a Oxomoco como la mujer primordial, dedicada a la adivinación, la meditación y a traer a los hombres y mujeres al mundo.

Cipactónal y Oxomoco. Códice barbónico


Una tercera representación de esta pareja de dioses se encuentra en Tlatelolco y se encontró en el templo calendárico. Esta representación muestra elementos muy similares a los ya descritos en el códice Borbónico. Una cuarta cuyas características son ligeramente distintas es la que se encuentra en los relieves de las llamadas “Piedras de los reyes” en el paraje de Coatlán en Yautepec, Morelos (de Vega, Tlacuache 126, 2004).

Cipactónal y Oxomoco. Piedra de los Reyes. Paraje de Coatlán, Yautepec


En ella la disposición es la misma, pero en el caso de Cipactonal, lleva un yelmo de caimán (Cipáctli) emplumado y en su mano izquierda lleva un punzón con el cual está labrando un trono de oro. Esto lo muestra además de todo lo antes dicho, como patrono de los artesanos y plateros, y a su vez como formador de linajes gobernantes. Por su parte, Oxomoco lleva un ave en el tocado y sobre de él, lo que parece una tela, similar a la que porta la pequeña escultura de Oxomoco. En su mano derecha porta el cuenco de los granos de maíz que acaban de ser arrojados.

Por lo que respecta a las fuentes escritas, en el códice Matrinense, Sahagún transcribe un poema que habla de cómo llegó un pueblo muy sabio a ocupar las tierras de los nahuas mucho antes de que estos llegaran y deciden partir todos, menos cuatro sabios que darán origen al resto de los pueblos. En él, Cipactónal y Oxomoco dan a la humanidad los elementos básicos que les permitirán no sólo sobrevivir, sino también vivir en sociedad.

Pero se quedaron

cuatro viejos sabios,

el nombre de uno era Oxomoco,

el de otro Cipactónal,

los otros se llamaban Tlaltetecuin y Xochicahuaca.

Cuando se habían marchado los sabios,

se llamaron y reunieron

los cuatro ancianos y dijeron:


“¿Brillará el Sol, amanecerá?

¿Cómo vivirán, como se establecerán los macehuales (el pueblo)?

Porque se ha ido, porque se han llevado

la tinta negra y roja (los códices).


¿Cómo existirán los macehuales?

¿Cómo permanecerá la tierra, la ciudad?

¿Cómo habrá estabilidad?

¿Qué es lo que va a gobernarnos?

¿Qué es lo que nos guiará?

¿Qué es lo que nos mostrará el camino?

¿Cuál será nuestra norma?

¿Cuál será nuestra medida?

¿Cuál será el dechado?

¿De dónde habrá de partir?

¿Qué podrá llegar a ser tea y la luz?”


Entonces inventaron la cuanta de los destinos,

los anales y la cuenta de los años,

el libro de los sueños,

lo ordenaron como se ha guardado

y como se ha seguido

el tiempo que duró

el señorío de los Toltecas,

el señorío de los Tepanecas,

el señorío de los Mexicas

y todos los señoríos chichimecas.

(Informantes de Sahagún, códice Matrinense de la real academia. Fol. 191, r-192, v AP I, 92. Tomado de León - Portilla 2006: 278 - 279)


Otro texto que indica la relevancia de Cipactónal y Oxomoco es el poema de “El descubrimiento del maíz”, aventura en la cual se ve involucrado Quetzalcóatl después de que se ha levantado el sol – Nanahuatzin. Quetzalcóatl debe ir hasta el Cerro de los Mantenimientos para lograr robar los granos de maíz, lo ata y trata de jalarlo, pero sus fuerzas no son suficientes. Es entonces cuando aparecen en escena Cipactónal y Oxomoco — en este escrito Cipactónal es la mujer — y es echando las suertes como la pareja primigenia logra descubrir la forma de abrir el Cerro de los Mantenimientos: es necesario que Nanahuatzin lance un rayo para abrirle y los tlaloques logran robarle el grano a la tierra.

Luego Quetzalcóatl lo llevó a cuestas [el maíz que saca Quetzalcóatl del monte de los mantenimientos ayudado por las hormigas] a Tamoanchán.

Allí abundantemente comieron los dioses,

después en nuestros labios puso maíz Quetzalcóatl,

para que nos hiciéramos fuertes.


Y luego dijeron los dioses:

“¿Qué haremos con el Monte de nuestro sustento?”

Más el monte allí quiere quedarse,

Quetzalcóatl lo ata,

pero no puede moverlo.


Entre tanto echaba suertes Oxomoco,

y también echaba suertes Cipactónal,

la mujer de Oxomoco,

porque era mujer Cipactónal.


Luego dijeron Oxomoco y Cipactónal:

“Tan sólo si lanza un rayo Nanáhuatl,

quedará abierto el Monte de nuestro sustento”


Entonces bajaron los tlaloques,

los tlaloques azules,

los tlaloques blancos,

los tlaloques amarillos,

los tlaloques rojos.


Nanáhuatl lanzó enseguida un rayo

entonces tuvo lugar el robo

del maíz, nuestro sustento,

por parte de los tlaloques.


El maíz blanco, el oscuro, el amarillo,

el maíz rojo, los frijoles,

la chía, los bledos,

los bledos del pez,

nuestro sustento,

fueron robados para nosotros.

(Traducción del códice Chimalpopoca, del fragmento “El descubrimiento del maíz” tomado de León - Portilla 1987; 168 - 169.)

De tal manera, no es el poder ni el conocimiento de los dioses quienes logran garantizar el sustento de hombres y dioses. Es Cipactónal y Oxomoco quienes logran a través de su videncia obtener la clave para robar no sólo el preciado grano, sino el resto de las semillas de las cuales se alimentó el Anáhuac.

Conclusiones

Con base en lo antes expuesto, se puede concluir que las esculturas encontradas en el Barrio de Santo Domingo, Tepoztlán, por su manufactura y por sus materiales corresponden a un mismo discurso; que fueron realizados durante el periodo Posclásico Medio (1150 - 1350 d.C.) o Posclásico Tardío (1350 - 1521 d.C.); que pertenecieron a un culto doméstico que se llevó a cabo en una unidad doméstica que se asentó en el actual emplazamiento del barrio de Santo Domingo; que estas esculturas son una representación muy sencilla de Cipactónal y Oxomoco; que en el caso que nos ocupa, se le dio una mayor importancia y relevancia a la figura de Oxomoco como madre de la humanidad y deidad de las parteras; que ambos personajes son adorados como un principio activo del universo y que fue su capacidad de videncia lo que les permitió aconsejar a los mismos dioses.

Coordinador editorial: Giselle Canto Aguilar