/ domingo 1 de octubre de 2023

De Perfil | Mario Iván Martínez dedica su vida al arte

Hoy, con más de 30 años de carrera, sigue con el ideal intacto de transmitir la cultura a personas de todas las edades, teniendo como prioridad al público infantil

Mario Iván Martínez se prepara para llevar una presentación única de Van Gogh, un girasol contra el mundo al Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, en una versión unipersonal de una obra que originalmente fue escrita por él mismo para tres actores.

“Es un proyecto autogestionado donde me he retado como productor, escritor y director”, explicó el artista a El Sol de México en una entrevista en su casa; cuadros familiares y objetos con figuras históricas, del teatro y la música, así como una frase en latín sobre la pared que dice: “Vida y sangre por el arte nuestro”, adornan el salón donde conversa sobre su quehacer.

“Siempre es apabullante y despierta mariposas en el estómago el estar en un espacio tan icónico, tan grande, tu solito durante una hora y cuarenta, sostener la tensión, pero me confieso un adicto a lo unipersonal, desde que inicié mi carrera con un espectáculo que se llamó la A la manera de Shakespeare”, señala.

Aunque Mario Iván Martínez mencionó el monólogo sobre el dramaturgo y poeta inglés como el inicio de su carrera, recordó también que desde su infancia estuvo cerca del arte, creciendo al lado de su madre, la primera actriz Margarita Isabel, de quien aprendió la pasión por la actuación.

“Fui muy afortunado con una madre como Margarita Isabel, culta, valiente, extraordinaria actriz, antisolemne, cotorra, que fue mi maestra, mi guía, mi cómplice. Su ausencia es enorme en mi vida porque no había proyecto que no consultara con ella”, relató.

“Comencé como actor en la radio, acompañaba a mi mamá a grabaciones de radionovelas, que eran muy importantes en esa época en México. Mi madre me presentó con Oscar Ledesma de la Compañía Nacional de Teatro del INBA y logré quedarme en el papel de Pedro en una función de Pedro y el lobo en la inauguración de lo que fuera el Foro Abierto del Centro de Convivencia Infantil”.

Su nicho familiar fue más allá de lo que la reconocida actriz pudo aportarle, ya que su padre también influyó desde otra perspectiva del arte.

“Mi padre Mario Iván Martínez Ortega fue un reconocido comunicólogo, periodista, melómano. Mientras mis padres estuvieron casados amanecíamos siempre con música. Nos preguntaba ¿Qué quieren escuchar? Beethoven, Chopin, Liszt, pero no había que hablar, si empezábamos a platicar, quitaba el disco. Había que escuchar, sin darnos cuenta, mi padre nos fue afinando el oído.

“La música se quedó como un aspecto importante de mi vida, ha formado parte trascendente de mi vida y naturalmente ambas disciplinas, música y actuación, no tienen fronteras, se empalman de manera constante”, aseguró.

Mario Iván cuenta que fue en su pubertad y parte de la adolescencia, de los 13 a los 17 años, cuando aquellas enseñanzas de la infancia se formalizaron viajando al continente Europeo, para estar bajo el auspicio del Consejo Británico en la Academia de Música y Arte Dramático de Londres (LAMDA), una formación que seguiría a su regreso a México, tomando clases de actuación con Héctor Mendoza, Julio Castillo y Sergio Jiménez, una escuela que le permitió desarrollar su talento.

EMBAJADOR DE CRI CRI

El ámbito infantil y familiar ha sido una de las prioridades para Mario Iván Martínez. Como cuentacuentos ha deleitado a más de una generación de niños, acercándolos a la cultura y adaptándoles historias de la literatura, por ejemplo, una de sus puestas en escena de la actualidad, es ¿Qué me cuentas Don Quijote?

“En los 90 me invitaron a un programa que se llamó ¿Quieres que te lo lea otra vez?, era una miscelánea de actores con un libro en la mano que enviaban a diversas partes de la República a contar un cuento. Entonces me di cuenta de que nació una química especial con el público infantil, algo había en la magia de ese momento que de pronto me dije ‘de aquí soy’, porque además yo me convertía en niño también.

“Por ello se establece una sinergia feliz. Comencé a leer mucha literatura infantil y quise que mi trabajo como cuentacuentos fuera la parte medular, el motor de mi desempeño artístico. Si viene buen cine, buena televisión, no importa, esto no se detiene, es para siempre. Mientras tenga fuerza habrá niños y literatura que difundir. Me parece imprescindible”.

Complementando ese aspecto de su trayectoria, desde 2007 Mario Iván Martínez es el Embajador de la obra de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, un trabajo que hasta la fecha hace con gratitud.

“Soy cuentacuentos en gran parte por lo que me hizo soñar despierto Cri-Cri”, menciona Mario Iván Martínez. “Xavier López Chabelo me ofreció 10 minutos cada domingo, fue una oportunidad fantástica porque no me condicionaron la literatura y podía proyectar mi trabajo a toda la República y a América hispana. Allí fue donde me contactó Don Tiburcio Gabilondo Gallegos para invitarme a formar parte de los festejos que tendrían lugar en el 2007 para celebrar el centenario del natalicio de su padre. Fue un apapacho que todavía sigo disfrutando y me queda muy clara la responsabilidad que implica”.

FIGURA EN AMBAS PANTALLAS

Su trayectoria ha ido más allá de una disciplina y encontró en el cine y en la televisión otros medios para seguir dando vida a decenas personajes que marcaron su carrera.

En el cine, actuó en películas como Cronos de Guillermo del Toro, La habitación azul dirigida por Walter Doehner, y otra que marcó su trayectoria, Como agua para chocolate dirigida por Alfonso Arau en 1992. Aquella interpretación lo hizo ganador del Ariel, un premio inesperado para él, pues la cinta era la primera en su carrera cinematográfica, a la que había llegado luego de que Alfonso Arau y Laura Esquivel, la autora de la novela en la que se basa la cinta, lo vieron en el monólogo A la manera de Shakespeare, montado después de su regreso de Inglaterra.

“Los actores andamos en la búsqueda de buenos guiones y personajes, bien escritos, tridimensionales, ricos… y John Brown (su personaje en Como agua para chocolate) era eso. No es el norteamericano típico sino un mestizo, renacentista de su tiempo. Un personaje así viene una vez en la vida. Había que abrazarlo, estudiarlo y proponerlo de tal forma que, por ejemplo, en el hecho de que era extranjero, su acento no estorbara a lo que le pasa al personaje.

“Tuve la fortuna de recibir un Ariel en mi primera película. Estaba nominado con Eduardo López Rojas por La mujer de Benjamín, era su gran papel. En realidad, todos decían y coincidíamos que era para él, la culminación de su carrera en muchos sentidos. Mi mamá me lo dijo, y María Rojo también, ‘estás de relleno, el Ariel es de López Rojas’. Naturalmente no me la creí. De hecho, hubo algunas publicaciones que decían que les parecía un Ariel injusto, pero no inmerecido”, expresó con alivio. “Fue un espaldarazo, un impulso que aún sigue siendo trascendente para mi carrera”.

Por otra parte, Mario Iván Martínez también hizo de la televisión otro lugar para deleitar al público, pero también a él mismo. Haber interpretado a personajes de la historia de México, o bien, ambientados en periodos determinados como en Amor real (Renato Piquet), La antorcha encendida (Ignacio López Rayón) o El vuelo del águila (Maximiliano de Habsburgo), Gritos de muerte y libertad (Francisco Primo de Verdad y Ramos), Los Minondo (Félix María Calleja), fue un placer que tuvo como actor, pero también como un amante de la historia.

“Soy un apasionado de la historia desde niño. Yo creo que esta escenografía es elocuente”, explicó señalando los elementos que acompañan los interiores de su casa. “Como actor, que tengas la posibilidad de estudiar un personaje, te abre la puerta para documentarte más, deleitarte más, es muy placentero”.

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Con más de 30 años destacando en el arte, Mario Iván Martínez tiene claro que aún le queda por cumplir “todo”.

El artista admite que “en el arte aspiras a la perfección, pero nunca llega. Siempre hay una meta nueva por alcanzar y la vida es demasiado corta para asumir todo lo que uno quisiera abordar. Lo importante es hacerlo otorgándole a cada proyecto el tiempo que amerita. Me considero afortunado de vivir de lo que me gusta y alimentar no sólo el estómago sino el espíritu”, concluyó.

Van Gogh, un girasol contra el mundo, llegará al Teatro de la Ciudad Esperanza Iris el próximo sábado 7 de octubre. Entre los demás proyectos que tiene en puerta se encuentran las funciones de ¿Qué me cuentas Don Quijote?, durante los domingos de octubre y noviembre en el Teatro Hidalgo, para continuar el 3, 10 y 17 de diciembre con el espectáculo Una Navidad de cuentos.

Mario Iván Martínez se prepara para llevar una presentación única de Van Gogh, un girasol contra el mundo al Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, en una versión unipersonal de una obra que originalmente fue escrita por él mismo para tres actores.

“Es un proyecto autogestionado donde me he retado como productor, escritor y director”, explicó el artista a El Sol de México en una entrevista en su casa; cuadros familiares y objetos con figuras históricas, del teatro y la música, así como una frase en latín sobre la pared que dice: “Vida y sangre por el arte nuestro”, adornan el salón donde conversa sobre su quehacer.

“Siempre es apabullante y despierta mariposas en el estómago el estar en un espacio tan icónico, tan grande, tu solito durante una hora y cuarenta, sostener la tensión, pero me confieso un adicto a lo unipersonal, desde que inicié mi carrera con un espectáculo que se llamó la A la manera de Shakespeare”, señala.

Aunque Mario Iván Martínez mencionó el monólogo sobre el dramaturgo y poeta inglés como el inicio de su carrera, recordó también que desde su infancia estuvo cerca del arte, creciendo al lado de su madre, la primera actriz Margarita Isabel, de quien aprendió la pasión por la actuación.

“Fui muy afortunado con una madre como Margarita Isabel, culta, valiente, extraordinaria actriz, antisolemne, cotorra, que fue mi maestra, mi guía, mi cómplice. Su ausencia es enorme en mi vida porque no había proyecto que no consultara con ella”, relató.

“Comencé como actor en la radio, acompañaba a mi mamá a grabaciones de radionovelas, que eran muy importantes en esa época en México. Mi madre me presentó con Oscar Ledesma de la Compañía Nacional de Teatro del INBA y logré quedarme en el papel de Pedro en una función de Pedro y el lobo en la inauguración de lo que fuera el Foro Abierto del Centro de Convivencia Infantil”.

Su nicho familiar fue más allá de lo que la reconocida actriz pudo aportarle, ya que su padre también influyó desde otra perspectiva del arte.

“Mi padre Mario Iván Martínez Ortega fue un reconocido comunicólogo, periodista, melómano. Mientras mis padres estuvieron casados amanecíamos siempre con música. Nos preguntaba ¿Qué quieren escuchar? Beethoven, Chopin, Liszt, pero no había que hablar, si empezábamos a platicar, quitaba el disco. Había que escuchar, sin darnos cuenta, mi padre nos fue afinando el oído.

“La música se quedó como un aspecto importante de mi vida, ha formado parte trascendente de mi vida y naturalmente ambas disciplinas, música y actuación, no tienen fronteras, se empalman de manera constante”, aseguró.

Mario Iván cuenta que fue en su pubertad y parte de la adolescencia, de los 13 a los 17 años, cuando aquellas enseñanzas de la infancia se formalizaron viajando al continente Europeo, para estar bajo el auspicio del Consejo Británico en la Academia de Música y Arte Dramático de Londres (LAMDA), una formación que seguiría a su regreso a México, tomando clases de actuación con Héctor Mendoza, Julio Castillo y Sergio Jiménez, una escuela que le permitió desarrollar su talento.

EMBAJADOR DE CRI CRI

El ámbito infantil y familiar ha sido una de las prioridades para Mario Iván Martínez. Como cuentacuentos ha deleitado a más de una generación de niños, acercándolos a la cultura y adaptándoles historias de la literatura, por ejemplo, una de sus puestas en escena de la actualidad, es ¿Qué me cuentas Don Quijote?

“En los 90 me invitaron a un programa que se llamó ¿Quieres que te lo lea otra vez?, era una miscelánea de actores con un libro en la mano que enviaban a diversas partes de la República a contar un cuento. Entonces me di cuenta de que nació una química especial con el público infantil, algo había en la magia de ese momento que de pronto me dije ‘de aquí soy’, porque además yo me convertía en niño también.

“Por ello se establece una sinergia feliz. Comencé a leer mucha literatura infantil y quise que mi trabajo como cuentacuentos fuera la parte medular, el motor de mi desempeño artístico. Si viene buen cine, buena televisión, no importa, esto no se detiene, es para siempre. Mientras tenga fuerza habrá niños y literatura que difundir. Me parece imprescindible”.

Complementando ese aspecto de su trayectoria, desde 2007 Mario Iván Martínez es el Embajador de la obra de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, un trabajo que hasta la fecha hace con gratitud.

“Soy cuentacuentos en gran parte por lo que me hizo soñar despierto Cri-Cri”, menciona Mario Iván Martínez. “Xavier López Chabelo me ofreció 10 minutos cada domingo, fue una oportunidad fantástica porque no me condicionaron la literatura y podía proyectar mi trabajo a toda la República y a América hispana. Allí fue donde me contactó Don Tiburcio Gabilondo Gallegos para invitarme a formar parte de los festejos que tendrían lugar en el 2007 para celebrar el centenario del natalicio de su padre. Fue un apapacho que todavía sigo disfrutando y me queda muy clara la responsabilidad que implica”.

FIGURA EN AMBAS PANTALLAS

Su trayectoria ha ido más allá de una disciplina y encontró en el cine y en la televisión otros medios para seguir dando vida a decenas personajes que marcaron su carrera.

En el cine, actuó en películas como Cronos de Guillermo del Toro, La habitación azul dirigida por Walter Doehner, y otra que marcó su trayectoria, Como agua para chocolate dirigida por Alfonso Arau en 1992. Aquella interpretación lo hizo ganador del Ariel, un premio inesperado para él, pues la cinta era la primera en su carrera cinematográfica, a la que había llegado luego de que Alfonso Arau y Laura Esquivel, la autora de la novela en la que se basa la cinta, lo vieron en el monólogo A la manera de Shakespeare, montado después de su regreso de Inglaterra.

“Los actores andamos en la búsqueda de buenos guiones y personajes, bien escritos, tridimensionales, ricos… y John Brown (su personaje en Como agua para chocolate) era eso. No es el norteamericano típico sino un mestizo, renacentista de su tiempo. Un personaje así viene una vez en la vida. Había que abrazarlo, estudiarlo y proponerlo de tal forma que, por ejemplo, en el hecho de que era extranjero, su acento no estorbara a lo que le pasa al personaje.

“Tuve la fortuna de recibir un Ariel en mi primera película. Estaba nominado con Eduardo López Rojas por La mujer de Benjamín, era su gran papel. En realidad, todos decían y coincidíamos que era para él, la culminación de su carrera en muchos sentidos. Mi mamá me lo dijo, y María Rojo también, ‘estás de relleno, el Ariel es de López Rojas’. Naturalmente no me la creí. De hecho, hubo algunas publicaciones que decían que les parecía un Ariel injusto, pero no inmerecido”, expresó con alivio. “Fue un espaldarazo, un impulso que aún sigue siendo trascendente para mi carrera”.

Por otra parte, Mario Iván Martínez también hizo de la televisión otro lugar para deleitar al público, pero también a él mismo. Haber interpretado a personajes de la historia de México, o bien, ambientados en periodos determinados como en Amor real (Renato Piquet), La antorcha encendida (Ignacio López Rayón) o El vuelo del águila (Maximiliano de Habsburgo), Gritos de muerte y libertad (Francisco Primo de Verdad y Ramos), Los Minondo (Félix María Calleja), fue un placer que tuvo como actor, pero también como un amante de la historia.

“Soy un apasionado de la historia desde niño. Yo creo que esta escenografía es elocuente”, explicó señalando los elementos que acompañan los interiores de su casa. “Como actor, que tengas la posibilidad de estudiar un personaje, te abre la puerta para documentarte más, deleitarte más, es muy placentero”.

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Con más de 30 años destacando en el arte, Mario Iván Martínez tiene claro que aún le queda por cumplir “todo”.

El artista admite que “en el arte aspiras a la perfección, pero nunca llega. Siempre hay una meta nueva por alcanzar y la vida es demasiado corta para asumir todo lo que uno quisiera abordar. Lo importante es hacerlo otorgándole a cada proyecto el tiempo que amerita. Me considero afortunado de vivir de lo que me gusta y alimentar no sólo el estómago sino el espíritu”, concluyó.

Van Gogh, un girasol contra el mundo, llegará al Teatro de la Ciudad Esperanza Iris el próximo sábado 7 de octubre. Entre los demás proyectos que tiene en puerta se encuentran las funciones de ¿Qué me cuentas Don Quijote?, durante los domingos de octubre y noviembre en el Teatro Hidalgo, para continuar el 3, 10 y 17 de diciembre con el espectáculo Una Navidad de cuentos.

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