/ martes 17 de julio de 2018

De porqué los búhos son sabios

La historia de Astabión, el primer sabio entre los búhos

Hubo una vez hace muchos años un gran búho de enormes alas marrones que se distinguía por meterse siempre en lugares que otros búhos e incluso aves más grandes no se atrevían a ir. Siempre un aventurero, en una vieja cueva, se encontró una vez con una lámpara como las de los cuentos árabes antiguos. Sabiendo cómo era el rito necesario para saber si tenía algún poder especial, la frotó con cuidado y esperó.

Ante sí, se presentó un enorme genio o “Efrit” como los llaman en algunos viejos relatos. Y el búho se presentó:

-Muy buenos días, señor, mi nombre es Astabión y soy un búho.

Me da mucho gusto conocerlo. ¿Es usted un genio?

-Así es pequeño amo.- Respondió con voz potente y profunda el genio.

-¿Cuál es tu nombre? - Preguntó curiosamente el buhito.

-¡¿Mi nombre?! Hacía milenios que nadie me preguntaba eso! Sé que alguna vez, antes de que me pusieran en la lámpara que acabas de frotar tuve uno, pero no recuerdo ya cuál es.

-Bonita cosa. ¿Cómo puedes andar por ahí sin un nombre?- Dijo el búho arqueando las cejas hacia adentro. Todos deben tener uno, no puedes ser sólo “el genio” tu profesión no debe de sustituir a tu nombre. ¿No crees? Pongámoste un nombre, no me siento cómodo de decirte sólo “oye genio esto, oye genio aquello” Qué te parece si te ponemos...no sé... ¿qué tal... Felipe?

-Espera- dijo el genio- ¿quién te autoriza a ti a ponerme nombre?

-Ah caray.- respondió sorprendido el búho- ¿Acaso necesita uno algún título o reconocimiento especial para poner nombres? -

-Uhh, realmente no lo sé, ¿tú crees que podamos?

-Claro que sí amigo, ¿por qué no? ¿Qué te parece?

-No sé por qué, pero eso de Felipe me gusta, gracias.

-Por nada.- Contestó el buhito muy complacido.

-Bueno.- dijo el genio, es decir - Supongo que sabes que tienes derecho a tres deseos.

-Sí, lo sé-

-¿Y bien?-

-¿Y bien qué?-

-¿No me los vas a pedir?

-Calma amigo, ¿Cuál es la prisa? ¿Acaso no llevas cientos o miles de años allá adentro? No me digas que ya tienes prisa por regresar a ese espacio tan reducido de la lámpara.

-El espacio depende también de la actitud, te asombraría lo cómoda que es a pesar de ser pequeñita.- Respondió el genio, que aparentemente ya se había como sentado en el aire entre los vientos que sostenían su gran peso y sonreía ahora a nuestro amigo.


-Parece que eres un buen sujeto, dime, ¿Cómo es la vida de alguien que vive dentro de una lámpara cumpliendo deseos?- Preguntó el búho con muchísimo interés.

-No sé cómo explicártelo, a ver dime tú como es la vida de un búho.-Replicó el genio Felipe.

-Pues mira, la verdad la mayor parte de los búhos siento que son unos bobos, se la pasan buscando diversiones baratas y se pelean entre ellos por cualquier cosa, luego viene la lamentación por las heridas hechas en batalla, y en cuanto están sanos de nuevo, ya van de nuevo a buscar pelea.

-¿Y tú eres como ellos?

-No, para nada, a mí me gusta andar por ahí y disfrutar los atardeceres y los amaneceres. Los búhos dormimos la mayor parte del día y salimos a cazar por las noches, por eso los menos observadores creen que nunca hacemos nada. Pero creo que pocos búhos han disfrutado alguna vez de un bello amanecer o una bella puesta de sol. Me gusta también ir de lugar en lugar y conocer cosas y lugares y seres. Así es como llegué hasta aquí.

-Ya veo.- Dijo – Tú también me pareces un buen sujeto, eso me da gusto, me imagino que cuando pidas tus deseos serán deseos constructivos y hermosos. No me gusta cumplir las órdenes de amos ruines y crueles...Si vieras a cuantos tiranos he ayudado a través de los eones...Oye amigo, y ¿a ti te gusta eso de Astabión? Me has puesto un nombre muy bonito y bastante común: Felipe. Pero tu nombre parece muy raro. -

-No lo sé.- Respondió el búho encogiéndose de hombros- A mí me gusta, nunca conocí padre ni madre, me educó un anciano halcón y él fue el que así me bautizó.-

-Bueno, lo importante es que te gusta, y gracias una vez más por el mío.-

Hubo un corto silencio y luego el genio retomó el tema de los deseos...

Por cierto- comentó- debo decirte de una vez que hay un par de cosas que no puedo hacer por ti en cuanto a mi desempeño como genio. La primera de ellas es que no puedo hacer que una persona se enamore de otra. La segunda es que no puedo hacer que ningún muerto regrese del más allá. Fuera de eso, pídeme lo que quieras.

-¿Puedo pedir lo que yo quiera? ¿Puedes cumplir absolutamente todo excepto esas dos cosas?-

-Absolutamente todo no, pero todo lo que tú puedas desear sí.-

-Oye, pero no me agrada que las dos cosas tal vez más importantes no las puedes hacer-

-Lo siento- repuso – Es así como es.

Bueno, dado que no puedo pedir el que me lleves con la dama de mis sueños y no tendría caso que me llevaras si no puedes hacer que ella me amara, y si no puedo hacer que resucites a toda la gente buena que ha muerto desde el principio del tiempo...entonces pediré lo más que puede pedir un individuo.

- ¿Qué quieres amigo, joyas, dinero, poder, inmortalidad?-

El búho se molestó un poco con la pregunta, pero aclaró muy cortésmente el punto.

-¿De qué me serviría todo eso si yo no crezco? No, pediré algo mucho más trascendente que eso. He aquí mi primer deseo:

Quiero que me otorgues la primera de las tres inteligencias: la inteligencia de la mente. Con ella podré evaluar y decidir con una gran sabiduría sobre cualquier cosa confusa y ningún engaño podrá hacerme su presa.

-Concedido- Dijo dando una palmada sonora y fuerte, e inclinando la cabeza – Te felicito, es un gran deseo.

-Gracias amigo, ahora mi segundo deseo.

-¿Cual será?

-La segunda de las tres inteligencias: la inteligencia del corazón. Con ella nunca me perderé en asuntos de amor y sabré repartir mi amor hacia todos los seres y nunca más volveré a sentir duda, miedo o rencor.

-Maravilloso.- Exclamó el genio al tiempo que chasqueó los dedos y cumplió el deseo.-¿Cuál será tu último deseo?

-En un principio había pensado en pedirte la tercer inteligencia: la inteligencia del cuerpo. Con ella sabría cuando comer y cuando ayunar, cuando trabajar y cuando descansar, qué cosas comer, qué vida llevar... Sin embargo, teniendo las primeras dos inteligencias, no creo que me sea difícil encontrar yo mismo la tercera. En su lugar, prefiero pedir que puedas elegir a quien quieres servir, pues todos en esta vida grandes o chicos hemos venido a servir, pero no es agradable ni sabio servir a alguien que hace mal uso de un servicio.

-Concedido, gracias.- dijo el genio

-Fue un placer amigo.

-Ahora debo irme camarada- dijo el genio- Me has dado un nombre y la libertad de servir a quien yo quiera, ese fue un deseo terrible y una gran responsabilidad. Pues siempre ha habido en la historia personas honorables a las que he querido ayudar. Ahora, gracias a ti, iré a ayudarles a todas esas personas gentiles que me necesitan y no debo perder tiempo-

-¿Alguna vez nos volveremos a ver?- preguntó Astabión un poco triste- ¿Tan corta será nuestra amistad?

-Claro que no buhito, las verdaderas amistades son eternas, es sólo que nuestros caminos están un poco lejanos uno del otro. Adiós.- ...Y diciendo lo anterior, el genio desapareció en el aire al tiempo que las estrellas perecían titilar más fuerte en el cielo a la salida de la cueva, como recibiéndolo.

Pasaron los años y Astabión compartió su sabiduría con los demás búhos y las demás criaturas, y llegó a tener tantos discípulos, que pasadas las generaciones, se les ha quedado a los búhos la fama de ser sabios. Y ciertamente algunos todavía lo son, pues guardan las enseñanzas y la historia de Astabión, el primer sabio entre los búhos, que por cierto, algunos dicen que con tanta sabiduría acabó por volverse inmortal y todavía se aparece de repente para compartir su sabiduría con cualquier ave, reptil, mamífero o pez que desee escuchar sus enseñanzas, inclusive hasta con el mamífero con el cerebro más grande pero más testarudo de todos: el ser humano.

Hubo una vez hace muchos años un gran búho de enormes alas marrones que se distinguía por meterse siempre en lugares que otros búhos e incluso aves más grandes no se atrevían a ir. Siempre un aventurero, en una vieja cueva, se encontró una vez con una lámpara como las de los cuentos árabes antiguos. Sabiendo cómo era el rito necesario para saber si tenía algún poder especial, la frotó con cuidado y esperó.

Ante sí, se presentó un enorme genio o “Efrit” como los llaman en algunos viejos relatos. Y el búho se presentó:

-Muy buenos días, señor, mi nombre es Astabión y soy un búho.

Me da mucho gusto conocerlo. ¿Es usted un genio?

-Así es pequeño amo.- Respondió con voz potente y profunda el genio.

-¿Cuál es tu nombre? - Preguntó curiosamente el buhito.

-¡¿Mi nombre?! Hacía milenios que nadie me preguntaba eso! Sé que alguna vez, antes de que me pusieran en la lámpara que acabas de frotar tuve uno, pero no recuerdo ya cuál es.

-Bonita cosa. ¿Cómo puedes andar por ahí sin un nombre?- Dijo el búho arqueando las cejas hacia adentro. Todos deben tener uno, no puedes ser sólo “el genio” tu profesión no debe de sustituir a tu nombre. ¿No crees? Pongámoste un nombre, no me siento cómodo de decirte sólo “oye genio esto, oye genio aquello” Qué te parece si te ponemos...no sé... ¿qué tal... Felipe?

-Espera- dijo el genio- ¿quién te autoriza a ti a ponerme nombre?

-Ah caray.- respondió sorprendido el búho- ¿Acaso necesita uno algún título o reconocimiento especial para poner nombres? -

-Uhh, realmente no lo sé, ¿tú crees que podamos?

-Claro que sí amigo, ¿por qué no? ¿Qué te parece?

-No sé por qué, pero eso de Felipe me gusta, gracias.

-Por nada.- Contestó el buhito muy complacido.

-Bueno.- dijo el genio, es decir - Supongo que sabes que tienes derecho a tres deseos.

-Sí, lo sé-

-¿Y bien?-

-¿Y bien qué?-

-¿No me los vas a pedir?

-Calma amigo, ¿Cuál es la prisa? ¿Acaso no llevas cientos o miles de años allá adentro? No me digas que ya tienes prisa por regresar a ese espacio tan reducido de la lámpara.

-El espacio depende también de la actitud, te asombraría lo cómoda que es a pesar de ser pequeñita.- Respondió el genio, que aparentemente ya se había como sentado en el aire entre los vientos que sostenían su gran peso y sonreía ahora a nuestro amigo.


-Parece que eres un buen sujeto, dime, ¿Cómo es la vida de alguien que vive dentro de una lámpara cumpliendo deseos?- Preguntó el búho con muchísimo interés.

-No sé cómo explicártelo, a ver dime tú como es la vida de un búho.-Replicó el genio Felipe.

-Pues mira, la verdad la mayor parte de los búhos siento que son unos bobos, se la pasan buscando diversiones baratas y se pelean entre ellos por cualquier cosa, luego viene la lamentación por las heridas hechas en batalla, y en cuanto están sanos de nuevo, ya van de nuevo a buscar pelea.

-¿Y tú eres como ellos?

-No, para nada, a mí me gusta andar por ahí y disfrutar los atardeceres y los amaneceres. Los búhos dormimos la mayor parte del día y salimos a cazar por las noches, por eso los menos observadores creen que nunca hacemos nada. Pero creo que pocos búhos han disfrutado alguna vez de un bello amanecer o una bella puesta de sol. Me gusta también ir de lugar en lugar y conocer cosas y lugares y seres. Así es como llegué hasta aquí.

-Ya veo.- Dijo – Tú también me pareces un buen sujeto, eso me da gusto, me imagino que cuando pidas tus deseos serán deseos constructivos y hermosos. No me gusta cumplir las órdenes de amos ruines y crueles...Si vieras a cuantos tiranos he ayudado a través de los eones...Oye amigo, y ¿a ti te gusta eso de Astabión? Me has puesto un nombre muy bonito y bastante común: Felipe. Pero tu nombre parece muy raro. -

-No lo sé.- Respondió el búho encogiéndose de hombros- A mí me gusta, nunca conocí padre ni madre, me educó un anciano halcón y él fue el que así me bautizó.-

-Bueno, lo importante es que te gusta, y gracias una vez más por el mío.-

Hubo un corto silencio y luego el genio retomó el tema de los deseos...

Por cierto- comentó- debo decirte de una vez que hay un par de cosas que no puedo hacer por ti en cuanto a mi desempeño como genio. La primera de ellas es que no puedo hacer que una persona se enamore de otra. La segunda es que no puedo hacer que ningún muerto regrese del más allá. Fuera de eso, pídeme lo que quieras.

-¿Puedo pedir lo que yo quiera? ¿Puedes cumplir absolutamente todo excepto esas dos cosas?-

-Absolutamente todo no, pero todo lo que tú puedas desear sí.-

-Oye, pero no me agrada que las dos cosas tal vez más importantes no las puedes hacer-

-Lo siento- repuso – Es así como es.

Bueno, dado que no puedo pedir el que me lleves con la dama de mis sueños y no tendría caso que me llevaras si no puedes hacer que ella me amara, y si no puedo hacer que resucites a toda la gente buena que ha muerto desde el principio del tiempo...entonces pediré lo más que puede pedir un individuo.

- ¿Qué quieres amigo, joyas, dinero, poder, inmortalidad?-

El búho se molestó un poco con la pregunta, pero aclaró muy cortésmente el punto.

-¿De qué me serviría todo eso si yo no crezco? No, pediré algo mucho más trascendente que eso. He aquí mi primer deseo:

Quiero que me otorgues la primera de las tres inteligencias: la inteligencia de la mente. Con ella podré evaluar y decidir con una gran sabiduría sobre cualquier cosa confusa y ningún engaño podrá hacerme su presa.

-Concedido- Dijo dando una palmada sonora y fuerte, e inclinando la cabeza – Te felicito, es un gran deseo.

-Gracias amigo, ahora mi segundo deseo.

-¿Cual será?

-La segunda de las tres inteligencias: la inteligencia del corazón. Con ella nunca me perderé en asuntos de amor y sabré repartir mi amor hacia todos los seres y nunca más volveré a sentir duda, miedo o rencor.

-Maravilloso.- Exclamó el genio al tiempo que chasqueó los dedos y cumplió el deseo.-¿Cuál será tu último deseo?

-En un principio había pensado en pedirte la tercer inteligencia: la inteligencia del cuerpo. Con ella sabría cuando comer y cuando ayunar, cuando trabajar y cuando descansar, qué cosas comer, qué vida llevar... Sin embargo, teniendo las primeras dos inteligencias, no creo que me sea difícil encontrar yo mismo la tercera. En su lugar, prefiero pedir que puedas elegir a quien quieres servir, pues todos en esta vida grandes o chicos hemos venido a servir, pero no es agradable ni sabio servir a alguien que hace mal uso de un servicio.

-Concedido, gracias.- dijo el genio

-Fue un placer amigo.

-Ahora debo irme camarada- dijo el genio- Me has dado un nombre y la libertad de servir a quien yo quiera, ese fue un deseo terrible y una gran responsabilidad. Pues siempre ha habido en la historia personas honorables a las que he querido ayudar. Ahora, gracias a ti, iré a ayudarles a todas esas personas gentiles que me necesitan y no debo perder tiempo-

-¿Alguna vez nos volveremos a ver?- preguntó Astabión un poco triste- ¿Tan corta será nuestra amistad?

-Claro que no buhito, las verdaderas amistades son eternas, es sólo que nuestros caminos están un poco lejanos uno del otro. Adiós.- ...Y diciendo lo anterior, el genio desapareció en el aire al tiempo que las estrellas perecían titilar más fuerte en el cielo a la salida de la cueva, como recibiéndolo.

Pasaron los años y Astabión compartió su sabiduría con los demás búhos y las demás criaturas, y llegó a tener tantos discípulos, que pasadas las generaciones, se les ha quedado a los búhos la fama de ser sabios. Y ciertamente algunos todavía lo son, pues guardan las enseñanzas y la historia de Astabión, el primer sabio entre los búhos, que por cierto, algunos dicen que con tanta sabiduría acabó por volverse inmortal y todavía se aparece de repente para compartir su sabiduría con cualquier ave, reptil, mamífero o pez que desee escuchar sus enseñanzas, inclusive hasta con el mamífero con el cerebro más grande pero más testarudo de todos: el ser humano.

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