/ sábado 2 de enero de 2021

¡El solecito de la época seca, en Morelos! 

Tal y como lo he comentado en varias ocasiones, tres cuartas partes de Morelos están cubiertas por un fascinante tipo de vegetación: la Selva Baja Caducifolia (SBC).

Su gran diversidad de formas y de estrategias para enfrentar las exigentes condiciones ambientales, origina que a menudo, en mis clases en la querida Facultad de Ciencias Biológicas, comento que la SBC “es una excelsa exhibición de adaptaciones” de dos tipos de vegetación: la selva húmeda (de junio a octubre) y la selva seca (principalmente de diciembre a mayo).

Una de las características que siguen impresionándome es la forma de cómo las plantas se defienden del exceso calor causado por el “Sr. Sol”. Sus rayos son tan fuertes que algunas veces parece que muerden cuando uno anda explorando la selva. Si uno revisa el color de las cortezas de los tallos de los árboles (por ejemplo) podrá darse cuenta de que la mayor parte de las especies arbóreas presentan colores claros, frecuentemente blanquecinos o amarillentos. La razón principal se debe a que las tonalidades claras reflejan más la luz (no la absorben) en contraste con colores oscuros. Por lo tanto, los troncos se calientan mucho menos, disminuyendo sustancialmente la pérdida de un líquido crucial y escaso en el área: el agua. Las altas temperaturas de la SBC, particularmente en la época más seca del año (enero a mayo), son una impresionante fuerza selectiva. Ciertos árboles como el “guayacán”, el “tepemezquite”, el “amate blanco”, la “parota” y el “venenillo”, entre muchos otros, tienen tallos blanquecinos. Una analogía que puede ayudarnos a explicar este fenómeno se da cuando uno está en la playa –de Acapulco, por ejemplo- en donde resulta muy incómodo usar una playera negra, ya que el calor del cuerpo del iluso que la usa, se incrementa dramáticamente.

Pero por si esto no fuera poco, varias especies de la SBC además presentan lo que los biólogos llamamos: tallo papiráceo. Es decir, al igual que cuando uno va a la playa, y toma más sol de lo necesario, entonces uno “se quema”, y como a los dos días uno se empieza a despellejar. Esto hacen también –precisamente- varias especies en la SBC, incluyendo: el “palo blanco”, el “carrozo”, y algunas especies (parientes de los “copales”); una tonalidad es de color amarillo-verdoso. Otras más presentan colores rojizos, como: el “hinchahuevos”, y el “papelillo”; a muchos de ellas se les conoce genéricamente como “cuajiotes”.

Hace algunos años tuvimos un grupo de ecologistas visitantes a la Biosfera UNESCO Sierra de Huautla. Dos de ellos, desde que llegaron a la Sierra, tuvieron una actitud un tanto rara. Ellos decían que iban a la Sierra porque les gustaba siempre “andar al natural”. Cuando salimos al recorrido por la selva les indicamos que tuvieran cuidado con el sol y que se pusieran una camiseta. Ellos estaban, en la noche, más rojos que un par de jitomates recién cosechados; lloraban tanto que tuvimos que hacerles unos remedios caseros para que dejaran de lamentarse. Discúlpenme, pero no tuve más remedio que decirles tres palabras: “se los dije”.

También tengo que aceptar públicamente que Regina y Ramiro se convirtieron en aliados pedagógicos para usarlos como ejemplos de lo que no se debe hacer nunca (especialmente en la época de más calor en la Sierra de Huautla) en el Trópico Seco. Aún más, ellos también me ayudaron para explicar, a partir de su visita, lo que les ocurre a los árboles cuando se queman con los incandescentes rayos solares ya que, de igual forma, Regina y Ramiro se despellejaron cual viles culebras de cascabel. Dos años después me los encontré en una reunión y me dijeron: “no Óscar, yo mejor ahora salgo al bosque, los endemoniados rayos del sol de tu “Trópico Seco”, no son lo nuestro, no nos gusta tu ¡Acapulco en Morelos”! No obstante, los comentarios y “ausencia” de Regina y Ramiro (en la Sierra de Huautla, y en general en SBC de Morelos), la selva sigue evolucionando, para bien de la biodiversidad de México, y desgraciadamente se sigue deforestando.

De todos modos, muchas gracias a Regina y Ramiro; sigan haciendo educación ambiental, jugando al “Chanoc” en camuflaje artificial y coordinado… solo en Cuenvavaquita.

Tal y como lo he comentado en varias ocasiones, tres cuartas partes de Morelos están cubiertas por un fascinante tipo de vegetación: la Selva Baja Caducifolia (SBC).

Su gran diversidad de formas y de estrategias para enfrentar las exigentes condiciones ambientales, origina que a menudo, en mis clases en la querida Facultad de Ciencias Biológicas, comento que la SBC “es una excelsa exhibición de adaptaciones” de dos tipos de vegetación: la selva húmeda (de junio a octubre) y la selva seca (principalmente de diciembre a mayo).

Una de las características que siguen impresionándome es la forma de cómo las plantas se defienden del exceso calor causado por el “Sr. Sol”. Sus rayos son tan fuertes que algunas veces parece que muerden cuando uno anda explorando la selva. Si uno revisa el color de las cortezas de los tallos de los árboles (por ejemplo) podrá darse cuenta de que la mayor parte de las especies arbóreas presentan colores claros, frecuentemente blanquecinos o amarillentos. La razón principal se debe a que las tonalidades claras reflejan más la luz (no la absorben) en contraste con colores oscuros. Por lo tanto, los troncos se calientan mucho menos, disminuyendo sustancialmente la pérdida de un líquido crucial y escaso en el área: el agua. Las altas temperaturas de la SBC, particularmente en la época más seca del año (enero a mayo), son una impresionante fuerza selectiva. Ciertos árboles como el “guayacán”, el “tepemezquite”, el “amate blanco”, la “parota” y el “venenillo”, entre muchos otros, tienen tallos blanquecinos. Una analogía que puede ayudarnos a explicar este fenómeno se da cuando uno está en la playa –de Acapulco, por ejemplo- en donde resulta muy incómodo usar una playera negra, ya que el calor del cuerpo del iluso que la usa, se incrementa dramáticamente.

Pero por si esto no fuera poco, varias especies de la SBC además presentan lo que los biólogos llamamos: tallo papiráceo. Es decir, al igual que cuando uno va a la playa, y toma más sol de lo necesario, entonces uno “se quema”, y como a los dos días uno se empieza a despellejar. Esto hacen también –precisamente- varias especies en la SBC, incluyendo: el “palo blanco”, el “carrozo”, y algunas especies (parientes de los “copales”); una tonalidad es de color amarillo-verdoso. Otras más presentan colores rojizos, como: el “hinchahuevos”, y el “papelillo”; a muchos de ellas se les conoce genéricamente como “cuajiotes”.

Hace algunos años tuvimos un grupo de ecologistas visitantes a la Biosfera UNESCO Sierra de Huautla. Dos de ellos, desde que llegaron a la Sierra, tuvieron una actitud un tanto rara. Ellos decían que iban a la Sierra porque les gustaba siempre “andar al natural”. Cuando salimos al recorrido por la selva les indicamos que tuvieran cuidado con el sol y que se pusieran una camiseta. Ellos estaban, en la noche, más rojos que un par de jitomates recién cosechados; lloraban tanto que tuvimos que hacerles unos remedios caseros para que dejaran de lamentarse. Discúlpenme, pero no tuve más remedio que decirles tres palabras: “se los dije”.

También tengo que aceptar públicamente que Regina y Ramiro se convirtieron en aliados pedagógicos para usarlos como ejemplos de lo que no se debe hacer nunca (especialmente en la época de más calor en la Sierra de Huautla) en el Trópico Seco. Aún más, ellos también me ayudaron para explicar, a partir de su visita, lo que les ocurre a los árboles cuando se queman con los incandescentes rayos solares ya que, de igual forma, Regina y Ramiro se despellejaron cual viles culebras de cascabel. Dos años después me los encontré en una reunión y me dijeron: “no Óscar, yo mejor ahora salgo al bosque, los endemoniados rayos del sol de tu “Trópico Seco”, no son lo nuestro, no nos gusta tu ¡Acapulco en Morelos”! No obstante, los comentarios y “ausencia” de Regina y Ramiro (en la Sierra de Huautla, y en general en SBC de Morelos), la selva sigue evolucionando, para bien de la biodiversidad de México, y desgraciadamente se sigue deforestando.

De todos modos, muchas gracias a Regina y Ramiro; sigan haciendo educación ambiental, jugando al “Chanoc” en camuflaje artificial y coordinado… solo en Cuenvavaquita.

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