[Extranjeros en Morelos] El alemán que se maravilló de la riqueza mineral de Morelos

Carl Christian Becher narró en cartas a su esposa su recorrido por Zacualpan de Amilpas, Totolapan y Yecapixtla

José N. Iturriaga, historiador | El Sol de Cuernavaca

  · lunes 18 de abril de 2022

Becher escribió que el Popocatépetl “nos surte de carbón vegetal en cantidades inagotables a un precio muy económico” / Agencia | Cuartoscuro

Carl Christian Becher narró en cartas a su esposa su recorrido por Zacualpan de Amilpas, Totolapan y Yecapixtla; también contó su asombro por los yacimientos de minas de hierro en torno al Popocatépetl

El alemán Carl Christian Becher fue subdirector de la Compañía Renana Indooccidental, constituida por un poderoso grupo de industriales y comerciantes para importar materias primas directamente del continente americano. Becher llegó a Veracruz en 1832 y visitó “la ferrería El Sitio, situada al pie del Popocatépetl, no lejos de Plan de Amilpas”.

Su paso por Totolapan fue de mucho agrado, pero Becher lamentó no haber podido pernoctar ahí puesto que aún era de día. / Archivo | Gude Servín

En carta a su esposa, dice así: “Junto al Popocatépetl, se encuentra un gran yacimiento de minas de hierro muy propias para ser fundidas, cuyo contenido de pureza sobrepasa la bondad del mineral vizcaíno, que es aquí muy estimado. Ha comenzado ahora la construcción de un alto horno para la fundición de dicho mineral”.

El grupo partió desde Chalco: “¡Teníamos una caravana compuesta de no menos de veintisiete animales! Te asombrarás bastante de un tren semejante para únicamente cinco caballeros; pero aquí en este país no es de ningún modo exagerado; no solamente tiene uno que traer consigo su sirviente sino también la cama y las provisiones. Cabalgamos entre doce y catorce leguas hasta llegar a un ingenio azucarero, Plan de Amilpas”.

“En Totolapan, hubiera de buena gana pernoctado para verla mejor. Era sumamente alegre y limpia; tenía una gran plaza y una graciosa iglesia rodeada de hermosos árboles y plantas diversas. Pero puesto que era aún de día cuando pasamos por allí, tuvimos que proseguir camino adelante.”

“Llegamos en la noche a Yecapixtla, nuestro cuartel nocturno, y encontramos allí poco alivio; aquello era pésimo, así la comida y bebida como el lecho, si bien no nos faltó espacio para nuestras cabalgaduras en el dilatado y amurallado corral de la venta.”

“A la mañana siguiente nos pusimos bien temprano en marcha y, tras de cruzar la llanura, nuestro camino nos condujo cuesta arriba a través de muchas y muy profundas y abruptísimas barrancas en dirección al Popocatépetl, y después de varias horas de proseguir con tal rumbo se presentó ante nuestras inquisidoras miradas, y ya no muy lejos del todo, una pintoresca obra con aspecto de acueducto, construida sobre elevados pilares y arcos, y junto a aquélla algunos imponentes edificios. ¡Este era El Sitio!”

“El bosque virgen en torno al Popocatépetl, el volcán que tan sólo se encuentra a ocho leguas de aquí, nos surte de carbón vegetal en cantidades inagotables a un precio muy económico, y, para coronar aún todas estas ventajas, los yacimientos del mineral están tan cerca que el hierro puede ser obtenido en el horno de fundición a un costo bajísimo.”

“El emplazamiento del Sitio resulta en extremo romántico. Hacia un lado está el volcán, que casi sombrea toda la comarca; hacia el otro se encuentra el fertilísimo valle de Plan de Amilpas; en las inmediaciones, algunas ricas haciendas y la gran aldea de Zacualpan, de donde proceden de ordinario los trabajadores de la fundición, cuyo mecánico y capataz son alemanes.”

“Más arriba de la alberca y cerca del acueducto, encontré sobre el campo muchísima obsidiana.

Una vez terminada la visita: “Llegamos a una hacienda azucarera cuyo propietario nos recibió muy cortésmente y nos hizo preparar un excelente desayuno. La casa era espaciosa y su instalación interior respondía a las condiciones climatológicas de la región. La capilla (de las que debe haber legalmente una en cada hacienda) era pequeña”.

Finalmente y a propósito de que en México la esclavitud fue abolida por Miguel Hidalgo desde 1810, Becher apunta atinadamente: “Cualesquiera que puedan ser los errores de la constitución mexicana, en un fragmento está ella muy por encima de la norteamericana, que tanta ventaja le lleva; a saber, ¡que la mexicana respeta los derechos humanos y no tolera ninguna esclavitud!”.







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