El franciscano fray Juan de Zumárraga (1468-1548) fue el primer arzobispo de México. En España fue provincial de su orden. Vino a México en 1528 y tuvo graves diferencias con la Audiencia por el ejercicio de su cargo como “protector de los indios”. La tradición de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego señala a Zumárraga como el interlocutor del ahora santo indígena.
En cartas dirigidas al emperador en 1536 y 1540, Zumárraga le trata un asunto de sus propios ingresos, pues el rey le había asignado las limosnas de algún pueblo que le permitieran vivir y las autoridades novohispanas le asignaron las de Ocuituco, al parecer demasiado modestas:
“Después de besar las reales manos y pies de Vuestra Majestad, recibí tres cédulas reales por las cuales V. M. manda que si la renta de la mesa capitular o cuarta parte de los diezmos a mí pertenecientes, con lo que da el pueblo de Ocuituco, de que V. M. me hizo merced y limosna de por vida, no valieren dos mil ducados, que los oficiales de V. M. me los cumplan de su tesoro. S. M. les mandaba que me diesen un pueblo de indios para mi sustentación, que el pueblo que así me diesen o señalasen fuese tal que buenamente me pudiese sustentar; y vino embarazo, porque a la sazón estaban encomendados al marqués [Hernán Cortés] y dije que tomaría el que me diesen, y así se me dio y tomé el que tengo de Ocuituco. Y si S. M. es servida que yo quede con el dicho pueblo que así me fue dado, yo no mostraré descontento y estaré satisfecho y obligado para siempre rogar a Dios por el estado felicísimo de vuestras majestades, porque para mi persona y aun casa sobra en lo de los diezmos. Y si he mostrado deseo que se me mejorase el pueblo, no es por atesorar, a la verdad, ni por deseo de tener mucha renta, más por extender la renta de la iglesia, por poder proveer del beneficio a los que hacen el oficio [sacerdotal] y han trabajado mucho en esta obra de la conversión e instrucción de los naturales y han expendido sus fuerzas en ello; es razón que yo tenga cuidado de sus enfermerías y necesidades […]”
“De la limosna en el pueblo de Ocuituco, muy poco a poco he edificado una casa grande, donde al presente se reciben y se curan y son proveídos los enfermos de bubas [sífilis] y de enfermedades contagiosas que en ninguna parte los querían acoger, ni en el hospital del marqués”, que era el de Jesús, en la ciudad de México.
En 1537, se dirige al Consejo de Indias para pedir que le permitan cubrir las vacantes de curas aviadores:
“Que ordenen que, vacando alguna persona del dicho cabildo, el prelado pueda poner otra en su lugar, y lo mismo se haga si alguno se ausentare, por el tiempo que estuviere ausente, porque el deán [de la catedral de México] está en Cuernavaca sirviendo de capellán al marqués [Cortés] y a la marquesa y gana aquí su prebenda diciendo que no puede residir en su iglesia porque tiene vahído en la cabeza.”
En 1540, plantea al emperador el problema surgido en la propia catedral de México porque se estaba dejando de cantar en el coro y debía suplirse esa deficiencia con el órgano:
“Usamos el canto de órganos y todos habemos sido de parecer que se sustente, por los pocos que somos en el coro y porque no todos saben ni el canto llano y los medios están enfermos y ausentes, que el deán no reside en su iglesia y al presente está en Cuernavaca con la marquesa, diciendo que esta ciudad le es contraria para su salud […] Porque el canto de órgano suple las faltas de los ausentes, y la experiencia muestra cuánto se edifican de ello los naturales, que son muy dados a la música, y los religiosos que oyen sus confesiones nos lo dicen, que más que por las predicaciones se convierten por la música, y los vemos venir de partes remotas.”