Bernal Díaz del Castillo fue el cronista más importante de la Conquista, en la cual participó. Los siguientes fragmentos de su Historia se refieren a Hernán Cortés, quien libró una batalla cerca de Yautepec, en un “peñol” de abrupta orografía, donde se aprecia el heroísmo de los indígenas:
“Un pueblo grande que se dice Yautepeque pasamos de largo y llegamos a un llano adonde había unas fuentes de muy poca agua, y a una parte estaba un gran peñol. Estaba lleno de guerreros y desde lo alto nos daban gritos y tiraban piedras y varas y flechas, y luego hirieron a tres soldados de los nuestros; entonces Cortés dijo: ‘Parece que todos estos mexicanos que se ponen en fortaleza hacen burlas de nosotros’ y luego nos mandó que fuésemos entrando y subiendo.”
“Y como comenzamos a subir, echan los indios guerreros piedras muy grandes y peñascos, que fue cosa espantosa cómo se venían despeñando y saltando, que fue milagro que no nos matasen a todos; a mis pies murió un soldado y no dijo ni habló palabra, luego mataron a otros dos buenos soldados, y luego mataron a otro soldado harto esforzado, y a otro, y descalabrados en la cabeza dos, y en las piernas todos los más de nosotros, y todavía porfiar y pasar adelante. Estaba el alférez descalabrado y el rostro todo lleno de sangre.”
Los españoles tuvieron que emprender la retirada:
“Por señas y por voces y por unas escopetas que soltaron, nos mandaban retraer. Y con buen concierto bajamos, y los cuerpos de los muertos, todos los descalabrados y corriendo sangre, y las banderas rotas y ocho muertos. De manera que así no ganamos ninguna reputación, ante los mexicanos y sus confederados.”
“Quiso Nuestro Señor Dios que acordaran darse de paz, y fue por causa de que no tenían agua ninguna, y estaba mucha gente arriba en el peñol; en un llano que se hacía arriba habíanse acogido de todas aquellas comarcas así hombres como mujeres y niños y gente menuda; para que entendiésemos abajo que querían paces, desde el peñol las mujeres meneaban unas mantas, y con las palmas daban unas contra otras señalando que nos harían pan o tortillas, y los guerreros no tiraban vara ni piedra ni flecha.”
“Y Cortés les dijo con nuestras lenguas [traductores] doña Marina [la Malinche] y Jerónimo de Aguilar, algo enojado, que eran dignos de muerte por haber comenzado la guerra; mas, pues que han venido de paz, que vayan luego al peñol y llamen a los caciques y hombres principales que en él están, y traigan los muertos, y que de lo pasado se les perdonaba, y que vengan de paz.”
“Y como no había agua en aquel paraje, nos fuimos luego camino de Guaxtepeque [Oaxtepec], adonde está la huerta mejor que había visto en toda mi vida; el tesorero y Cortés, desde que entonces la vieron y pasearon algo de ella, se admiraron y dijeron que mejor cosa de huerta no habían visto en Castilla.”
El conquistador ordenó incendiar Tepoztlán:
“Otro día muy de mañana partimos para Cornavaca y hallamos unos escuadrones de guerreros mexicanos que de aquel pueblo habían salido, y los de a caballo los siguieron más de legua y media hasta encerrarlos en otro gran pueblo que se dice Tepuztlán, que estaban tan descuidados los moradores de él, que dimos en ellos antes que sus espías que tenían sobre nosotros llegasen. Aquí se obtuvieron muy buenas indias y despojos, y no aguardaron ningunos mexicanos ni los naturales en el pueblo. Y nuestro Cortés les envió a llamar a los caciques por tres o cuatro veces, que viniesen de paz, y que si no venían que les quemaría el pueblo y los iríamos a buscar. Y la respuesta fue que no querían venir. Y porque otros pueblos tuviesen temor de ello, mandó poner fuego a la mitad de las casas que allí cerca estaban. Y en aquel instante vinieron los caciques del pueblo y dieron la obediencia a Su Majestad.”
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