El cubano Gerardo Castellanos escribió en 1938 el libro Paseo de la Habana a Acapulco acerca del viaje que realizó con su hijo a través de México. Así fue su llegada a Cuernavaca:

“El aire puro de la montaña ha despertado el peligroso apetito mío. Festinadamente trato de ver lo más importante del lugar. La casa de Borda, palacial residencia –cuyos jardines edénicos (construidos por Manuel de la Borda) en un tiempo fueron deleite de virreyes y del emperador Maximiliano, hoy en ruinas–, convertida en corriente restorán profanado por vulgares turistas. Desde 1519 fue Cuernavaca lugar preferido por Cortés, que levantó el actual palacio para mansión de su esposa, Juana Ramírez de Arellano, primera marquesa del Valle de Oaxaca. Ha sufrido dramáticas alternativas, siendo hoy casa de gobierno, casi sitio de museo con murales cuadros históricos. En una de sus celdas estuvo preso el prócer de la Independencia, José María Morelos (7, 8 y 9 de noviembre de 1815). Es una joya arquitectónica. Hay magníficas iglesias. El efímero usurpador Maximiliano mantiene romántico recuerdo, lo mismo que Cortés.”

“Turistas yanquis y presidentes de la República han hecho de Cuernavaca centro de elegancia y popularidad.”

“En un brinco tuve que ir hasta el cercano Salto de San Antón, a admirar la cascada que brota sobre una gigantesca gruta a la que se baja por un centenar de peldaños. Y a seguidas a las preciosas alturas de Chapultepec, donde junto a un lago artificial, mantiene un elegante restorán y balneario mi amigo Vicente Casarrubias. Mientras revisan nuestro auto, para llegar más pronto a los manantiales subimos a un desvencijado ómnibus en la plaza de Juárez.”

“Cada pueblo a la vera de la carretera tiene una historia o episodio incrustado en la vida nacional, artístico o político o guerrero. Temixco, con su venerable iglesia y la célebre hacienda del español Gabriel Yermo, con un leopardo esculpido en la entrada, y la prisión del virrey Iturrigaray (septiembre 15 de 1808) acusado de bonapartista; Xochitepec, con iglesias de 1630; Alpuyeca, donde en 1560 se hizo el primer ensayo fructífero en siembra de caña de azúcar; el famoso Puente de Ixtla, cuya melancólica historia se desenvuelve exclusivamente en torno a su curioso y vetusto puente de piedra por donde siempre se ven indios a la bartola y mujeres lavando en sus orillas de piedras.”

“A veces al alzar la cabeza podemos ver, en planos sobre nosotros, automóviles o arrias de burros. El burro en México es tan abundante que se le ve por donde quiera. Es la bestia más útil del indio para afanes, transporte y su leche. La mayoría de los pueblos se hallan a la entrada de los valles. Y lo extraordinario es que los cultivos los hacen los indios de modo inverosímil en las laderas de las montañas.”

“Hablan de la tristeza del indígena, pero yo he notado que en los jacales y plazas, de día y de noche siempre suenan voces con acompañamiento de guitarra. Es raro el nativo, por pobre que sea, que no lleve encima pistola y guitarra.”

“Desde lo alto de los valles se escuchan toques de esquilas, formando concertante con rebuznos de asnos, canciones típicas y ladridos de perros. Los pueblitos viven entregados a fiestas, aunque las de mayor bullicio son las religiosas. El patriotismo nativo se manifiesta en todas formas, notándose arraigadísimo amor hacia la única bandera nacional, al extremo que la ponen en todas partes, de toda clase de material y tamaños, y la tallan, colorean, repujan en pieles, bordan en trajes, petacas, jarras, mantas y en objetos de alfarería. El mexicano tiene tanto amor a su bandera como el yanqui. Para un mexicano no hay mayor galardón que una bandera de su patria.”

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